capítulo 38

89 9 0
                                    

Un ruido me hace despertar, pero no puedo abrir los ojos de golpe, me duelen y están algo hinchados de tanto llorar. Mi habitación está oscura y un aire frío se cuela por la ventana la cual está completamente abierta. Escucho a Gnomo jugar, está feliz así que miro en su dirección y casi grito cuando veo a Bruno en el suelo con la perra entre sus brazos. Enciendo la luz de mi lamparilla de noche y ahora lo veo mejor. Su aspecto no es el mejor del mundo, su corbata está a medio hacer, los primeros 3 botones de su camisa están abiertos y su cabello es un caos.

- ¿Estás loco? - le pregunto en un susurro, no quiero que mamá sepa que está aquí. - Vete Bruno. - exijo. No responde. Me pongo de pie, aun traigo el vestido de la fiesta. - ¿Quién crees que eras para irrumpir así en mi habitación Bruno? Estoy cansada de que siempre aparezcas en mi vida ahora que te quiero lejos de mi, ¿no entiendes que me haces mal?

Con algo de trabajo se pone de pie, se queja un poco en el proceso porque parece haber lastimado su pie.

- Estoy harta Bruno, deja de creer que soy el hombre de hojalata sin corazón. Tengo sentimientos y me duele todo esto que estás haciendo. - pierdo mis papeles y siento que puedo llorar, de hecho, lo hago. - Mi vida se resume en llorar en los rincones, querer huir de todos, sonreír esporádicamente, ¿esto es lo que quieres para mi? Ya que voy a morir al menos déjame disfrutar los días que me quedan en paz y...

Sus labios tocan los míos y, lo siento, mi cuerpo siente un choque de energía rehabilitadora. ¡Dios mío! No sabía que amar se sentía así de intenso, extrañar sus besos no es precisamente la frase que podría decir ahora, moría por un beso suyo y aceptarlo solo me recuerda lo estupida que soy. Me aferro a sus brazos porque me siento débil ante el revuelo de emociones que estallan en mi interior. Se siente como si fuera la primera vez, especial, increíble. Su boca aclama la mía de un modo suplicante, como si quisiera fundir nuestros labios para siempre. Nos alejamos y estoy sorprendida ante la necesidad de volver a sentir su toque. Nos miramos y sus ojos están sobre mis labios una vez más, intenta atacar de nuevo pero esta vez lo detengo, volteo para no verlo a los ojos, me siento en la cama y miro al suelo.

- Dejame dormir esta noche contigo Agatha, te lo suplico. - busco sus iris suplicantes y estoy en un debate entre lo correcto y lo que deseo.

- Eso no sería bueno. - pero no lo negué y eso es preocupante.

- Solo por hoy. - susurra.

Me pongo de pie y me acerco a él, termino de quitar su corbata. Inspecciono su rostro y las heridas del accidente, delicadamente todo lo que hoy solo son moretones casi imperceptibles, suspiro, él no dice nada, solo me observa.

- Pensé que te perdería para siempre. - Hablo. - Cuando mamá entró a mi habitación, sabía que algo estaba mal, que tú estabas mal. - veo sus ojos - No podías morir tú, estás lleno de vida, al contrario de mi. - eso último lo susurro.

- Tú eres vida Agatha. Un diagnóstico no puede definir la vitalidad espiritual de una persona. Tú eres el vivo ejemplo de que nunca es tarde para comenzar a vivir. - sus palabras tocan mi corazón, doy una sonrisa ladina.

- Tuve que esperar 13 años para saber lo que era vivir - me bufo. - En solo 3 meses supe lo que era el amor, el verdadero. - sus ojos brillan ante mis palabras. - Pero también conocí el lado más amargo de ese sentimiento.

- Pero el lado malo no debe pesar más que las cosas buenas Agatha.

- Lo bueno se hace pequeño cuando el dolor aparece Bruno. Siempre creí que lo peor que me podía pasar era saber que iba a morir, o quizás el momento en que ese día llegara, pero, haber experimentado el dolor de la muerte estando viva y aún teniendo que sonreír frente a mi madre para que no piense que me estoy rindiendo, créeme, no es comparable.

Inefable: Fuera de este mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora