Capítulo 31

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Ian


¿En serio creés que me plantearía la idea de tener hijos que lleven la sangre del asesino de mi padre? Jamás, primero muerta antes de mezclar mi sangre con la del hombre que me arruinó la vida.

Las palabras duelen, son un puñal y las que se repiten en mi cabeza me hacen mierda

—¿Quiere que la sigamos, señor?

Ignoro tal pregunta y yo mismo voy en busca de un auto, pero mi objetivo se ve detenido por mi guardaespaldas, quien impide mi llegada al coche con el teléfono en la mano

—Ha pasado algo en Nueva York.

—Pues no me importa, no ahora Abel. —lo esquivo. —Lo que sea que haya pasado, puede esperar.

—No, no puede.

Me detengo para verlo.

—¿Qué pasó?

—Es tu hermano, se lo llevaron y parece que no es el único, Dedrick no aparece desde ayer.

—¿Cómo que no aparece? ¿Por qué no se me había informado de eso? —la ira me sube a la cabeza. —¿Has hablado con Hope?

No dudo ni tantito que el que le dijo todo a Melissa fue el hijo de puta de Nicholas y ahora quiere joderme más, mucho más, pero ya basta, no pienso dejar que mueva una ficha más, no hasta que yo mueva las mías.

—¡Quiero a veinte hombres listos! Partiremos a Nueva York cuánto antes.

Aún no asimilo lo que pasó con Melissa, pero si me quedo quieto no borrará lo que acaba de suceder. Tengo que mantenerme ocupado en lo que ahora necesita mi atención y después iré a Alemania a recuperar a mi esposa, así la tenga que atar a la cama, la voy a tener a mi lado.

Nadie me la va a quitar, ni siquiera ella misma.

Nadia me observa desde la entrada.

—Tu te quedas aquí y haces lo que te pedí, si no vuelvo, hazlo.

—Pero…

—Pero nada, hazlo. —la veo a los ojos. —Es una orden. —antes de avanzar, la vuelvo a ver. —Si no regreso alguien te va a venir a buscar, hazle caso a ella, tiene toda mi confianza y sabe lo que hace. Ah, y quiero que cuiden con su vida a Mariela y a su hija ¿Está claro? No les van a tocar ni un pelo.

—Como ordene, señor.

Le dedico un asentimiento de cabeza y paso de largo directo de vuelta a la casa, dónde Abel ya tiene todo preparado para partir. Su esposa se despide de él y él lo hace de ambas, su hija lo abraza del cuello y poco después viene a mi lado.

—¿Ian?

Me abre los brazos y no dudo en cargarla.

—¿Qué pasa, enana? —sonrío para ella. —¿Te gusta la casa?

—Si, es bonita. —apoya su frente en la mía tomando mis mejillas con sus manos. —¿Vas a estar bien?

Asiento.

—Si, voy a estar bien. —le beso la mejilla. —No te preocupes por mí, tú disfruta de tus vacaciones aquí ¿De acuerdo?

—De acuerdo.

Le beso la frente antes de bajarla y salir directo al auto seguido de Abel, quien no tarda en poner el motor en marcha. La cabeza me palpita y tengo la necesidad de beber litros y litros de alcohol, como si algo me gritara que lo haga, como si me estuvieran avisando que podría ser la última vez en probarlo.

OSCURA TENTACIÓN 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora