Capítulo 12

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Al día siguiente fue a trabajar y se sorprendió de ver a Bill. Enseguida fue a por él y tomándole del codo le invitó a un café.

—Pensé que no regresarías hasta que el señor Miller hubiera salido del hospital—comentó Tom carraspeando.

—Esa era mi idea, pero Robert ha insistido y no he querido discutir con él—explicó Bill—Me dijo que algunos diseñadores se habían quejado porque mi trabajo lo está haciendo Georg y no les gusta, y algunos otros lo están retrasando hasta que yo vuelva pero....no pueden posponerlo eternamente y la recuperación de Robert llevará su tiempo y no...no puedo pasarme tanto tiempo cuidando de él pero es lo que yo quiero...siento que Robert no me ama y eso me destroza el alma...

No dudó en abrazarle, le estaba escuchando y a él también se le partía el alma. Con cada palabra que Bill decía le caía una lágrima por la mejilla, sentía su tristeza y como le temblaba la voz, a punto de venirse abajo.

—Todo va a ir bien—susurró Tom acariciándole la espalda.

—Su corazón ha dado una señal de que ya le está fallando—explicó Bill con un hilo de voz—Los médicos le han recomendado que baje el ritmo de trabajo pero ya conoces a Robert y no les hará mucho caso.

—Lo hará por ti—aseguró Tom.

Bill no podía creerle, no conocía tan bien a Robert como él. Como cuando se conocieron, no paró hasta conquistarle sin importarle las consecuencias. Pasó varias noches sin dormir en el tiempo que duró el juicio sobre su divorcio, su ex mujer quería quedarse con todo alegando una infidelidad que jamás se pudo comprobar. Cuando él y Robert se declararon su amor profundo quedaron en no hacer nada hasta que él hubiera obtenido su divorcio, y habían sido muy cuidadosos en ese aspecto. Ni se vieron, y gracias a su discreción el juez no le dio la razón a la ex mujer y solo obtuvo una buena cantidad de dinero y algunas propiedades.

Pero Robert pasó mucho miedo, y se descuidó. Apenas dormía, comía y fumaba sin parar. Solo pudo respirar aliviado cuando la sentencia salió y una vez libre compró el piso donde vivían y una vez compartiendo su vida Bill le pidió que empezara a cuidarse.

Fue cuando su corazón le dio un primer toque, Robert dejó el tabaco a duras penas y Bill con él, aunque desde que fuera hospitalizado fumaba a escondidas para aliviar parte de la tensión que sentía.

Y en esos momentos, en brazos de Tom, se moría por un cigarro...

Suspiró y dio el abrazo por finalizado, se separó de Tom y se le quedó mirando. Era el primer amigo que había encontrado, sentía que podía hablar con él, que nunca le iba a traicionar. No era como los demás, que solo se le acercaban para llevárselo a la cama hasta que les rechazaba con un "no me interesa, tengo novio" y no creían sus palabras hasta que Robert entraba en escena y le besaba.

—¿Estás mejor?—preguntó Tom sonriendo con esfuerzo.

—¿Tienes un cigarro?—preguntó Bill en voz baja.

Tom asintió y metiendo mano en el bolsillo interno de su cazadora sacó un paquete de tabaco junto con un mechero.

—No sabía que fumabas—comentó Bill cogiéndolo.

—Y no lo hago—murmuró Tom.

—¿Y entonces porqué...?—empezó a preguntar Bill.

—Por si alguien me pide—contestó carraspeando—Yo tampoco sabía que fumaras, pero me imagino que en estas circunstancias debes necesitarlo.

—Lo dejé por Robert—explicó Bill tras encender un cigarro—Pero volví a fumar hace unos días porque como tú has dicho lo necesito.

Tom asintió y esperó en silencio mientras que Bill fumaba paseando por la habitación en la que se encontraban. Era una sala de reuniones en donde había una mesa al fondo con una cafetera ya preparada. Se acercó a ella y se sirvió un café y otro para Bill, quien tras apagar el cigarro en un cenicero aceptó la taza que le ofrecía y se la tomó suspirando.

Un amor verdaderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora