Eliza

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Se tomó el día libre, solía hacerlo antes de impartir clases magistrales de cardiología en unas de esas prestigiosas conferencias. Le encantaba, era una apasionada de su profesión, por eso no dudaba cuando la buscaban para ofrecerle un sitio especial en ellas, quería transmitir al público asistente, a colegas como ella, su pasión, su visión sobre aquella materia, no se cansaba de aprender nuevas técnicas que salvarían más vidas, que dentro de lo delicado lo harían todo más fácil, más revolucionario y ese era otro de sus puntos fuertes. Desde hacía unos cuantos años vivía totalmente centrada en la medicina, era mejor así, lo había descubierto a las malas, pero lo importante era que lo había hecho a tiempo, y gracias a eso ahora era una de las Doctoras más prestigiosas del país, de Europa si se ponía un poco egocéntrica, pero sí viajaba por todo el continente al menos un par de veces al año, tal vez era más realista que egocéntrica, a ella le gustaba mirarlo así, porque a pesar de su posición en aquel mundo, siempre mantenía los pies en la Tierra, nunca se creyó más que nadie, le gustaba ser cercana tanto a compañeros como a sus pacientes, porque esa profesión sobre todo trataba de ser humana. Una profesión que la eligió a ella, tuvo la suerte de tener claro lo que quería hacer con su vida desde temprana edad y todavía más suerte fue que su cabeza la acompañara para poder hacerlo posible.

Día libre y nada de sueño, eso le pasaba por haberse dejado dormir aquella mañana más de lo normal, no se iba a perdonar si al día siguiente aparecía con ojeras o cara de loca perturbada que utiliza las noches para crear virus en un laboratorio casero. Su imagen para ella era muy importante, sobre todo para ese tipo de eventos, tenía responsabilidades y requería una cierta presencia y para qué mentir, la razón más principal de todas es que allí habría fotógrafos y muchas de esas fotos estarían centradas en ella. Serían publicadas en revistas de medicina y si había alguna doctora sexy ojeando aquellas páginas no quería que pensara "Ug la doctora Taylor, menos mal que al menos es lista" Quería más reacciones tipo "joder con la doctora Taylor, podría ser tonta si quisiera" porque era cierto que no se ataba a nadie, pero no quería descartar ningún polvo por muy poco probable que fuera la oportunidad de que una doctora sexy que ojeara esa revista coincidiera con ella.

Dios, es que a veces pensaba que era demasiado lesbiana, lo sabía desde muy temprano también, parecía que la vida quería dejarle clara cualquier cosa prioritaria que ella debiera saber, y lo agradecía, sinceramente, la heterosexualidad era una quimera para ella y la bisexualidad nunca se la había planteado, jamás perdió tiempo preocupándose o dándole vueltas a la cabeza, jamas se agobió, jamás sufrió a consecuencia de su orientación sexual y pudo contar con una familia, que no le puso piedras en el camino, una familia que se tomó la noticia como era, natural. Recordaba que ese día, poco antes de cumplir catorce, estaba algo nerviosa, había decidido dar el gran paso de salir del armario frente a la gente que más le importaba y ahora a sus treinta y seis, hasta su abuela de noventa y cuatro le preguntaba porque no se echaba otra vez una novia, ella simplemente la miraba y le decía "Yaya, ahora no tengo tiempo" y una de las veces, aquella mujer le dijo algo que jamás se le olvidaría, algo que se repetiría en su cabeza cientos de veces cuando ni siquiera estaba pensando en nada o cada vez que una mujer salía de su cama "eres la mejor arreglando corazones y no puedes arreglar el tuyo" lo dijo en aquel tono que grabó también. Tenía razón, se dedicaba a darle esperanza a los corazones de los demás, a mejorar sus vidas, pero el suyo llevaba roto mucho tiempo, pegado a duras penas, lo recompuso como pudo y no quedó mal del todo, de hecho le servía de sobra, tal vez fuera lo mejor que le había pasado, tener un corazón maltrecho que permitiera centrarse en lo verdaderamente importante, en el eje de su vida, sin distracciones que tal vez la frenaran porque le restaban tiempo, desechar ese algo que pensaba que ya no era para ella, era libre para avanzar en su carrera, sin tiempos muertos u obligaciones que la hicieran frenar el paso, aunque eso supusiera renunciar a lo que más había deseado jamás, a eso que tocó con los dedos y le fue arrebatado de una forma cruel, eso que la hundió hasta tocar fondo, cuando renunció al amor, renunció a todo lo demás también, tal vez la naturaleza tenía otros planes para ella, en contra de su voluntad, prefería pensar que todo lo que marcaba su vida eran decisiones personales, lo hacía menos duro. Intentarlo tan sólo le produciría más dolor y no quería volver a pasar por lo mismo, no lo soportaría, el desamor al fin y al cabo no es lo peor de todo y ahora que por fin había levantado cabeza y volvía a volar alto, ahora que las sesiones con su psicóloga se reducían a la mínima expresión, no pensaba dar ni un paso atrás. Por eso alejaba de su cabeza aquellas palabras de su abuela, no tenía sentido dedicarles ni un segundo de su vida, era feliz así, en ese modelo de vida que había elegido vivir, se protegía de todo lo que le había hecho daño y no negaba que había sido feliz, lo fue y mucho, durante una época de su vida lo tuvo todo, tal vez fue la mujer más feliz del mundo, pero eso formaba parte de un pasado en el que no quería pensar, porque esa felicidad ahora se le clavaba como puñales, porque pasó del todo a la nada en cuestión de poco tiempo, en un suspiró todo cambió y ella cambió junto con sus circunstancias.

VirahaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora