Se quedó a su lado hasta que Robert cayó profundamente dormido. Pero no se movió de donde estaba, se acurrucó más contra él y suspiró con los ojos cerrados. Había terminado su trabajo por ese día, solo había tenido esa sesión de fotos a primera hora de la mañana y por la tarde no tenía nada, y pensaba dedicarla a Robert en cuerpo y alma.
Prepararía una cena para los dos, pondría velas y algo de música clásica. A Robert le gustaba escucharla mientras leía el libro de poesía que le había regalado las pasadas navidades. Y a él le encantaba escucharle recitar, sentado a sus pies mientras saboreaba una copa de vino. Le gustaba pasar así las noches, algo raro en alguien de su edad que debería estar saliendo a divertirse.
Pero él era muy maduro para su edad, prefería pasar la noche del sábado en casa viendo una película sentado en el sofá al lado de esa persona que tanto le amaba, y a la que tanto debía.
Le había descubierto cuando acababa de cumplir los 18 años. Trabajaba de camarero y Robert entró a tomar un café. Cuando le vio, no pudo apartar los ojos de él y cuando fue a entregarle la cuenta se presentó y le dio su tarjeta. Le dijo a que se dedicaba y que veía en él un gran futuro. Le pidió que acudiera a su estudio a la mañana siguiente, y Bill así lo hizo.
No podía creerse que alguien se hubiera fijado en él, un simple niño que luchaba por sobrevivir. Sus padres se habían divorciado cuando él tenía 7 años y se quedó al cargo de una madre que solo pensaba en ella misma y en nadie más. Su padre....todo había que decirlo, se avergonzaba de su aspecto y le repudió, marchándose a vivir bien lejos.
Él se quedó con su madre hasta que se cansó y con apenas 17 años se fue de casa con lo poco que tenía ahorrado. Se alquiló un modesto apartamento y obtuvo trabajo en un restaurante donde no pusieron ningún impedimento a su forma de vestir y peinar. Es más, yendo maquillado como le gustaba ir le confundían con una guapa chica y así aumentaban las propinas.
Más de una vez tuvo que declinar las proposiciones que le hacían, clientes, compañeros y jefes. Sabía lo que buscaban en él, solo sexo. No, se entregaría a la persona adecuada. Al que le amara con toda su alma como él estaba dispuesto a hacer.
No se lo pensó dos veces cuando Robert le dijo que veía futuro en él, había leído la palabra diseñador seguida de su nombre y ya se imaginaba como sería dedicarse a ser modelo, vestir toda la ropa que quisiera y desfilar con la cabeza bien alta.
Se vistió con sus mejores ropas y a primera hora de la mañana se presentó en el despacho de Robert, quien le explicó que era uno de los mejores diseñadores de Berlín y que le quería en su equipo. Ese mismo día le hicieron un par de fotos y gustó tanto que fue contratado de inmediato.
Robert se ocupó de todo, le dio alojamiento en uno de sus lujosos pisos y se encargó de que le enseñaran de todo, desde desfilar a saber posar delante de una cámara. A los dos meses era todo un experto y Robert no podía estar más orgulloso...y enamorado.
Y a él le pasaba lo mismo. Había algo en Robert que le hacía dejar de respirar cuando le tenía delante. Era muy bueno con él, siempre que le veía preguntaba que tal estaba y le pedía que le contara cosas de su vida. Y Bill lo hacía encantado, preguntándole a él también. Cómo empezó en ese mundo, cuánto le costó ser un diseñador reconocido...
Robert se le abrió y una noche que tenía una sesión de fotos, se le llevó aparte y le confesó que su matrimonio estaba roto. Cuando le preguntó el motivo y Robert le dijo que era él, se odió a sí mismo...por la inmensa felicidad que sentía en esos momentos.
No le importaba la diferencia de edad, con el paso del tiempo había dejado de ver a Robert como el hombre que le descubrió y que le trataba como si fuera un hijo, empezó a verlo como la persona a la que amaba y con la que quería pasar el resto de su vida.
Pero...tendrían que superar muchos obstáculos, y los que salieran por el camino. El divorcio de Robert fue sonado, salió en las noticias y tuvieron que esperar un tiempo a que las aguas se tranquilizaran para poder empezar a verse. En todo ese tiempo la chispa de la pasión no se había apagado sino aumentado, fue verse al fin libres de ataduras y rozar sus labios con el primer beso de enamorados.
Poco a poco la gente se fue enterando de sus sentimientos. Muchos les dieron la espalda, otros les "ignoraban", si se amaban, pues allá ellos. Ni se metían en sus vidas ni les pedían explicaciones, para eso se bastaba David Jost.
David, único hijo de Robert y también diseñador. Había adoptado el apellido de su madre para no beneficiarse de la fama de su padre, pero en esos momentos que había estallado otro escándalo se alegraba mucho de la decisión tomada. No le quedaba más remedio que verles las caras, trabajaba en la misma empresa y cada vez que se los cruzaba por el pasillo desviaba la mirada. Solo les hablaba cuando era necesario y a espaldas de su padre David era muy duro con Bill, sabiendo que él no diría una palabra.
Pero en esos meses en que Robert había caído enfermo, a David no le quedó más remedio que estar más en contacto. Se ocupaba de algunos trabajos pendientes de su padre y trataba con todos los clientes, la mayoría de los cuales querían a Bill en sus proyectos y a él no le quedaba más remedio que llamarle y hablarle de toda la gente que estaba entusiasmado con su trabajo y le querían.
David le odiaba con toda su alma, jamás imaginó que su padre fuera gay y menos aún que se enamorara de un chico que era incluso menor que él. Le colmaba de regalos y cumplía todos sus caprichos. O así lo veía él...
Robert sabía de lo mal que lo había pasado Bill y quería recompensarlo ya que la vida se lo había negado. Le compraba todo lo que veía y pensaba que Bill necesitara, le llevaba a descubrir todos aquellos lugares que Bill jamás se imaginó visitar.
Como París...
Abriendo los ojos, Bill dirigió la mirada a la cómoda que tenían a los pies de la cama. Sobre ella reposaban las fotografías tomadas donde aparecían ellos dos mostrando todo su amor. La que más le gustaba era del último viaje juntos que hicieron antes de que Robert cayera enfermo. Le llevó a París, tuvo un desfile y después de el se quedaron toda una semana en la que Robert le enseñó todos los rincones de la ciudad del amor.
Se hicieron una foto con la torre Eiffel de fondo, Robert le tomaba de la cintura y él le miraba con una amplia sonrisa. Era muy feliz a su lado...
Pero mucho se temía que esa felicidad tenía sus días contados. En los últimos meses Robert había empeorado y por mucho que quisiera ocultarlo, Bill no era tonto. Sabía que en un futuro no muy lejano...iba a volver a quedarse solo...
—Estás muy pensativo.
La voz de Robert le hizo sonreír, se volvió en la cama y se le abrazó enterrando de nuevo la cara en su cuello.
—Pensaba en cuando fuimos a París—confesó Bill suspirando—Lo pasamos tan bien...
Robert sonrió al recordarlo, no era la primera vez que estaba allí pero con Bill a su lado había disfrutado mucho. Le había hecho sentir más joven, recorrió la ciudad enseñándole cada rincón y contándole la historia de cada edificio por el que pasaba. Bill le escuchaba con mucha atención, no había podido terminar los estudios y gracias a él tuvo esa educación que le fue negada.
Se merecía eso y más, por lo mal que le había tratado la vida.
—Volveremos cuando quieras—dijo Robert besándole el pelo.
Bill no dijo nada, le daba miedo decirle que sabía que no habría otra vez. Estaba muy enfermo y él no era ciego. Le veía cada mañana, como se levantaba fatigado de la cama, sin haber descansado para luego ir a trabajar con dureza, teniendo que soportar las malas palabras que su hijo le dirigía, todo el odio que por él sentía...
Pero no quería decir nada para no hacerle daño a Robert, ni tampoco para que se preocupara. Tenía que hacer todo lo que estuviera en sus manos para que el poco tiempo que le quedara fuera el más feliz de su vida. Y si tenía que mentir,...pues mucho se temía que lo haría...
—Claro—contestó al cabo de unos silenciosos minutos—Volveremos a París.
Cerró los ojos y no pudo evitar romper a llorar, mordiéndose los labios para que Robert no le escuchara...sollozando por lo bajo pensando en lo solo que iba a sentir sin él a su lado...
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Un amor verdadero
FanficBill: 25 años, lleva desde los 19 con un prestigioso diseñador mucho mayor que él pero al que ama con todo su corazón, más en esos momentos en que está gravemente enfermo. Tom: 25 años también, no sabía en el lío en que se metía cuando vio pasar a B...