19-4. Monstruos

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El bosque no se caracterizaba exactamente por ser alguna especie de jardín mágico repleto de animalitos cantores y criaturillas agraciadas.

Era oscuro, húmedo y traicionero. Nunca sabías desde qué matorral una bestia enloquecida saltaría para arrancarte la cabeza y beber tu sangre o un siniestro árbol te enredaría con sus ramas para estrangularte...

Aún así, para Emile, era como dar un paseo matutino para bajar el desayuno. Cabalgaba al frente del grupo, como cabría de esperar y con un extraño sentido de la orientación, estaba dirigiendo su expedición, sonriente como siempre, directo al corazón de la horda de monstruos.


El tiempo se estaba acabando. Las criaturas ya tenían casi completamente su campamento rodeado e incluso para él, sería imposible llevar a cabo su cometido si se quedaba solo.

Las hojas de ébano le habían informado que, de tener algún foco guía, estaría a cuatro kilómetros en esta dirección. Emile no conocía la apariencia del cabecilla de la horda ni tampoco del artefacto con el que encantaba a los animeles, solo tenía ojos para concentrarse en conseguirlo, fuera lo que fuese... confiaba en que lo sabría en cuanto lo viera.

Con un gesto ordenó que subieran por una empinada colina a la derecha.


El doctor los siguió en silencio mientras se fijaba en sus compañías.

Frente a él había un hombre de escasa cabellera y semblante de piedra, con una larga barba blanca y estaba envuelto en un manto cuyo patrón se fundía con las sombras vetustas del bosque que lo rodeaba.

No lo había escuchado decir ni una palabra, a diferencia del otro con una túnica que hablaba hasta aspirando aire.

Cabalgaba frente al anciano, aunque tenía un enorme sombrero que le cubría el rostro y una voz chillona, por lo que no sabía si era más joven o viejo. Lo envolvía un espeso manto purpúreo con el diseño de constelaciones que el doctor juraba, había visto moverse y parpadear.

—La morfología de las bestias últimamente vistas no son como las acostumbradas que aparecen en el territorio— se rió él solo de lo que dijo —Sí, sé que llamé ordinarias a unas criaturas mutantes y diabólicas que surgieron por una enfermedad maldita. Pero mi punto es, que muchas de las especies que he visto aquí son oriundas de zonas mucho más alejadas. Conozco que la primera bestia mutante registrada data de apenas diez años aproximadamente, pero ya existen innumerables documentos y enciclopedias que catalogan su comportamiento y hábitat_

—Son monstruos, su comportamiento es agresivo, su hábitat es el bosque y su dieta se compone de lo que quieran— con una voz tajante, el teniente de Emile, que iba justo detrás del mismo interrumpió al extraño aficionado.

—No exactamente, si te dieras el tiempo de comprenderlos, entenderías que son animales complejos e incomprendidos, con personalidades diferentes incluso.

El silencioso cazador e incluso el mismo Emile dirigieron la vista hacia atrás para darle una rápida mirada de repelús antes de volver los ojos al frente.

—¿Está casado, señor...?

—Oh, mi nombre es Thomas Thule II, doctor— respondió con una risa —No, nunca he estado casado ¿qué tiene eso que ver con mi punto actual de las bestias mutantes?

—Tiene mucho que ver...


Cabalgaron hasta la cima de la colina y desmontaron. Esperaron un rato hasta que hubo algo a la distancia que captó su atención.

Teaching Feeling: Sentimientos ApestososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora