Capítulo 35

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Melissa.

Cuatro meses después.

Observo el fuego de la chimenea frente a mí, tengo su chaqueta de cuero abrazada a mi pecho y puedo sentir una lágrima o dos deslizándose por mis mejillas. Llevo un rato en la misma posición, solo me muevo cuando el fuego está por extinguirse, echando un poco más de leña para así evitarlo

—Melissa…

Me niego a escuchar a alguien, así que solo cierro los ojos y no me muevo, pero al parecer eso es inútil para Oscar, quien rodea mi cuerpo y aparta mi cabello hacia atrás.

—Oye, tienes que comer algo.

—No tengo hambre.

No abro los ojos.

—No has probado bocado en toda la mañana. —protesta. —Tienes que comer.

—Lo estoy esperando, Oscar. —abro los ojos. —Él va a volver, va a entrar por esa puerta y me va a encontrar aquí.

—Melissa…

—¡Tiene que volver! —me incorporo. —¡Tiene que cumplir con su rol como mi esposo y como el padre de nuestro bebé!

Me paso las manos por el vientre ligeramente abultado debajo de mi blusa suelta. Tengo cinco meses y aunque deberían de ser los más felices de mi vida, no lo son, son los más tristes porque él no está.

—No volverá, Melissa y ya no puedes esperarlo más. —me sostiene. —Pero sabes que si puedes hacer, puedes disfrutar el resto del embarazo, puedes comenzar a pensar en él o ella. —me acaricia las mejillas. —¿Qué tal si te acompaño y vemos que es?

Niego.

—No, él tiene que volver, él va a volver.

—¡Está muerto, Melissa! —la voz de Jonas resuena por la sala. —¡Entiéndelo, murió, se fue! ¡No va a volver y tú no puedes quedarte aquí siempre, no puedes morir en vida, mucho menos ahora que tienes un ser creciendo en tu vientre! ¡Tienes que pensar en él! Has estado así, cuatro meses, hermana y ya no lo voy a permitir más.

—¿Y quién piensa en mí? ¡Quién piensa en como me estoy sintiendo yo! —le grito. —¡Era mi esposo, el amor de mi vida, mi mejor amigo, era mi todo! No finjas que sabes cómo me siento, porque no es así, ninguno de ustedes lo sabe. —los señalo. —¡Solo yo puedo entenderme, y no quiero luchar, no quiero hacer nada, solo quiero estar aquí y llorar por mi esposo!

Jonas me impide pasar.

—¿Y ese bebé tiene la culpa? —me encara. —Estás siendo demasiado egoísta en pensar solo en tí y no en él. ¡Entiende que esto ya no se trata solo de ti! Si no querías luchar, lo hubieras dicho, que yo mismo te hubiera acompañado a la clínica para que abortaras. Lo que haces es injusto, así que piensa de una buena vez, pon los pies en la tierra y acepta la realidad.

Una punzada en el vientre me hace retroceder y me alarma al instante, al igual que a las demás personas en la habitación.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien?

Asiento.

—Si, creo…, creo que el bebé se está moviendo.

Tres manos se posan sobre mi vientre, la de Jonas, la de Oscar y la mía. Esperamos pacientes a qué el bebé se mueva y cuando lo hace, los dos me miran asustados.

—Él no volverá. —susurro. —Papá no volverá.

Jamás pensé que la discusión que tuvimos sería la última vez que lo vería, si lo hubiera sabido, tal vez las cosas hubieran sido distintas.

OSCURA TENTACIÓN 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora