11. Pandemónium

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Tras dejar la cafetería, nos encaminé a los barrios al este de la ciudad. Rotza era una fuerte potencia económica, o bueno, una de las últimas bases de economía estables de antes de La Peste. Los suelos en la zona céntrica estaban adoquinados y limpios, los comercios bien abastecidos, atendidos y además resguardados por vigilantes privados y milicia local.

Sylvie parecía admirar todo lo que veía, ciertamente nuestro tiempo en Scromwolt fue corto y nada agradable para ella, ahora con el vestido azul que le concedió Aurelia diría que puede evitar las miradas más fácilmente.

El problema era yo. La gente siempre vigilará de dónde viene y hacia dónde va un médico de La Peste.

Era molesto. Había varios... no nos cruzamos con ninguno, pero Sylvie se aseguró de inspeccionar bien a cada uno.

Doblamos en una esquina más apartada y llegamos a una extensa calle solitaria con pocas viviendas ocupadas.

Al final de la calle, se alzaba una casa de dos pisos que resaltaba por su aparente falta de mantenimiento; paredes descoloridas, ventanas polvorientas y un jardín muerto con un árbol seco que debería proveer de sombra...

Era hasta un poco lúgubre. Pero era mi lugar de residencia.

Noté como Sylvie empezaba a quedarse atrás cuando descubrió que nos dirigíamos allí.

--¿Sylvie?

--¿Es... esa es su casa, Amo?

Parecía asustadiza sólo por ver la casa. Eso me ofendió un poco, no creí que la pequeña Sylvie fuera exigente, creo que la he mimado demasiado y hará falta algo de disciplina.

--Lamento si no es una lujosa casa de campo como estás acostumbrada, hasta hace menos de una semana, no había tenido expectativas de nadie qué cumplir sobre mi casa.

Ella seguía siendo una esclava, aunque yo la consideraba más como una paciente y una protegida... hasta que ella misma no forjara sus méritos personales y cambie su propia perspectiva, solamente era equivalente a una huérfana.

--¡A-Ah! ¡N-No no Amo... lo siento! ¡Lo siento mucho!

Ella se asustó un poco con mi réplica, supongo que pudo comprender fácilmente que su actitud ahora estaba siendo insolente.

De los alrededores de la casa una particular manada de engendros demacrados y escamosos se dio a la fuga con las manos manchadas y sus dientes goteando.

Creo que antes habían sido niños pequeños... puede ser eso lo que pasa cuando sucumben al hambre y la desesperación.

--...

Ahora los temores de Sylvie estaban justificados, este sitio no era diferente de una infestación de ratas. Oculté mi vergüenza detrás de mi máscara.

--Aunque creo que algunos cuidados no le vendrían mal...

Sylvie me miró con ojos indescriptibles y lo que juzgué como un puchero. Sólo asintió en silencio a mis palabras y se acercó lentamente viendo la casa con desconfianza.

Cuando llegó a mi lado, la tomé de la mano en un intento por aligerar las cosas.

--¡Ah! ahh... amm...

No se esperaba que hiciera eso, yo tampoco había pensado hacerlo. Parecía nerviosa, supongo que es porque nunca habían tomado su mano antes. Aceptó de a poco mi agarre apretando con sus dedos, dejándose guiar sin prisas al interior de mi casa.


El lugar era más decepcionante por dentro, incluso aburrido.

La iluminación amarillenta que se colaba por las cortinas llenas de polvo daba una sensación ordinaria de calidez... alumbrando los sillones y alfombras que no estaban en mejores condiciones.

Teaching Feeling: Sentimientos ApestososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora