20. El corazón de la apatía

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El doctor abrió y cerró los ojos varias veces, con fuerza, pero no podía apreciar ningún cambio. Estaba rodeado por una oscuridad tan absoluta como muchas ocasiones imaginó que se encontraría al final de su vida.

¿Estaba muerto? Se preguntó, no se sentía muy diferente a cuando estaba vivo... solo un poco ciego.

"Si estoy muerto... ¿Dónde están los demás muertos? ¿Dónde están las almas en pena y los despojos mortuorios?"

Si éste era alguna suerte de limbo, era obscenamente solitario. Por lo que el doctor concluyó que todavía se encontraba con vida, pero atrapado en un bolsillo.

Ya que no podía ver, toda su atención se desviaba automáticamente a sus otros sentidos. El olor a cuero insípido y a pasto húmedo, el sonido de su propia respiración... y una sensación extraña de pesadez.

Se sentía como estar bajo el agua.

El aire (si es que lo había) estaba pesado, no como para aplastar sus huesos, sino solo para irritarte un poco, pensó el doctor.

Sin nada que ver, nada que escuchar, el doctor decidió caminar. ¿Adónde? Qué importaba, en ese lugar de seguro no existía algo tan rebuscado como una dirección. Solo camino al frente. ¿Era el frente original, o su frente actual luego de girarse unas cuantas veces? ¿Estaba caminando en línea recta o se desviaba ciertos grados hacia la izquierda o derecha? ¿Babor o estribor?

"Solo camina..."

Apático de preguntas solo se limitó a avanzar, hasta que algo le señalara un patrón, un cambio, una variación en este páramo oscuro y asqueroso.

Pero... ¿Cuánto tiempo?

¿Cuánto tiempo pasó? ¿Una hora? ¿Un día...? ¿Un año? ¿¡Una década?!

Era extraño, no podía sentir el paso del tiempo, no se sentía cansado o hambriento, ni siquiera una urgencia de su reloj biológico. No podía hacer nada más que caminar, pero no tenía la recesión de cuantos pasos había dado.

Sus pensamientos habían llegado a su fin lógico hace... ¿tres kilómetros? ¿Diez? ¿Cincuenta...? ¿Cien kilómetros?

¿Cómo sabía siquiera que estaba avanzando?

"Esa magia salvaje de Ouroboros ciertamente es aterradora..."

Por suerte el doctor era un hombre experimentado, habituado a las cosas extrañas como los espejismos y los espacios de fisura. Solo debía mantenerse concentrado y tarde o temprano encontraría la manera de salir de aquí.

"Este tipo de trucos están ideados para hacerte perder la cabeza, quebrar tu mente y crearte un trauma incurable."

Justo cuando el doctor pensaba en eso, por fin halló la singularidad que estaba buscando... aunque sinceramente pudo estar buscando cualquier cosa.

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La gran serpiente de Ouroboros poseía una mirada opresiva. Ojos enormes y brillantes. Su mera presencia era tiránica, cuando se estiraba parecía que su sombra podría cubrir el mundo entero. Su lengua zigzagueante como un látigo tenía la fuerza para partir arboles a la mitad, ni mencionar a un hombre...

Luchar contra una criatura así era complejo. No tenía garras ni extremidades siquiera, pero su increíble flexibilidad convertía la pelea en un doble riesgo. Si fallaba un ataque quedaría expuesto, si no tenía cuidado de cada metro de su cuerpo sería aplastado, si perdía de vista la cabeza también perdería la suya...

Teaching Feeling: Sentimientos ApestososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora