Episodio 12

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Día tras día la ojiazul entrenaba con empeño para su prueba de admisión en la academia, logró establecer una rutina de asistir a sus clases en la facultad, almorzar en casa con su familia e ir al taller para practicar al menos dos horas. Su novia era la más feliz, con eso podía verla diariamente e infundirle toda esa confianza que tenía en ella y su talento. Estaba segura de que lo conseguiría, le sobraban agallas y decisión y eso es lo más importante para construir los sueños. A veces se quedaba en la puerta, en absoluto silencio, viéndola disfrutar cada giro, cada movimiento, cada sonrisa que se dibujaba en su rostro ante la satisfacción de saber que, poco a poco, iba perfeccionando su técnica.

Valentina se sonrojaba constantemente ante la dulzura de sus palabras y el brillo de orgullo en sus ojos al observarla, estaban en una especie de burbuja de amor donde solo importaban ellas dos y todo ese amor y complicidad que, desde el minuto uno, existía y que empezaba a crecer con descontrol. Sus sentimientos no conocían limite, cada segundo las unía más, se conocían mejor, sus almas se complementaban a otro nivel. Ambas sabían que se trataba de ese amor de novela que dura para siempre y que la mayoría busca durante toda la vida sin éxito, pero ellas se habían encontrado y de perderse no tenían intención. Muy por el contrario, defender su relación de todo y todos era el plan porque valía la pena tenerse eternamente.

Casi siempre, al concluir con su ensayo, la ojiazul ayudaba a Juliana con las cuentas y los registros del día en el taller. Eso hacía que todo estuviera más ordenado administrativamente y le permitía a su dueña no acumular pendientes. En resumen, con el paso de los días formaron un equipo maravilloso. Tan perfecto y armónico que parecía que ya lo eran desde otra vida, otro universo, como si desde antes habían trabajado una al lado de la otra, codo a codo.

- Gracias por hacer esto, Val, la verdad es que no soy buena para estas cosas – reconocía la morena mientras terminaban de registrar facturas en el sistema electrónico de hacienda.

- No me agradezcas, es lo mínimo que puedo hacer por ti, me prestas este lugar para mis ensayos y estás conmigo todo el rato – respondió sonriente.

- Siempre voy a estar, si es lo que quieres – se miraron a los ojos fijamente – Me encanta mirarme en tus ojos, es lo más bonito que me puede pasar en todo el día, cuando me veo en ellos me salta el corazón... a veces me da miedo que sea un sueño – acarició su mejilla con delicadeza absoluta.

- ¿Por qué? – sonrió con suavidad.

- Porque eres todo lo que soñé, una niña hermosa, de nobles sentimientos, con una sonrisa que le pudiera dar luz a mi alma triste y rota, alguien que me inspirara a ser mejor, por quien sería capaz de atravesar el desierto más grande... por ti quiero alcanzar estrellas y bajártelas todas como regalo solo para verte sonreír – el corazón de la ojiazul martillaba con fuerza ante aquella declaración tan hermosa – te quiero tomar de la mano y recorrer el mundo juntas.

- Eres lo más bonito que me ha pasado en la vida, todos los días doy gracias por haber entrado en aquella estación del metro, mi vida es mucho mejor ahora que eres parte de ella – besó su mano colocada en su mejilla y la pelinegra cerró sus ojos un instante – Eres tan increíble y maravillosa, quiero ver el mundo a través de tus ojos y que tengamos un millón de aventuras, solo nosotras.

- Te prometo que las tendremos, cielo – se besaron despacio, con calma, con ternura - ¿Quieres que vayamos a cenar a algún lugar o prefieres en casa?

- Pensé que iríamos a la carrera de esta noche, Fede estará allí e Ivana – comentó recogiendo algunas cosas del escritorio.

- Nico también – respondió - Me refería a cenar algo antes, desde el almuerzo no hemos comido nada, imaginé que tendrías hambre - ella asintió.

Sueño de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora