VOLVERÉ POR TI | JENLISA

Capítulo 22

A la mañana siguiente, después de asearse como buenamente pudieron, las muchachas
salieron de su alojamiento y se quedaron muy sorprendidas al ver a unos guerreros del clan Kim apostados allí. Sin darle mayor importancia al tema, pasaron por su lado y se marcharon con Agnes y Edel hacia la fortaleza. Malee las había reclamado.

-¡Qué miedo me da entrar en este lugar! Es como entrar a la cueva de Úrsula, la bruja mala de La Sirenita -susurró Rosé al cruzar la puerta de la fortaleza.

Pero lo que realmente las dejó estupefactas fue la riqueza de aquel sitio. Por dentro estaba en un estado tan reluciente que era imposible no sorprenderse.

-Pero bueno, La barbie vive en un auténtico castillo de hadas -se burló Jennie al mirar a su alrededor.

-Y mientras, su gente muere de hambre fuera de él - acabó Irene la frase.

La joven Mina, que merodeaba por el salón, no tardó en descubrir su llegada. Ofuscada, se dirigió hacia ellas para interponerse en su camino, parándose frente a Jennie.

-¿Quién les ha dado permiso para entrar aquí?

-Nos ha llamado Malee Manobal -aclaró la joven, mirándola con cara de pocos amigos.

Estaba claro que nunca iban a ser amigas.

Lisa, que hablaba con otros guerreros al otro lado del salón, contempló la escena y vio el desagradable gesto de Mina cuando se dirigía a su Ruby. No podía escucharla, pero por la cara que ponía la corena, supuso que lo que decía Mina no debía de ser muy agradable. Con disimulo comenzó a acercarse.

-Les exijo que salgan de mi castillo. ¡Ya! Rameras como tú no son bien recibidas aquí.

-¿Rameras como yo? -repitió Jennie, con un jadeo lleno de incredulidad.

-Lo que me hiciste el otro día no quedará impune. Te haré pagar la humillación de la que me hiciste objeto ante mi gente. ¡Te lo juro!

-¿Se supone que debo estar asustada? -se mofó

Rosé e Irene observaban la escena, petrificadas. Hicieron ademán de intervenir, pero una mirada de su amiga les ordenó que no se metieran. Aún así, al intuir que el ambiente entre las dos mujeres se caldeaba en extremo, Irene intervino con la intención de cortar aquel encuentro.

-Debemos irnos.

-He dicho que fuera de mi castillo -murmuró aquélla mocosa cada vez más furica. Nadie había osado nunca llevarle la contraria y menos en su hogar.

-he dicho, maldita sorda -siseó Jennie intentando eludirla con un rodeo-, que Malee nos ha llamado.

Pero Mina no estaba dispuesta a callar y volvió a interponerse en su camino.

-Lalisa Manobal es mía. No lo olvides, ramera. Te podrá satisfacer en el lecho como su amante, pero yo conseguiré ser su esposa y entonces, me encargaré de ti. Haré que tu vida sea tan despreciable que desees morir -gruñó.

Jennie, cansada de que aquella niña malcriada le gritara en la cara, se acercó a ella con astucia y, con disimulo y sin formulismos, le pisó el pie.

-Para tu información, Barbie, no soy ninguna ramera -dijo despacio, apretando el pisotón con todas sus fuerzas, mientras Mina, horrorizada, intentaba aguantar el dolor-. Lo que te carcome es la envidia de saber que yo soy la que está disfrutando de la pasión de la mujer que tú deseas y no puedes tener. Lo siento, guapa, ella ahora está conmigo.

Y sin mirar atrás, se alejó. Intentaba aplacar su mal humor mirando los ricos tapices y cristaleras cuando chocó contra alguien.

Rápidamente se excusó.