Mëiwā. Hasta que nos volvamos a encontrar. Parte 21.

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En cierto lugar, en cierto tiempo, y en cierto espacio, existía una pequeña casa.

La casa no era ni muy grande, ni muy pequeña, era justa para albergar una pequeña familia.

Un patio mediano, un jardín hermoso, y una mascota adorable, pero, sobre todo, cálida y acogedora.

En cierta habitación de dicha casa, un joven abrió los ojos.

ugh... — El joven parecía desorientado, mirando a todos lados débilmente, apenas arrancando su cerebro de su letárgico sueño.

Tock* tock* Un llamado a la puerta.

El joven se levantó de la cama y dudó en contestar, pero de pronto una voz se filtró a través de ella.

— Christiaaaan! ¡Levántate se te hará tarde para Uni! — Era una voz dulce y maternal que trajo su atención. — Ya te estoy haciendo pancakes! Así que apúrate~!— La voz se desvaneció a la lejanía.

Saen, o mejor dicho, Christian dejó la cama.

Parándose torpemente de ella y caminando por su habitación la habitación en el ático.

— Este es... ¿...? ¿Mi voz...? — Christian se percató que no tenía su nueva péqueña y frágil voz, si no si era la anterior.

Torpemente se vio en el espejo de su buró.

— Yo... — Quien estaba gente a el era el Christian que recordaba un día antes de la desgracia de su enfermedad, y lo mejor de todo, tenía cabello.

No era calvo.

Recorrió la habitación añorado.

Su ropa colgada en el armario, sus tenis esparcidos por todo el lugar, mangas sobre varias repisas.

Su escritorio, su computadora he iPad sobre ella.

El júbilo llenó a Christian, no podía entender que estaba sucediendo.

— ¿De verdad he... vuelto...? — No era el desdichado hospital que el conocía, este era su hogar.

Repitiendo las mismas palabras para el mismo, el sonido de los pájaros cantar lo acompañaron mientras se vestía.

Los recuerdos venían a él sin darse cuenta.

Mientras salía de su cuarto pensó en todo lo que había vivió a través de su sueño.

Un mundo de fantasía, magia, crueldad y la maldad innata del ser humano, Féstine.

— ¿De verdad...? ¿Fue todo un sueño...? — Siguió preguntándoselo, mirando a la nada.

De repente un dulce olor a Pancakes lo atrajo, junto a un ladrido.

Blarf!* Era un pequeño golden retriever.

— ¡Golden! ¡Oh Dios ven aquí tu pequeño...! Jaja~— Christian pasó minutos acariciando a su mascota.

De cierta forma, la manera en que acariciaba y actuaba su pequeño perro le recordó cierto nombre...

— Rose... — Cierta niña alegre con tentáculos.

Mirando a la nada, dejo de jugar con golden y bajo las escaleras, escalón a la vez, recordando a las niñas.

Rose... Shandris... Myrrha... Lirio... Neith... Carmilla... Qyna.... Todas y cada una... ¿Un sueño...?

El rechinar de cada escalón le hacían recordar la sonrisa de cada una.

— ¿Qué haces ahí? ¡Apúrate que solo tenemos una hora! Jah~... El tráfico se pondrá horrible, tendré que avisar en mi trabajo. — La mujer suspiró agobiada mientras servía los platos

Reencarnando en una niña dragonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora