No. 57. Esclavo

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Ya no escucho su corazón, sollozó, golpeando su cabeza contra el piso en desesperación, la enorme viga en su espalda ni siquiera se sacudió, no, en lugar de eso aplastó su pecho un poco más, rompiendo sus costillas como frágiles astillas que atravesaron todo, tosió violentamente una bocanada de sangre, ahogandose con otra cosa además del humo que consumía la casa.

Sus costillas atravesaron un pulmón, o los dos, duele igual aún si hubiesen sido los dos.

La frágil bola ensangrentada que era Choi Han se quedó ahí, escuchando los gritos, sus gritos, hasta que uno a uno, también dejó de escuchar sus corazones. Lloró por cada uno de ellos.

Porque no se metían con nadie.

No tenían problemas o disputas con las personas del pueblo.

Tenían una granja, trabajaban honradamente.

Nunca le robaron a nadie.

Nunca insultaron o hablaron a espaldas de nadie.

Eran buenas personas.

Su único...su único pecado, fue acoger a un muchacho sucio y perdido en su casa.

Su único pecado fue alimentarlo, darle un nombre y ponerle su apellido.

Eran buenas personas. Ellos habían sido personas tan maravillosas.

Pero una noche, monstruos malvados llegaron a su casa y la quemaron hasta los cimientos, había estado dormido, sus nuevos padres y sus nuevas hermanas habían estado dormidas.

Quemaron la casa mientras dormían, y no pudo hacer nada para ayudarlos, escuchó sus gritos toda la noche, gritaban su nombre en busca de ayuda y no pudo hacer nada. El primer corazón que se detuvo, fue el de su papá. A pesar de que el fuego consumía su piel y evaporaba su sangre, no sintió dolor.

El dolor no era lo suficientemente fuerte, podría reponerse al dolor, sus heridas sanarían y seguiría adelante.

¿Pero cómo olvida a su hermana pequeña rogando por ayuda?

¿Cómo olvida la risa del hombre que destruyó la nueva vida que estaba construyendo?

¿Cómo olvida el odio?

Choi Han los odia tanto.






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Los maestros de esclavos estas destinados a ser crueles, destinados a ser más monstruos que hombres. Es tras el primer niño, o la primera mujer, es tras la primera venta, como un rito de iniciación, incluso pueden quedarse a ver, si el nuevo amo se siente generoso, para que se templen, para entumecer sus corazones.

Repugnante, pensó Rok Soo mientras pasaba entre las jaulas, que mantenían a más de tres persona adentro, algunos estaban vacíos, algunos solo tenían a uno.

Nunca podría borrar este momento. Estas personas, atrapadas en jaulas sucias y abarrotadas, como animalitos domésticos. Tan aterrados que no se atreven a mirarlo, temblando a cada paso que da cerca de ellos, acallando sollozos cuando mira en su dirección.

Es una vista abominable.

Kim Rok Soo paseó por las jaulas, ninguno se atrevió a alzar la vista, temblaron a su paso con temor.

Excepto uno.

Demacrado, igual que los otros. Pálido y sucio, como los otros. Herido y ensangrentado, como los otros.

Lo que lo vuelve tan llamativo, es que no solloza ni se encoge, solo mira al maestro de esclavos con tanto odio y repulsión, que despierta la precaución de Rok Soo.

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