Capítulo 27

128 19 2
                                    


El cansancio pudo con él y logró dormirse hasta las 8, cuando unos labios le despertaron. Sonrió contra ellos y devolvió ese beso, gimiendo por lo bajo con los ojos cerrados hasta que una voz le hizo despertarse del todo, descubriendo que la persona que le besaba no era con la que él soñaba.

—Buenos días dormilón—saludó Robert sonriendo ampliamente—Se te han pegado las sábanas.

—Sí...lo siento—murmuró Bill levantándose—¿Has...descansado bien?

—Sí, y siento mucho lo de ayer—se disculpó Robert levantándose también—La señora Murphy hizo un rico estofado y no me pude contener. ¿Viste el postre que preparó? Le dije que era tu favorito y no dudó en hacerlo.

Bill le escuchaba mientras iba de un lado a otro del dormitorio escogiendo la ropa que se iba a poner.

—¿Qué te pasa en el cuello?—preguntó de repente Robert.

Bill le miró sin entender, llevándose una mano al cuello. No le dolía a pesar de haberse quedado dormido en el sofá la noche anterior, ¿de qué le hablaba?

—Tienes una señal roja—explicó Robert—Pequeña.

Bill maldijo por lo bajo por su desliz, recordaba que la tarde anterior en el cine Tom le estuvo besando en el cuello y lamiéndoselo, lo que le gustó mucho, para que negarlo. Tendría que pedirle que en el futuro fuera con más cuidado, y nada de dejarle señales visibles.

—Estuvimos ayer haciendo unas fotos por la ciudad—explicó Bill con torpeza—Seguro que me picó un bicho.

—Ponte hielo—aconsejó Robert saliendo del dormitorio—Iré preparando el desayuno.

Bill asintió y una vez a solas se miró en el espejo, descubriendo la señal de los labios de Tom marcada en su piel. Pasó los dedos por ella suspirando, recordando como esa mañana al ser despertado con un beso su primer pensamiento fue que Tom estaba acostado a su lado. ¿Qué hubiera pasado si hubiera dicho su nombre entre gemidos prolongados? ¿Qué excusa le iba a poner a Robert?

Suspiró resignado, tendría que ir con pies de plomos. Se dio prisa en vestirse y arreglarse, y desayunó con Robert como hacía todas las mañanas.

—¿Vendrás hoy a comer?—preguntó Robert bebiéndose su café.

Bill se tomó su tiempo antes de contestar, odiaba tener que mentirle pero era por su bien. No podía decirle que estaría libre porque David le había apartado de una comida importante, y que por la tarde tampoco tendría nada que hacer por la misma razón. No podía hacerlo sin que Robert se disgustara y llamara a David sin perder tiempo solo para discutir con él y hacer que su corazón se alterara.

—¿Bill?—llamó Robert poniendo una mano sobre la de él.

—No puedo, lo siento—contestó Bill sonriendo con esfuerzo—Tengo la comida con los de Dior, ¿recuerdas?

—Es verdad—dijo Robert asintiendo—Y por la tarde tienes un desfile, ¿no?

Bill asintió con la cabeza, sintiendo que los ojos se le llenaban de lágrimas.

—Creo que luego hay una fiesta—siguió diciendo Robert—No te quedes sin ir por mí, pero no regreses tarde tampoco. Mañana tienes que ir a trabajar.

Bill asintió de nuevo y siguió desayunando en silencio, pensando qué iba a hacer solo todo ese tiempo...



Cuando llegó a la empresa a primera hora de la mañana, la halló más vacía de lo habitual. Siempre había varios compañeros suyos merodeando por recepción antes de incorporarse al trabajo que tuvieran esa mañana, ya fuera una sesión de fotos, prueba de vestuario o maquillaje para el desfile de ese día. Pero esa vez no había nadie, ni siquiera estaba Tom. ¿Es que David les había dado el día libre a todos?

Un amor verdaderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora