Capítulo 34

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Rose Prince.

La primera navidad que recuerdo fue cuando tenía 5 años, tal vez mis memorias no sean del todo acertadas, pero tengo presente que siempre estuve en los brazos de papá. Pusimos el pino juntos, me cargó hasta poner la estrella y me pregunto el color de la decoración

Después fuimos a la cocina, llegó mi tío Andre y el tío Ethan, ambos encantados conmigo, contándome que me habían traído muchos regalos y yo me sentía feliz, fuí una niña feliz en ese momento, porque papá estaba ahí, papá sonreía y me daba besos en la frente diciéndome que era lo que más amaba en el mundo.

Yo también lo amaba, lo amo.

Pero ahora, ahora siento que tengo derecho a odiarlo un poco, a ignorarlo cuando me llama y a decirle que lo que hace conmigo está mal. Me alejó de todos, me alejó de sus vidas, me alejo de mi mundo, me alejó de mí familia.

La tía Nathalie es mi familia, las mellizas son mi familia, la tía Danielle es mi familia, Ian…si tan solo papá entendería que entre Ian y yo no habrá nada, nunca. Yo fuí la única que tuve sentimientos no correspondidos hacia él, pero poco a poco me di cuenta de que jamás me vería más allá que una hermana o que una amiga.

Él solo tiene ojos para Melissa, siempre ha sido así y siempre lo será. Y ella también lo ama, ambos se pertenecen el uno al otro y no dudo de que un día se casen y tengan hijos.

Sé que pueden llegar a ser muy felices y la verdad es que no sé si yo sea feliz como ellos.

Suspiro observando por la ventana que hay en un segundo piso de la Casa Blanca. Recuerdo que veía películas de acción con mi tía Ethan, siempre veía la casa del presidente en televisión, pero si me hubieran dicho que estaría viviendo en ella un día, como prisionera, no lo creería.

Me duele la cabeza, me duele uno de mis brazos debido a que uno de los hombres de seguridad, me atrapó cuando quise salir y me devolvió de un jalón al cuarto y desde ayer no he visto a nadie, salvó a una de las empleadas que fue quien me trajo la cena y hoy no me han traído el desayuno, tampoco es que tenga mucha hambre.

No tengo muchas cosas con que distraerme aquí, así que solo me quedo parada al lado de la ventana, observando la mañana hasta que la puerta se abre y me giro solo para encontrar a uno de los guardaespaldas, es Devon.

Me aprendí su nombre porque es el único que es amable conmigo y que me trata con respeto.

—Buenos días, Señorita.

Le sonrío.

—Buen día, Devon. —me encamino hacia la mitad de la habitación. —¿Necesitas algo?

Cierra la puerta con cuidado y se acerca a una de las lámparas, la señala con sutileza y después se lleva la mano al oído. Al principio no sé a qué se refiere, pero después lo capto y asiento dando a entender que lo entiendo.

—Solo quería ver si no necesitaba algo, señorita.

Rápido busca la libreta que tengo encima de la cama y comienza a escribir, no demora mucho y al momento me lo muestra leyendo lo que dice.

"Confíe en mí, venga conmigo y la sacaré de aquí, Ian Meyer me envió"

Ian.

No dudo en aceptar, así que solo me cambio las zapatillas por unos tenis, me coloco una sudadera y una chaqueta encima y tomo mi teléfono dentro de una de las mochilas.

No sé a dónde vamos, pero confío en él y más porque se que Ian no me haría daño. Abandonamos con cuidado la habitación y es él quien se asegura de que esté tomada a su mano. Devon es de estatura media, cabello castaño y ojos claros, es el más joven de todos los escoltas que he conocido en este lugar y el más guapo también.

OSCURA TENTACIÓN 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora