Encontrando a La Catrina

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No entendía por qué razón La Catrina se marcharía a esa tierra. Había escuchado rumores acerca de que esa tierra era inhóspita, lúgubre e inestable, aunque eso último no lo podría creer, pero si creía el hecho de que nada en esa tierra era igual al de los muertos, allí habitan criaturas que ni siquiera son humanas, todos temían a esos dominios peor que la Tierra de las Tinieblas porque uno nunca sabía como describir realmente ese lugar, era como si un hechizo estuviera en esa tierra que evitaba que los dioses pudiera siquiera decir qué pasaba en aquel lugar y con sus súbditos. Así que, como su nombre lo describía, era todo desconocido, solo se pensaba en los rumores que todos dejaban al salir de aquel lugar

—Son los dominios de su hermana La Noche —mencionó el Hombre de Cera antes de abrir el portal que los llevaría hasta allá. —Ella me dijo que si alguna vez estaba en problemas se marcharía con su hermana.

Eso no tenía ningún sentido para el dios hecho de alquitrán, La Catrina le había mencionado que no se llevaba bien con su hermana, claro que, el Hombre de Cera la conocía muchos más tiempo de lo que Xibalba la conocía, escuchó que era desde que era una niña y por eso se había vuelto uno de sus amigos más cercanos; además de las visitas y reuniones que ese dios hecho de vela le hacía a la diosa de la muerte. Por dentro, Xibalba le daban unos celos por esa vela gigante con nubes que podía pasar más tiempo con la diosa que le cautivaba, aprovechaba tanto la amistad que tenían desde antes de su llegaba a esas tierras que no le extrañaba que él pudiera también estar enamorado de La Catrina, eso pensaba, quien no podría no estar enamorado de ella, tiene una gran belleza, cautivadora, ect.

Suspiró, cualquier dios se sentiría tan afortunado de ser su esposo.

«¿Por qué me arrojaron a un basurero en lugar de arrojarme a las brasas de tierra ardiente como mi hermano cuando nací?» pensaba Xibalba.

Finalmente llegaron a la Tierra de lo Desconocido. Los rumores no hacían justicia a lo que Xibalba veía ante sus ojos, todos los edificios y calles estaban desiguales, curvilíneos y en forma de espirales que se movían y cambiaban de una forma a otra, a veces estaba claro o a veces oscuro el cielo, se estaba mareando con ver toda la mezcla de colores, no entendía como La Noche puede soportar este lugar o como el Hombre de Cera no se mareaba con ver todo el lugar.

Las criaturas que habitaban en ese mundo eran distintas a las que habían visto, no eran humanas ni animales, algunos parecían mezclas de animales y humanos, otros parecían humanos pero lanzaban extrañas esferas luminosas alrededor, y también habían criaturas parecidas a dragones de varios colores. Xibalba no entendía que clase de mundo era ese, incluso el castillo de La Noche era distinto a lo que esperaba: un gran palacio en forma de pirámide cuadrada con ventanas medio ovaladas y cabezas gigantes en forma de serpientes. Al llegar a la puerta, tocaron y las puerta se fue elevándose hacia arriba.

Los dos dioses entraron con cautela al castillo aunque el tramo para subir a la cima les pareció muy cansado, ni con sus poderes podían haberse transportado rápidamente.

—A La Noche... no le gusta recibir visitas —comentó el Hombre de Cera respirando con dificultad cuando llegó a la entrada. —Aunque creo que esto lo hizo a propósito para vernos sufrir.

«Le gusta la tortura, eso me encanta» pensaba Xibalba sonriendo al ver la cara que ponía el Hombre de Cera al intentar abrir con todo su esfuerzo las puertas del palacio. «Podríamos haber hecho una buena pareja si no me hubiera rechazado».

Las puertas del palacio se abrieron, el interior parecía un cielo nocturno vacío con estrellas brillando en el techo y goteaban agua que no mojaba a ninguno de los dioses. Se podía sentir un frío alrededor y el sonido de la lluvia hacer eco con cada paso que daban hasta que escucharon un gran estruendo que hizo que el Hombre de Cera temblara de miedo y brincara hacia Xibalba.

El azúcar y alquitrán se mezclanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora