Me conformo con quedarme en tus recuerdos

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Inmóvil. Paralizada. Sin latido. Un vuelco generalizado de calor y vértigo de su cuerpo que la frenó en seco, sudor frío. Juraba por lo más sagrado que sintió desconectar su cerebro y rezó por que no volviera en sí. Porque si volvía a la vida, no iba a poder seguir ignorándola después de aquello y todos sus esfuerzos se reducirían a cenizas. Pasó de estar terriblemente cabreada al verla allí a no saber cómo sentirse, porque cómo se la estuviera jugando... Si fuera un truco sucio para llamar su atención... No se responsabilizaba de sus actos. Pero cómo fuera verdad... Tendría que replantearse toda su existencia y construir de nuevo cada esquema en su cabeza, si era verdad se moría allí mismo, tan rápido que no le daría tiempo ni a llegar a besarla con toda su alma. No tenía motivos para pensar que no fueran dos palabras desesperadas, para poder por fin soltar su excusa y vaciar sus remordimientos, porque si fueran verdad había tenido tiempo para decírselo, igual que ella estuvo apunto de confesárselo aquel tiempo atrás, si fueran verdad, no habría sido capaz de jugársela así, de ponerla en aquella situación que no le deseaba a nadie. Incapaz de girarse hacia ella, tenía miedo de lo que iba a encontrar en su mirada, tan solo sentía su corazón latiendo de forma excesiva, golpeando contra ella una y otra vez, brusco, desesperado, sin saber bien porqué lo hacía, si por miedo, por angustia o porque se la había creído desde el primer momento y trataba de avisarla de algo. Estaba fuera de sí, inmersa en un mundo aparte. Hasta que escuchó de nuevo su voz, más cerca de lo que se podía haber esperado.

—Eliza por favor, solo me quedo dos días, no tengo mucho tiempo. Por favor escuchame.

Del "¿Qué coño hace aquí?" acompañado de esos sentimientos de rabia y desazón, de hastío, de no poder con la situación, de no entender qué era exactamente lo que quería de ella, la razón por la que buscaba hacerle daño una y otra vez, por qué le parecía tan divertido que no paraba, de estar segura que solo había sido un mero entretenimiento y por eso se encargaba de insistirle cada dos por tres que lo que tenían no significaba nada más allá de caricias y orgasmos, porque no la quería a ella, porque lo quería a él y tan solo era un bufón en su historia de infidelidad a "¿Solo dos días?" y sentir una angustia aún mayor. Dos días y desaparecería de su vida para siempre si conseguía lo que quería de ella, rematarla en el acto. Pero todo cesaría, podría ponerle punto y final y retomar su vida de verdad después de echarla definitivamente fuera. Un pequeño sacrificio, que muy en el fondo estaba deseando hacer, porque a pesar de todo, necesitaba una explicación, puede que no se la creyera, o que le diera igual, tal vez encontraría más dolor en sus palabras, pero sería todo a lo que podía aspirar, sería su verdad, la que le quisiera contar esa chica, y tendría que valerle, tenía que hacer que le valiera independientemente de lo que encontrara. Así que cogió aire, apretó fuerte los ojos y lo soltó todo en un suspiro, tratando de encontrar la fuerza para darse la vuelta.

—¿Qué haces aquí?

La voz le tembló y no solo fue por tenerla delante otra vez, con la cercanía que perdió hace meses, lo que hacía que la distancia le doliera tanto, esos ojos verdes, oscuros e intensos, que le atravesaban su parte más cálida, sin pedir permiso, llegaban al fondo de todo lo que era, trastocándole la vida entera, llevándola a aquel mundo en el que por un tiempo tan solo vivieron las dos, le quemaba por dentro haberlos echado tanto de menos, ser consciente de cuánto en realidad, de que esa mirada tan solo la buscara a ella, como cuando pensaba que no podía mirar a nadie más, que le pertenecía solo a ella. Sus labios clamando por hacerse escuchar, los que con tan solo ver, hacían hormiguear los suyos propios, porque moriría por besarlos una y otra y otra vez, hasta atrincherarse en un beso infinito, esos que desafiaban a la ley de la gravedad atrayéndola deliberadamente y lo único que ella podía hacer, era dejarse llevar, volatilizando a posibilidad de desafiarla. Le jodía tanto estar enamorada de ella, sabiendo que a la vez era lo único natural que podía haberle pasado. Se enganchó a aquella mirada mientras esperaba una respuesta, y le daba igual si tardaba, porque aunque en ella no veía un atisbo de algo que la reconfortara, volvía a mirarla solo a ella. Porque la amaba y ese sentimiento siempre había hecho temblar todos sus cimientos, entendió que eso no había cambiado.

VirahaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora