La apuesta del destino segunda parte

70 6 0
                                    

La Tierra de los Olvidados, tan seca, tan fría, sin luz ni color, simplemente polvo y piedra, era todo lo que podía observar La Catrina desde el balcón del castillo que le pertenecía al gobernante de la Tierra de los Olvidados, ahora que ella lo gobernaría, tendría que acostumbrarse a la vida apagada de esa tierra: sin vida, sin alegría, sin fiestas, sin súbditos llenos de ''vida'' por así decirlo y solo observar como cada ser de ese reino se volvía polvo y desaparecía de las cenizas que soplaban los vientos. Esto le causaba mucho dolor a La Catrina, sentía su corazón apretarse, no podía soportarlo y estaba que rompía en llanto.

«Ay, Xibalba, tú has logrado aguantar vivir en este lugar tanto tiempo, yo no podría ni aunque pasaran cien años».

Observó en el balcón las paredes de piedra oscura, algo en sus ojos llamó mucho su atención: dos imágenes talladas en la piedra de ella y Xibalba en la cima del techo de la pared. Esto le hizo recordar aquellos tiempos en los que era feliz con su esposo cuando estaban juntos, siempre apoyándola todo el tiempo, sonriendole, abrazandole, en verdad logró ser además de un esposo, un gran compañero. Aquellas figuras le aumentaban más el dolor que sentía por todo lo que él había hecho, todo lo que había cambiado a pesar de que aquello representaba claramente que él la mantenía en sus recuerdos, por algo esas figuras estaban ahí, separadas y al mismo tiempo unidas; eran un vasto recuerdo de lo que él había sido de lo que él podría seguir siendo si no le hubiera engañado como lo había hecho.

«¿Por qué me haces sufrir tanto?».

Habría que acostumbrarse, sea como fuese, debía de hacerlo; había que ser fuer y eso era lo que iba a hacer, tendría que acostumbrarse a la idea de vivir allí, sola, sin compañía alguna. 

La Tierra de los Olvidados tenía una nueva reina, se estaba resignando a aceptarlo como su nuevo hogar, hasta que, sus pensamientos fueron interrumpidos al oír unas voces a su espalda, volteó y se sorprendió ver al Hombre de Cera, junto a Manolo, Carmen, la madre de Manolo, y...la cabeza de Luis, el abuelo de Manolo. Ella con sus poderes le volvió a reconstruir el cuerpo a Luis que se quejaba por el regreso de su artritis. Debió suponer que el Hombre de Cera le había ayudado, pero más le sorprendió al escuchar a Manolo decir que Xibalba había hecho trampa. Aquella noticia la había enfurecido tanto que, las luces de sus velas se encendieron provocando una explosión de luz que alumbraba el reino mientra gritaba fuerte: XIBALBA.

Éste apareció con dos copas de plata en una mano todo feliz y contento y una botella de vino en la otra, las cuales soltó al ver al trío de Sánchez y al Hombre de Cera parados a unos metros antes de que La Catrina se pusiera en medio de su visión toda echa una furia por saber el juego sucio que había hecho quien era su esposo.

—¡Repugnante hijo de burro leproso, hiciste trampa!... ¡¡¡Otra vez!!! — le gritó furiosa señalándole con el dedo.

Xibalba negó haberlo hecho, hasta que La Catrina le sacó a su serpiente de dos cabezas y la volvió a convertir en un báculo. Manolo le había dicho que él usó a una serpiente de dos cabezas, ella sabía que solo obedecía a la voluntad de Xibalba, debió haberlo sabido cuando supo que María la había mordido una serpiente, debió indagar que era aquella.

—Eso...tiene una mente propia...o dos—se excusó Xibalba agarrando su báculo. No quería admitir su trampa, luego de las consecuencias que sufrió la última vez.

La Catrina se sentía más que frustrada, decepcionada que su marido haya vuelto a hacer trampa.

«Nunca espero nada de ti y aún así me terminas decepcionando» pensaba La Catrina alejándose de él.

Xibalba continuaba negando haber enviado la serpiente a María, también negó haberle dado la medalla a Joaquín. Allí fue cuando se dio cuenta que metió la pata, nunca debió mencionar ese detalle, La Catrina ni siquiera sabía cuando había recuperado su medalla y tampoco supo hasta ahora que la medalla estaba en manos de Joaquín, esto ponía a los mortales en una situación difícil.

El azúcar y alquitrán se mezclanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora