Episodio 1

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Valentina respiraba frustrada, sabía que había sido una pésima idea asistir a escondidas aquel día a esa audición. Ahora se encontraba al otro lado de Madrid y, a causa del tráfico, le sería imposible llegar a tiempo al congreso anual de medicina cuya ponencia principal era la de su padre, Vicente Carvajal.

- Papá me va a matar – era todo lo que pensaba y no resultaba descabellado con lo psico rígido de su carácter cualquier cosa podría pasar. La joven pidió ayuda a unos de sus hermanos, Fede, el mayor de los tres, para ganar tiempo mientras lograba la hazaña de llegar.

Un Uber, descartado pues la aplicación le marcaba hora y media para arribar al lujoso hotel donde se realizaba el evento. Un taxi, peor. El autobús, ni pensarlo. La única opción, el Metro, si supiera usarlo claro está. Corrió hacia la estación que estaba a pocos metros de allí y compró una tarjeta para abordar, fue entonces que se dio cuenta de que no tenía ni puta idea de hacia cuál anden dirigirse o qué hacer. No podía estar en una situación más complicada, tenía menos de cuarenta minutos para unirse a su familia o estar castigada por el resto de la vida. Se acercó a la pared para ver el mapa y las estaciones, pero no entendía un carajo de todas las rayas y cosas que veía. Volvió a suspirar frustrada y cerró los ojos pidiendo una especie de milagro al cielo. En ese instante un par de chicos, que bromeaban por el pasillo, la empujaron haciendo que cayeran al suelo las carpetas que llevaba en sus manos. Los individuos siguieron caminando como si nada y ella se acuchillo para recoger sus pertenencias. Justo en ese momento se acercó a ella alguien para ayudarla.

- Permite que te ayude – dijo con voz dulce la joven que se colocó a su altura.

- Muchas gracias – respondió sin mirarla, pero cuando los dedos de ambas se rozaron ligeramente sintió un salto inesperado en su pecho. Cual publicidad de película romántica, al levantar su rostro, se encontró con los ojos marrones más lindo que había visto en su vida y no pudo evitar sonreír.

- No tienes nada que agradecer – la chica de pelo negro quedó pasmada ante la belleza de su rostro angelical y aquellos ojos de mar que la miraban como nunca nadie lo hizo. Pasaron varios segundos antes de que alguna de las dos pudiera hablar, solo se miraban como si se conocieran de otras vidas. Se sonrieron mutuamente.

- Gracias otra vez – respondió con cierto nerviosismo. La joven frente a ella era simplemente hermosa, su sonrisa, cada facción de su rostro era único.

- Un placer ayudarte – respondió – Bueno, que tengas linda noche.

- ¿Me podrías ayudar con algo más? Por favor – se atrevió a preguntar y ella asintió – Es que necesito llegar al Hotel Meliá Gran Fénix en menos de media hora.

- La estación más cercana es la de Recoletos, desde ahí serán solo unos diez minutos, ¿sabes qué línea tomar? – ella negó – Nunca has tomado el Metro, ¿cierto? – a leguas se notaba que pertenecía a una familia acomodada, su ropa, su perfume, todo en ella lo gritaba.

- Nunca – admitió y ella sonrió.

- No te preocupes, ven, yo te acompaño – ofreció amablemente – Por tu cara de pánico imagino que podría tratarse de un caso de vida o muerte.

- Algo así, es que debo llegar al congreso medico en el que participa mi padre y si no lo logro estará más que furioso – confesó.

- No te preocupes, no permitiremos que eso pase, prometo que llegaremos a tiempo – al ver sus ojos sintió una calma inexplicable, esa sensación de conocerla de otra vida – Confía en mí - Corrieron hacia el anden correcto y lograron abordarlo entre risas, era toda una experiencia correr junto a una desconocida. Unos veinte minutos después llegaron a Recoletos y desde ahí volvieron a correr hasta el hotel – Te dije que llegaríamos a tiempo – dijo la chica de ojos marrones intentando recuperar el aliento.

Sueño de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora