Capítulo 1

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Ian Meyer

Desde pequeño he odiado las mentiras, pero como siempre, son la salida fácil cuando no tienes idea de por dónde comenzar a decir la verdad. La mentira es una bola de nieve y el problema no es que crezca, no, el problema es cuando se derrite y revela lo que es en realidad

Y yo al parecer, puedo llegar a ser un buen mentiroso. Tanto que me odio a mi mismo por hacerle eso a una de las personas más importantes de mi vida desde el momento en que la conocí.

Lo compruebo cuando siento como si me enterraran un hacha en el pecho justo en el momento en que ella se deja ver por las puertas automáticas del aeropuerto. Tira una maleta sin demasiada dificultad, pero la deja a medio camino para correr hasta donde estoy.

La recibo con los brazos abiertos y permitiendo que sus piernas rodeen mis caderas cuando hunde su cabeza en mi cuello.

—Te extrañé. —susurra dejando un beso detrás de mi oreja. —Tenía que aguantar hasta obtener las vacaciones y ahora Jonas cree que voy camino a México.

Se ríe y yo sonrío al escucharla, porque maldita sea, su risa es música para mis oídos.

—Pues te equivocaste de parada, porque estás en Nueva York. —bromeo. —¿Quieres que te preste mi Jet o…?

—Cállate y llévame a casa. —me indica la camioneta donde la aviento en el asiento de atrás. —Hola, Abel.

—Hola, Teniente.

Ella sonríe con más ganas ante esa palabra y también es uno de los motivos por los cuales quiera verla, para felicitarla en persona por su ascenso.

—Felicidades, Teniente.

—No te burles.

Alzo una ceja.

—¿O sea que Abel si puede felicitarte, pero yo no porque lo tomas como una burla? —la empujo levemente. —¿Sabes qué? Creo que sí deberías de irte a México.

Se sienta en la parte de enmedio de los asientos delanteros y me mira con el ceño fruncido.

—¿Qué te pasó allí?

Finjo que no sé de qué habla.

—¿Dónde? ¿Acaso me he puesto más guapo?

Tuerce los ojos.

—Aquí. —presiona con su pulgar la herida que tengo en la ceja. —¿Qué le pasó, Abel? Soy una Teniente, no debes mentirme ahora.

—Oye, deja a Abel fuera de esto. —la regaño. —¿Y qué? ¿Ahora que eres Teniente no puedo darme de golpes con aquellos que me saquen de mis casillas? Creo que todavía no me conoce bien, señorita Castrell.

—Pues precisamente porque te conozco, es que me preocupo por ti.

Extiendo la mano para que ella la tome y finge querer morderla, pero al final se vuelve a tumbar a mi lado.

—No vamos a pelear. —le digo. —No viniste a eso ¿Cierto?

—Cierto.

Creo que desde pequeño he tenido claro que Melissa y yo pertenecemos a mundos muy distintos, demasiado distintos. Ella del lado bueno, yo del lado malo, ¿Cómo podríamos siquiera llegar a algo más? Debo admitir que sí me sorprende el hecho de que sigamos siendo amigos, porque nos ha costado demasiado mantener el contacto a flote.

Su hermano me odia y tiene razón en hacerlo, supongo que él ya sabe la verdad. Si hay algo que le he ocultado a Melissa, es el hecho de que conozco a la persona que asesinó a su padre y que la llevó a tener pesadillas igual que yo.

OSCURA TENTACIÓN 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora