Arabella.
Nunca he metido a nadie a escondidas en casa, aunque, teniendo en cuenta que vivo sola, no sería algo grave. Sin embargo, ni siquiera cuando aún vivía con papá lo hice, aún cuando la oportunidad apareció.
Ahora, cuando no debería tener nada de lo cual esconderme, lo hago. Me oculto de todos los buitres que aguardan afuera el momento exacto para capturarme. A pesar de ello, la mentira que le dije a Rush sobre mi necesidad de un medicamento para el daño estomacal me recrimina tanto como lo forma en que envié a Ty a hablar con la señorita de recepción sobre unos "encargos" que aún no me llegan.
Soy una mala persona. O me convertiré en eso con esto.
Aún así, cuando llego al parqueadero y me escabullo de mis propios guardias de seguridad, la culpa se me desvanece al colarme por una de las salidas secundarias de poco uso, la más lejana de todos en medio de la oscuridad. Me siento como una de esas películas de miedo en las cuales, en cualquier momento, un monstruo como Freddy Krueger puede saltarme encima para matarme.
Las manos me tiemblan mientras texteo las indicaciones a Mason, abriendo la puerta solo dos minutos después de decirle que deje el auto a unas calles para no llamar la atención de los de seguridad por el ingreso de un vehículo. Echo un vistazo a los alrededores, o por lo menos, me dedico a tratar de visualizar algo más allá de la tenue iluminación de las lámparas amarillas del pasillo que solo se encienden por el sensor de movimiento.
Mason no me responde el siguiente mensaje que le envío, preguntando dónde está. Y, como han pasado unos cinco minutos, trato de cerrar la puerta porque el miedo a que alguien más entre es más grande que mis ganas de quedarme aquí. Justo cuando estoy por cerrarla, la empujan desde afuera.
Contengo un chillido, pese a que permanezco inmóvil a medida que una mano rodea la puerta para permitir que una cabeza se asome desde afuera.
—Hey, superstar, soy yo —La voz suave y divertida de Mason invade el espacio entre ambos a medida que ladea la cabeza en mi dirección, con el cuerpo aún fuera—. ¿Puedo entrar?
—No, puedes quedarte allí toda la noche —menciono con sarcasmo, dándole el ingreso para luego cerrar la puerta lo más suave posible, evitando que me escuchen.
Él me observa con tal gracia que parece que le divirtiera mi tensión, o la forma en que miro a todos lados como si alguien fuese a darse cuenta de lo que está pasando.
—¿Te da miedo que descubran que metes a un hombre a tu casa a escondidas?
—¿Quieres que descubran como te saco en su lugar? —repongo, mordiéndome la cara interna de la mejilla para reprimir la sonrisa que quiere salir.
—No serías capaz.
—Claro que sí.
—Claro que no —se queja, imponiéndose frente a mí, de tal forma que tengo que echar la cabeza hacia atrás para poder mirarlo a los ojos.
¿Por qué es tan alto? Puedo jurar que mide alrededor de dos metros.
—Dame una razón para dejarte entrar, Mason Chapman. —Lo apunto, tocándole la chaqueta de cuero negra que le cubre la camiseta con el dedo.
—¿Solo una?
—Pues cuantas tienes.
—No me alcanzan los dedos de las manos para enumerarlas, superstar. —Sonríe, siendo eso lo que necesita para tenerme mirándolo con una patética sonrisa que no se me quita—. La primera es que traje pizza.
Levanta una bolsa y es cuando me doy cuenta de que, efectivamente, hay una gran cantidad de comida en sus manos.
—La segunda es que soy una muy buena compañía. —Lo enumera con los dedos de la mano libre—. La tercera es que igual íbamos a hablar toda la noche así que es mejor si estoy viéndote a la cara y no a una pantalla.
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TACKLE (+18)
RomanceEn el juego de la fama, nunca hay lugar para un desliz, pero en la travesía de la vida es inevitable no tenerlos. Arabella Sinclair se juró que, tras varias rupturas amorosas que terminaron con su rostro siendo objeto de criticas en los tabloides...