La Coronación

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La Tierra de los Muertos, lugar para el descanso de aquellos humanos que ya no pueden seguir en su mundo porque su llama de la vida había acabado. Ahí se estaba dando una celebración por la esperada ceremonia de coronación que tendría su nuevo gobernante, muchos de los dioses y habitantes del reino estaban en la sala del trono esperando la llegada de La Catrina para su celebración. Incluyendo a Xibalba, que estaba entre las filas mas adelantes junto a su hermano el Chamuco esperaba poder ver la coronación e irse, le incomodaba demasiado estar en ese reino como invitado a la ceremonia, sobre todo porque ahora no podía mirar a La Catrina de otra forma sabiendo que ella le había quitado el puesto que él deseaba.

—Que inicie la coronación—anunció el Hombre de Cera entrando alegremente al salón.

La Catrina entró al salón con una túnica de color rojo, era tan largo que lo arrastraba por detrás como si fuera la cola de una novia, decorado con flores de y calaveras. Xibalba no podía negar que se veía muy hermosa a pesar del rencor que le tenía a la nueva gobernante, más para su sorpresa llevaba en su cabello las caléndulas junto a un decorado de plumas de colores y calaveras, un traje muy tradicional de la región que a diferencia del dios alquitrán, su traje hacía recordar a la armadura de los extranjeros que comenzaron a llegar.

En cuanto ella se sentó en el trono en forma de corazón, unas velas la rodearon adornando su tocado y vestido. La alegría que ella sentía era tan intensa que se esparció en todos sus súbditos y algunos dioses, cuando se dice algunos, hay unas excepciones como en el caso de Xibalba.

Luego de grandes ovaciones ante La Catrina, todos los dioses de la fiesta tenían la obligación de felicitarla. Incluso el Chamuco que con unas simples palabras en modo seductor hizo que La Catrina se sonrojara, y cuando le tocó el turno a Xibalba que tenía que fingir su desagrado, observó como sus ojos brillaban de alegría al verlo y él no pudo dejar de admirar la belleza al verla tan de cerca.

—Espero que nos podamos ver más seguido. Mi hermana dice que este puesto me será muy agotador y que nunca tendré tiempo de poder hacer nada ni ver a nadie, desearía pensar que es mentira a pesar que ella puede ver el futuro. A no ser que me case.

La Catrina le sonrió, Xibalba estaba comenzando a adorar esa sonrisa. Toda la rabia que sentía en aquellos momentos por no tener ese reino se había olvidado por completo, sobre todo cuando le informó que su hermana La Noche podría ver el futuro, quizás eso sea una ventaja para él y así averiguar si ella se convertiría en su esposa, eso podría ser la respuesta a su plegaria, si se casa con La Catrina tendría un reino que gobernar, aunque dudaba que el Hombre de Cera les diera su bendición.

—Serás unas excelente reina —comentó Xibalba.

Al estrechar de nuevo la mano de La Catrina no quería soltarla por aquella sensación que sintió la primera vez que la tomó, tan dulce, tan cálida, se sentía demasiado bien.

—Por cierto, gracias por las caléndulas. Nunca me las voy a quitar.

La celebración siguió lo que restaba del tiempo, debido a que los dioses debían de volver pronto a sus hogares y reinos. En ese tiempo, Xibalba pasó tiempo con La Noche para intentar saber si lograría casarse con la diosa, pero ella se negaba a comunicarle cualquier predicción que se debiera al futuro contrayendo matrimonio.

—Al menos espero que seas tú.

Siguió conversando con La Noche ganándose nada más que dos sonrisas de su parte hasta que decidió marcharse porque ya estaba cansado de ver tanto júbilo por La Catrina.

Pero antes de irse chocó con La Catrina, acompañada por su hermano el Chamuco que antes estaba entablando conversaciones con ella.

—¿A dónde vas, hermanito?

El azúcar y alquitrán se mezclanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora