2. Revisión

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Me concentré en la señora y le pregunté sobre sus malestares, a lo que ella nerviosamente contestaba lo que necesitaba saber. Accedió obedientemente a que le hiciera una revisión y saqué mis instrumentos del maletín.

El termómetro mostraba una temperatura levemente arriba de lo normal, rozando con la fiebre. La muestra de sangre que le saqué tenía una tonalidad extraña de rojo y su agotamiento muscular y las pequeñas manchas oscuras en su piel confirmaban que estaba en la etapa inicial más prematura de la enfermedad de La Peste.

Al oír sus propios resultados la paciente tuvo un completo cambio en su expresión, con lágrimas en los ojos y una sonrisa perturbada de nerviosismo me ordenó que la curara de inmediato.

Cosa que iba a hacer de todas formas.

Abrí unos pequeños frascos llenos de sanguijuelas vivas y se las adherí a la piel para que empezaran a drenar la sangre infectada de su cuerpo. Mientras hacían eso, preparé una mezcla de extracto de plantas con miel, el líquido espeso y dulce entró por su garganta y la pronta cara de satisfacción de la paciente enseñaba su alivio.

--Muchas gracias, doctor. Ya me siento mucho mejor.

--...

¿Gracias? Apenas le suministré anestésico y acabo de empezar a limpiar su sangre, aunque su nivel de infección es bajo, la enfermedad no puede ser tomada a la ligera en ninguna de sus formas, jamás.

No dije ni una palabra, nadie quiere escuchar lo que viene a continuación, por eso siempre lo hago callado.

De una zona pertrecha de mi maletín, tomé una bolsita diminuta, llena hasta reventar de 'Esencia de alma', un compuesto alquímico extremadamente precioso y fundamental para mi labor.

Recité una palabra imperceptible para activar las propiedades mágicas de la Esencia de alma, ésta comenzó a arder en suaves flamas blanquecinas.

Al prenderse comenzó a liberar un humo siendo quemada y ésta emanó dibujando una expresión desagradable en la cara de todos los presentes.

La purificación en la carne infectada es tan penetrante que le arrancó a la paciente más de un grito desgarrador mientras se retorcía furiosamente en la cama. Si no fuera porque las sanguijuelas que usé inyectaban una sustancia paralizante en sus músculos, hace mucho que habría salido corriendo de la habitación.


--¿¡Qué sucede aquí!? ¿Qué le hacen a mi esposa?

Pronto el dueño de la casa llegó atraído por los alaridos de su mujer, acompañado del escolta que estaba con él y del mercader, un hombre vestido completamente de color café.

--Ahm... Por favor disculpe al doctor, pero está haciendo su trabajo. Le aseguro que_

--¡No me importa! Ya les dije que ella no está infectada. De estarlo sé que me daría cuenta. ¡Aléjese de mi esposa!

El hombre avanzó a grandes zancadas hasta mí y puso una mano firme sobre mi hombro para apartarme. Pero en cuanto me tocó, se le heló la sangre, literalmente. Su piel adoptó un color blanco casi vacío y retrocedió tambaleante un par de pasos.

--¿Q-qué...? ¿Qué demonios fue eso?

"'El toque de la muerte', una maldición nociva colocada sobre mi espesa túnica negra, para alejar a los enojados hombres irracionales como usted, y cosas mucho peor."

Quise responderle, pero mis labios debían permanecer en una posición para que el tratamiento permanezca ininterrumpido. En su lugar, me puse de pie (hasta ahora había estado arrodillado junto a la cama de la paciente) y me di la vuelta encarando al hombre ofuscado.

Teaching Feeling: Sentimientos ApestososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora