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𝒎𝒚𝒔𝒕𝒊𝒄𝒂𝒍 𝒅𝒆𝒍𝒖𝒔𝒊𝒐𝒏𝒔

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Damon Salvatore.

Debí haberme quedado. Hable con Amber en la mañana, fue poca su explicación pero tenia miedo, Dae. sonreí por el apodo, al otro lado de la linea Vivianne hablo, su voz susurrada denotaba la culpa que sentía.

Sabes que no lo permitiría. refute.

Lo se. suspiro un poco. Ire más tarde con Elena, me pidió que la acompañara en todo esto.

Esperare ansioso entonces, además miss novia preocupada no es una muy buena compañía... muy neurótica. como si mis palabras fueran un llamado Elena apareció por la puerta principal.

Damon.

Te dejo, cuídate y no me extrañes.

Escuche su risa y una despedida por su parte, con eso colgué el teléfono y levante mis cejas en dirección a Elena.

—No estoy aquí para discutir, quiero verlo.

—¿Era necesario el interrumpir mi conversación?, disfruto bastante hablando con tu linda amiga.

—Aunque no deberías.

—No eres mi mamá.

Me miro mal, seguido a eso encabezo el camino hacia las mazmorras de la pensión. Stefan estaba encerrado y parecía débil, ella se acerco y comenzó a hablarle, casi parecía irónico recordar la misma situación en 1864. La saque del lugar viendo como Stefan recobraba un poco más la conciencia. Elena lo miro con lastima.

—No soporto verlo encerrado así.

—Fuiste tu quien lo encerró.— le recordé.

—Con tu ayuda.

—No podía dejarlo suelto comiéndose gente mientras el consejo busca vampiros, ¿no crees?

—¿Y no tiene nada que ver con que te preocupas por el?

—Eso es lo tuyo, no lo mío.— salí del lugar.

Cuando subí vi a Vivianne sonriéndome en lo alto de las escaleras, parecía victoriosa de estar allí sin que lo supiera, yo mismo lo encontraba sorprendente.

—Al parecer necesitas reforzar la seguridad de tu casa.— comento burlesca.

Aparecí a su lado, sonriendo.

—Eres astuta.— puse mis manos en sus caderas. —¿Cómo lo lograste?

Ella señalo a sus pies y luego a la entrada principal, allí se encontraban posadas en el suelo sus botas altas, detallé que estaba en medias ante mi, por lo que le sonreí con ternura.

—Un buen truco.— me acerque a ella. —¿Sin saludo de buenos días?

—Te salude en la llamada.— contesto extrañada. —¿O no lo hice?, discúlpame, seguro se me paso yo en serio...

Me acerque otro poco, rozando su nariz con la mía mientras la miraba en un tono algo burlesco.

—¡Oh!, ya entendí.— sus mejillas tomaron un tono rosado.

Deposite un suave beso en sus labios, dando paso a la sonrisa que generaba en mi y como la comodidad en mi ser me hacia deseoso de compartir aun más.

—Buenos días.— susurre al alejarnos.

𝑳𝒆𝒕𝒕𝒆𝒓𝒔 𝒇𝒐𝒓 𝒉𝒊𝒎 | damon salvatoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora