Capítulo 24

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Ian

Me paseo frente a la mesa que contiene siete tipos de arcos diferentes. Cada uno tiene mi inicial y el sello que mandé hacer para representar las tres mafias. Roja, Negra e Italiana

—Son cortesía de Ramsés Urieth. —comenta Abel a mi lado. —Personalizados solo para ti.

—Me gustan todos, quiero que los lleven a mi despacho y los dejen en una repisa.

—De acuerdo, daré la orden.

Tomo uno en color negro, es el único con el negro al completo, los demás tienen detalles de distintos colores, como azul, verde, morado y blanco. Acaricio la línea de enfrente con el dedo y tomo una de las flechas.

Veo una pared de madera cerca, así que me alejo calculando la distancia hasta tener una vista satisfactoria y segura.

—Tú, ponte frente a la pared. —le ordeno a uno de los Caballeros. —Ya.

Aparece Nadia acompaña de su hija, quien detiene al hombre que iba camino a la posición que le indique.

—Yo lo hago.

Se pone de pie frente a la madera dejando sus manos a los lados y no duda en levantar el mentón mostrándose segura. Preparo la flecha a un lado de la cuerda y me posicionó en el lugar perfecto.

Ella no baja la mirada y yo respiro hondo estirando mis brazos solo para que un segundo después la flecha salga disparada en la dirección indicada, clavándose encima de su cabeza, a un milímetro de su coronilla.

—Fue un tiro perfecto, señor. —murmura ella acercándose. —¿Desde hace mucho práctica la arquería?

Asiento.

—Si, desde que era pequeño. —respondo girándome hacia mi consejera. —¿Ya está listo todo?

Asiente.

—Si, todos vienen para acá. —indica. —Ya di instrucciones de que los pasen a la catedral y todo quedó como lo indicaste.

—Perfecto, no quiero errores, Nadia.

—No los habrá.

Entrego el arco a uno de los escoltas y vuelvo a ver a Nadia.

—¿Dónde está mi esposa?

—Almorzando en el jardín.

La encuentro desayunando con Mariela y Harriet. Abel toma asiento al lado de su esposa levantando a su hija y poniéndola sobre su regazo, en lo que yo beso a mi esposa recibiendo gustoso el toque en mi mejilla.

—Ven, almuerza con nosotras.

—Lo hice más temprano, ahora no tengo hambre. —le beso la frente. —Termina, quiero que me acompañes a un lugar.

Frunce el ceño, pero no hace más preguntas. Termina de comer en lo que yo la espero y se pone de pie al mismo tiempo en que lo hace Abel, quien se despide de su esposa y su hija para seguirnos.

—¿A dónde vamos? —pregunta Melissa.

—A una reunión.

—¿Qué tipo de reunión?

—Una importante. —le digo. —La mano.

Me la da en lo que mi escolta se adelanta para abrir la puerta de la catedral que está justo detrás de la casa. Dentro están los escoltas que Nadia presentó como los "Caballeros" todos de pie, vestidos de traje y apilados al final.

OSCURA TENTACIÓN 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora