Bangkok - Tailandia
—¿A qué hora comienza el evento? —preguntó Jennie, nerviosa. Apenas saliendo del aeropuerto de Tailandia.
—A las nueve —respondió Irene haciendo una reservacion rapida en algún hotel cercano al lugar.
—Ay, hermana, ojalá la espera haya merecido la pena —suspiró Rosie— ¿Y si no está?
—Tiene que estar —insistió Jennie al escucharla—. Me debe un deseo y tiene que estar.
Irene, emocionada por volver a estar con sus amigas pero a la vez inquieta por ellas, no sabía bien cómo actuar.
—Seguro que estará, no se preocupen —dijo por fin.
A las nueve de la noche, vestidas con atuendos de la época, qué está vez había diseñado y confeccionado Jennie misma, llegaron al recinto donde se organizaba el evento.
Jennie con todas sus esperanzas puestas en el universo, compró dos muñecas de trapo y con una sonrisa esperanzadora se las
metió en el bolsillo de la falda mientras suplicaba con el corazón: «Por favor, Erika, recuerda eso que siempre me decías de que mi felicidad está en el pasado. Por favor recuérdalo.»Nerviosas, se acercaron hasta el lugar antes de que el evento diera inicio y se colaron junto a otros invitados. Adentro se veía más como una convención que una feria y tenía matices más místicos que a la que habían asistido antes.
Los puestos y atracciones comenzaban a iluminarse, sin embargo no encontraron a Erika, La Escocesa, por ninguna parte. Allí no estaba.
Con la desesperación reflejada en el rostro, finalmente se dejaron convencer por Irene para asistir a la cena donde, contra todo pronóstico, se divirtieron con la representación; quizá porque tenía tan poco que ver con la realidad de aquella época...
La cena no había terminado todavía cuando Jennie escuchó un trueno. Aquel ruido hizo que Rosé y ella se miraran. Con una sonrisa en los labios se levantaron y salieron al exterior.
—Dios mio, ¡parece que va a caer una tormenta! —sonrió Irene al ver el cielo encapotarse y percibir la alegría de sus amigas.
Comenzó a llover torrencialmente y, con el corazón en un puño, las tres corrieron hasta donde estaban las caravanas y, allí, en mitad de la explanada, estaba la caravana y el puesto de toldo amarillo de Erika, La Escocesa.
—Oh Dios... Hermanas, ¿ven lo que yo? —susurró la rubia.
—Sí, sí, sí, ¡Sí! —gritó Jennie, que comenzó a correr como si no hubiera un mañana.
Las tres mujeres irrumpieron en la tienda dejando que la ventisca arrastrara con ellas la lluvia hasta interior. La gitana levantó la cabeza para ver quien entraba y una sonrisa iluminó su cara cuando escuchó la voz de Jennie.
—¡Hey!
—Erika, aún me queda un deseo por pedir. Por favor, por favor, por favor... Me lo debes y no me puedes decir que no. Lo deseo con toda mi alma. —Jennie habló sin siquiera saludar
La gitana, al verla y escuchar sonrió y, levantándose, la abrazó.
—Princesa, ¿cómo estás?
—Bien, muy bien ahora que te he encontrado —sonrió Jennie, abrazándola también.
La gitana, feliz de volver a verla, pidió a las muchachas que se sentaran. Durante media hora ellas le contaron, atropelladamente, todo lo ocurrido el año anterior y, finalmente Jennie volvió a hacer su petición mirándola a los ojos.
—Me queda un deseo por pedir... —suplicó. Y agarró a su amiga del brazo—. Y es un deseo compartido.
La gitana era consciente de la rotundidad de aquella petición y de la seguridad de su princesa, pero aún así no podía tomar ninguna decisión sin antes estar muy convencida. Mientras pensaba, un trueno hizo retumbar media ciudad:
—¿Están seguras?
—Sí —murmuró la rubia emocionada.
—Nunca he estado más segura —afirmó Jennie.
—He dejado que pasara un tiempo para que tuvieran tiempo de ver la realidad de lo que quieren.
Volver al pasado significa desaparecer de este tiempo y no regresar nunca más. Jennie miró a Rosie, que la tomó la mano y asintió mientras Irene comenzaba a llorar.
—Sí, Erika. Nunca hemos estado tan seguras de algo en toda nuestra vida. Ambas hemos
pensado y sabemos lo que queremos, lo que deseamos y sin lo que no podemos vivir. Sabemos que añoraremos muchas cosas pero... volver a estar con las personas que amamos puede con todo lo demás.—Pero allí no tendrán nada de lo que tienen aquí. Allí la vida es...
—Erika, allí está todo lo que queremos tener —aclaró Jennie.
La gitana, con una enigmática sonrisa, miró a la muchacha que adoraba de toda la vida.
—Entonces... ¿Qué deseas, mi amor?
Jennie tomo aire para llenar todos sus pulmones y con cuidado solto:
—Deseo que Rosé y yo regresemos a Ayutthaya para proseguir nuestras vidas junto a Jisoo Kim y Lalisa Manobal
Al escuchar aquello, Irene rompió en sollozos. La gitana le dio un kleenex y no pudo evitar reírse.
—¿Por qué lloras, Irene?
La mujer se secó las lágrimas y cogió aire para hablar.
—Lloro de felicidad. Sé que ellas serán muy felices. Siento horrores no acompañarlas en este viaje, pero mi vida está junto a mi mujer y...
—No te martirices, hermana —se rió Jennie—. Todas seremos felices y eso es lo que
cuenta, ¿no crees?—Sí—asintió Irene emocionada.
La gitana confirmó aquellas palabras con un gesto y, al observar que la tormenta se acercaba, volvió a insistir.
—Será un viaje sin retorno. ¿Están seguras?
La rubia y la morena se miraron y, con una radiante sonrisa, asintieron justo en el momento en que la luz parpadeaba y un rayo caía cerca de donde estaban ellas.—Pues que así sea. Tu deseo, princesa, está pedido.
—¡Dios por fin! —celebró Rosé.
—¡¿Ya?! ¿Ya está? —gritó Jennie. Y la gitana asintió.
—Deben caer al agua. Es el nexo de unión que las llevará hasta donde desean estar —y mirando a Jennie susurró—: Serás muy feliz en tu palacio, princesa; siempre lo he sabido, mi amor.
Pletórica, Jennie se lanzó contra la gitana y la abrazó. Poco después, y tras despedirse de ella, las tres amigas bajaron caminando hasta el puerto emocionadas, risueñas, y radiantes, sin importarles la lluvia, los truenos y los relámpagos.
—Las voy a echar mucho de menos —lloriqueó Irene, emocionada.
—Ay, hermana, y nosotras a ti.
En ese momento un apagón general dejó sin luz a la ciudad y todas supieron que había
llegado el momento. Jennie, al ver a su amiga tan llorosa, la abrazó y deseando acabar cuanto antes con aquel lacrimógeno momento, cogió a la rubia de la mano y le dijo a Irene en tono burlón:—Te cedemos los honores de que nos empujes a la felicidad.
Limpiándose la cara, Irene sonrió y tras darles un último beso posó sus temblorosas manos en las espaldas de aquellas para empujarlas a las aguas.
—Que la felicidad la acompañe el resto de sus vidas —gritó mientras las veía sumergirse— ¡y se portan bien! Las buscaré en Google.
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Uno más de regalo por hoy 🫣
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VOLVERÉ POR TI | JENLISA
FanfictionDos mujeres con las almas enlazadas en el tiempo y 300 años de diferencia ¿qué podría pasar? . . . . ©️ Esta historia es una adaptación de la novela "Te esperaré toda mi vida" de Megan Maxwell. Todos los derechos a ella por la maravillosa idea...