Capítulo 10

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Aquella noche las tres mujeres tuvieron un sueño común. La gitana de la feria de Bangkok, Erika, entró en sus mentes y les recordó que estaban allí a causa del deseo que pidieron, pero que volverían al presente la última noche del año.

—No... no... no ¡Esto no puede ser verdad! —gritó Jennie al abrir los ojos y ver la oscura y básica habitación en la que se encontraba.

—Cierra la boca y no me molestes, que me duele la cabeza y aquí no ha llegado aún el
Gelocatil. Menuda noche de mierda me ha dado la maldita gitana —se quejó Irene, sentada en una pequeña silla, junto a la ventana.

—¿A ti también? —se sorprendió Jennie.

—¡Hasta diciembre! —chilló enloquecida—. Casi seis meses que voy a estar sin ver a mi mujer. Dios, ¿cómo le voy a explicar que me ha pasado esto? No me creerá y, seguro, me meterá a un psiquiátrico.

Con el cabello revuelto, Jennie se incorporó de la cama; pero al ir a levantarse, las largas
faldas se enredaron en sus piernas e, inevitablemente, cayó de nuevo al suelo.

—Pero, ¡Qué mierda es ésta! —gritó descompuesta—. Quiero unos pantalones y un café doble.

Cuando se levantó, su amiga gritó horrorizada al verle la cara.

—¡por Dios... ¿pero qué te pasó en el labio?!

—Anoche me caí por las escaleras —gimió, tocándose la boca—. Y también fue por culpa de esta puta falda. ¿Pero cómo pueden andar todo el día sin pisársela?

Con rapidez se desató las cintas que la sujetaban y la dejó caer al suelo.

—¡No volveré a ponérmela más! ¡Caminaré desnuda si es necesario, pero no me pongo esto más ni aunque me paguen!

—¡Bonita tanga! —se rió de ella Irene, observándola—. Creo que si sales así de la habitación, esa mujer con la que tan bien te llevas tendrá algo que decir.

En ese momento se abrió la puerta de la alcoba y entró Rosé con el rostro reluciente.

—¡Buenos días! —Lo serán para ti —bufó Jennie.

—¡Dios! ¿Con quién te pegaste anoche para tener los labios como las Kardashian? —pero al ver el gesto de horror de Jennie al mirarse en el espejo, trató de quitarle importancia al tema—. Ok, exageré un poquito. Por cierto, ¿saben que soñé esta noche con la gitana?

—¿Tú también?

—A ver, hermana, ¿qué te pasó?

—Dice, se cayó anoche por las escaleras —susurro Irene incrédula—. Pero conociéndola, no me extrañaría que se hubiera dado de golpes con cualquiera.

—Necesito un café doble —murmuró Jennie, tapándose la cara.

—Ay, Dios mío, Ruby Jane... ¿no te habrás peleado con la princesa o si? —gritó Rosé.

Se giro hacia sus amigas y se retiró el pelo de la cara antes de contestar.

—No, pero no por faltas de ganas.

La rubia, que se había levantado temprano tras el extraño sueño con la gitana, resopló al notar el humor de su amiga.

—ok... ¿Saben? esta mañana salí a pasear con Jisoo... —dijo con gesto pícaro, sentándose en uno de los camastros.

—¿la guerrera? —preguntó Irene y Rosé movió la cabeza repetidamente.

—Oh, Dios, si me gusta hasta su nombre... Jisoo Kim.

VOLVERÉ POR TI | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora