CAPITULO 4

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Mason.

Estás jodidamente loco, Mason Chapman.

El mensaje que Garrett me envió hace una hora al enterarse de mi paradero se repite en mi cabeza como una mala canción que quisiera sacarme de la cabeza, pero que en su lugar sigo reproduciendo.

Él tiene razón, sin lugar a dudas. Yo no debería estar aquí. Ni siquiera estaba invitado, no por las directivas realmente, pero sí por el adolescente cuyos ojos se clavan con firmeza en los míos a la espera de una explicación silenciosa de la mirada curiosa que le dedico a la pelinegra frente a mí.

Arabella Sinclair.

Pensé que no volvería a verla o, por lo menos, no tan pronto. Sin embargo, la noticia de que ella estaría aquí, en la escuela de mi hermano menor, cayó como piedra sobre mi desayuno de hace unas horas, seguida de la invitación de John uno de mis colegas jugadores de venir con él.

Estuve a punto de decirle que no, sé que es terreno desconocido para mí el estar aquí, bajo la excusa de apoyar a un amigo, cuando lo cierto es que no puedo negar que algo en mí deseaba ver a esta mujer. No sé el por qué, solo sé que me dejé llevar por un capricho porque ella es jodidamente hermosa y yo estoy malditamente obsesionado con seguir mis instintos.

Arabella me sonríe a medias, pareciendo algo consternada con la atención que recae sobre nosotros, especialmente la de la pelirroja a su costado que deja de mirar el teléfono para voltear a verla a ella, curiosa.

—¿Seguimos? —se pregunta Arabella, queriendo desviar la atención de ella a algo más.

Contengo una carcajada, tomando las riendas de la silla de ruedas de mi hermano a pesar de que él puede moverse con facilidad por su cuenta con el control en el brazo de la silla. Evan no dice nada, pero sonríe a medida que caminamos, haciéndonos a un costado para que todos pasen, incluyendo por la que estoy aquí, que al hacerlo, nos mira por el rabillo del ojo antes de seguir su camino al frente.

—¿La conoces? —indaga Evan al notar que no empujo su silla. Él tampoco hace el intento de seguir a las personas que se alejan varios metros de nosotros en el interior del enorme colegio.

—Sí, es una cantante, ¿no? Nos vimos en el Super Bowl.

—Se vieron en el Super Bowl —repite él, notoriamente dudoso por la información que le entrego—. ¿Superstar? ¿Así llamas a todas las cantantes que conoces, Chapman?

—¿Desde cuando te volviste tan chismoso? —contraataco, sin querer darle detalles para que no se inmiscuya en mi vida.

—Desde que tengo la leve sospecha de que no viniste a verme a mí como dijiste, hermanito. —Me mira desde abajo, entrecerrando los ojos en mi dirección.

A pesar de la condición en que se encuentra debido a ese accidente que le arrebató la movilidad hace un año, Evan sigue siendo el mismo adolescente esperanzado y risueño que un día creí perder. Él no lo pensó ni dos veces al decir que quería venir a esta escuela luego de su no tan buena recuperación y, desde entonces, me convenció de traerlo.

Con nuestros padres fuera de la ecuación, soy el tutor legal de Evan y preferí que fuera feliz a condicionarlo a estar en un lugar en el que ya sentía que no pertenecía como era otra escuela.

—Claro que vine a verte a ti, idiota.

—Mentiroso, romperás mi corazón con tantas mentiras. —Se ríe al momento en que comienzo a empujar su silla por la soledad de la entrada del colegio cuya fachada e interior rústico emocionó a Evan por su arquitectura—. ¿Que tal llevarme al primer juego de la temporada que viene? Ese sería un buen incentivo para evitar que mi corazón se rompiera. A diferencia de tus conquistas, es tu deber mantener el mío intacto.

TACKLE (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora