Capítulo 13

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Una vez más, y como venía siendo una costumbre ya, Bill buscó a Tom para tomarse un café con él. Eran apenas las 10 de la mañana, había dejado a Robert camino de su despacho y él bajó al sótano donde estaba siempre Tom preparando ya una cafetera.

—Buenos días—saludó entrando por la puerta.

—¿Solo o con azúcar?—preguntó Tom sin volverse—También tenemos unos deliciosos croissants recién hechos.

—Ponme uno, por favor—dijo Bill sonriendo.

—Vaya, se te ve de buen humor—comentó Tom volviéndose—¿Qué tal el fin de semana?

—Maravilloso—contestó Bill en un suspiro—Y gracias por ayudarme con el regalo, le gustó mucho a Robert.

Tom sonrió al escucharlo, unos días atrás Bill le comentó que le quería regalar un libro de poesías a Robert y no lo conseguía encontrar. Tom se ofreció enseguida a ayudarle y usando sus contactos logró dar con el libro y Bill no sabía cómo darle las gracias mientras que a Tom se le ocurría más de una manera...

Suspiró y le pasó una taza de café junto con un croissant del que cogió un trocito mordiéndolo con toda naturalidad.

—Hey, coge tú uno—saltó Bill en broma.

—Me gusta más el tuyo—rio Tom sacándole la lengua.

Bill rio con ganas, Tom a veces se portaba como si tuviera 15 años. ¡Cómo le encantaba!

—Que buen humor ya desde primera hora de la mañana...

Dejó de reír y se volvió para observar a un huraño Georg. Le estudió con atención, no era uno de sus mejores días, llevaba el pelo lacio y unas grandes gafas de sol cubría sus ojos.

—¿Hasta cuándo duró la juerga de ayer?—preguntó Tom resoplando.

—Hasta donde no es de tu incumbencia—contestó Georg de malas maneras—¿Acaso te pregunto yo donde te metiste una hora entera?

Bill les miraba sin saber a qué se referían, sabía del desfile que hubo el domingo por la tarde y del que gracias a Robert se pudo librar, y también sabía de la fiesta que hubo después, cosa habitual.

—¿Sabes que Tom se colgó del brazo una despampanante rubia nada más entrar por la puerta?—dijo Georg dirigiéndose a Bill—Una hora entera que le perdí de vista, ¡y yo que pensaba que era marica!

Se echó a reír a carcajadas ignorando la fulminante mirada que Tom le dirigía y la triste expresión que creyó vislumbrar en el rostro de Bill, se hizo con una taza de café y se dirigió a la zona de maquillaje donde Natalie haría milagros en su maltrecha cara.

—Era una modelo...—empezó a decir Tom.

—No me tienes que explicar nada—cortó Bill sonriendo con esfuerzo.

—Es que no pasó nada—insistió Tom—Forma parte de mi trabajo, David me la presentó en el desfile y aunque es de otra agencia quería que le realizara unas fotos. Empezamos a hablar y resulta que nuestros padres se conocen, se nos pasó el tiempo volando hablando de ellos. Te lo juro.

—Tranquilo Tom, te creo—dijo Bill con firmeza—En este trabajo se conoce a mucha gente, yo mismo cuando acudo a las fiestas suelo hablar con otros diseñadores que quieren que desfile para ellos y también con otros modelos. No es nada raro.

"Lo es cuando el capullo de Georg lo cuenta como si realmente hubiera pasado algo"—pensó Tom resoplando.

—Termina el café y ve a que te prepare Natalie—dijo Tom carraspeando—Hoy nos espera un duro día de trabajo.

Un amor verdaderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora