Episodio 21

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Aquel viernes era muy especial, diferente al resto, importante por demás. Juliana se miraba al espejo y una sonrisa se dibujaba en sus labios mientras su corazón palpitaba con fuerza y recordaba todo por cuanto había pasado para llegar a ese momento, las lágrimas que derramó al verse completamente sola en el mundo tras la muerte de su padre, la tristeza que le sobrevino cuando sintió que su sueño de ser ingeniera se le escapaba de las manos, las veces que estuvo a punto de perderlo todo, incluso su taller. Fue una época dura, repleta de ocasiones en las que se quiso rendir, donde se sentía sin rumbo, en la que no encontraba motivos claros para sonreír hasta aquella noche mágica en que una hermosa ojiazul apareció en su camino y empezó a cambiarlo todo. Lo mejor del mundo es que no vino sola, le acompañaba una familia llena de bellos sentimientos y que le abrió las puertas de par en par para que fuese parte de sus vidas. Fede se convirtió en uno de sus mejores amigos y su socio en el modesto equipo Sky en el circuito profesional, Ivana dirigía toda la línea creativa y de mercadeo de su negocio, la señora Isabella le hizo un espacio en su corazón al lado de sus otros hijos y, aunque al principio parecía imposible, Vicente se transformó en una figura paterna con quien tenía más cosas en común de las que nadie habría pensado. Todos ellos junto a don Paco y Nico eran su familia, Valentina era su hogar y el lugar seguro donde su alma encontraba la paz y su corazón se recargaba. Su amor por ella no conocía limite alguno, era como una avalancha que crecía en tanto pasaba el tiempo.

Era el día de su graduación, y por supuesto que se permitiría a sí misma llorar, de hecho, lo necesitaba para exorcizar esos miedos de que todo fuera un sueño y entender que allí estaba y frente a ella una nueva meta cumplida. Aparecía su novia para secar la humedad de sus mejillas y regalarle una sonrisa a la vez que le ayudaba a arreglar la solapa del elegante traje negro que había elegido para la ocasión.

- Te ves hermosa – confesó la ojiazul y le regaló una sonrisa.

- No más que tú – respondió con media sonrisa. Su novia parecía un ángel, estaba ataviada con un vestido beige, su melena suelta y muy poco maquillaje – Gracias por creer en mí más que nadie en el mundo, por tomar este "tren" conmigo y arriesgarlo todo... por cada noche en que te mantuviste despierta a mi lado mientras estudiaba, por cada beso de la buena suerte antes de mis exámenes, por sacrificar tu vida perfecta para venir a luchar por esto conmigo, por las madrugadas con resfriado en que no te apartas de mí ni siquiera por miedo a contagiarte – sonrieron ambas levemente – Gracias por compartir todo conmigo, incluyendo tu familia, por hacerme sentir la mujer más especial del mundo, por elegirme todos los días.

- Nunca fuiste una elección, Juls, eres y siempre serás mi persona, el amor de mi vida. Fue verme en tus ojitos marrones y saber que pasaría el resto de mi existencia a tu lado – comentó y besó su mejilla con suavidad – Estoy muy feliz por poder compartir este día contigo, siento que me va a explotar el pecho de orgullo, te mereces esto y mucho más. Tu inteligencia, ese espíritu resiliente e incansable te ha traído aquí, así que solo disfrútalo, mi vida, sonríe porque hoy no hay lugar para las lágrimas. Es momento de festejar el cierre de un capítulo y el inicio de otro que será igual de emocionante que este.

- Te amo tanto, Valentina Carvajal, que, a veces, pienso que se me va a salir el corazón del pecho – se miraban fijamente a los ojos – Gracias por estos cuatro años tan maravillosos, por darme motivos para sentirme completa.

- Yo también te amo más que a nada en el mundo – compartieron un pico fugaz para evitar arruinarse el labial.

Sí, habían pasado cuatro años de relación, aprendizaje, de cambios, de enfrentar y superar problemas, de risas, de compañía mutua, de miedos zanjados porque se tenían una a la otra, de curar heridas del pasado. Cuatro años de una hermosa convivencia que dejó atrás las dudas iniciales provocadas por la inexperiencia de ambas, lograron mostrar a todos que para sostener una relación seria y comprometida no es necesaria una edad definida sino un amor profundo y la certeza de querer pasar el resto de tus días con ese alguien especial que te ayuda a caminar por las brazas de la vida sin permitir que te rindas. Se requiere un alma profundamente enamorada, un corazón que consiguió a su par y sabe que ahí es y que no necesita nada más. Eso eran Juliana y Valentina. A su corta edad el libro de sus vidas ya tenía muchas páginas, estaba repleto de historias y vivencias, de momentos buenos y otros no tanto, de subidas y bajadas, pero siempre tomadas de la mano.

Sueño de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora