Peligrosa felicidad

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ELIZA

Puede que se estuviera volviendo loca o que el poco tiempo que faltaba para tener que despedirse de ella estuviera afectando a su buen juicio. Pero es que pensaba en el tiempo que habían dejado atrás, en cómo se le había escapado de entre los dedos y le daba un poco de vértigo que pasara también con el que le quedaba por delante. Pensaba en el momento en que la morena subiera a ese avión, eran cada vez más recurrentes las ocasiones en las que lo hacía, en los que imaginaba ese fatídico escenario y sentía que cada kilómetro que se alejaba de ella a una velocidad demasiado rápida, era como una puñalada que se le clavaba en las partes más dolorosas de su anatomía. Ya ni siquiera le asustaba sentirse así, lo que la mantenía con una sensación de angustia era alejarse de ella, poner tierra y océano de por medio y no volver a sentirla más, había dejado un miedo para engancharse a otro, aunque asumido, no lo hacía menos impactante, el miedo inevitable de perderla, de perder a lo que se había acostumbrado, a todo lo que le estaba dando, sin pretenderlo le había cambiado la visión de la vida a base de besos y miradas cálidas, de caricias que habían encontrado dueña, que habían conseguido traspasar su piel hasta el punto de acariciarle el alma, cuando menos lo esperaba, cuando no lo buscaba, había aparecido todo aquello que nunca quiso olvidar. Porque era verdad que había algo más, algo diferente a lo que había decidido vivir, pero no era para ella y eso se repetía constantemente cada vez que pensaba que Alycia tendría que irse de su lado y con eso se conformaba, sería un adiós que no querría pronunciar, una despedida demasiado amarga, puede que injusta también, renunciar a eso era cruel, pero la mantendría a salvo, a salvo de esos miedos que ahora no sentía, pero que era cuestión de tiempo que volvieran a aparecer, porque dejar a alguien entrar de esa forma en tu vida los llevaría inevitablemente a despertarse de nuevo.

Sentía que cada segundo que pasaba lejos de ella era tiempo perdido, desperdiciado, echado a la basura y sin posibilidad de ser reciclado, tiempo que pasaba pensando en ella, pero con eso no le bastaba, no le servía pensar que al día siguiente iba a volver a verla si no era porque se despertaba a su lado, porque eso significaba también que lo último que vio antes de cerrar los ojos había sido a la mujer que tan loca la tenía, poco cuerda, rematadamente inestable, y sentirse así, tan alejada de la realidad que la mantenía anclada, que lo había hecho durante tanto tiempo, hacía que su corazón latiera sensaciones difícilmente descriptibles hacía el resto de su cuerpo, hasta cada pequeño rincón de él. Sensaciones que anestesiaban su parte más racional y la ayudaban a disfrutar del momento, a dejarse llevar sin pensar en más consecuencias, simplemente porque necesitaba que fuera así, necesitaba abrazarse a aquel regalo en forma de mujer todo el tiempo que pudiera, ya lo tendría de volver a su vida anterior, involuntariamente, pero lo tendría, tiempo de volver a acostumbrarse de forma forzada pero segura a lo que era antes de que esa chica pusiera un pie en su ciudad. Pero si ella estaba loca, Alycia no estaba demasiado cuerda tampoco, porque le había dicho que sí. Le dijo que si con una bonita y tímida sonrisa, como si lo hubiera estado esperando porque caía por su propio peso y a la vez le diera una dosis extra de ilusión al verde de sus ojos. Dos locas viviendo en su propio mundo, uno que tan sólo ellas dos entendían, una burbuja de enajenación mental que las atrapaba y de la que no querían salir y le daba igual que nadie más comprendiera en lo que se estaban metiendo, tal vez si lo estuvieran sintiendo, si tuvieran la oportunidad de vivirlo como ellas, entenderían que era la locura más sensata y racional que pudieran encontrar jamás. No sabía por qué estaba tan nerviosa sí prácticamente nada iba a cambiar, tan solo se ahorraba esas horas en las que dejaba de sentir su presencia después de verla desaparecer por las puertas de aquel hotel, puertas que había terminado odiando firmemente aunque no tuvieran la culpa de nada, pero para ella tenían el significado de despedida, de una fuerza que tiraba de la morena hacía un lado y de ella hacía el opuesto y por eso, la próxima vez que pasara por delante de aquel hotel, se reiría de ellas, en su cara, una perturbada burlándose de unas puertas automáticas que ya no tendrían ningún valor en su vida porque ella se lo había quitado. Que os jodan.

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