División

174 9 0
                                    

Muchos habían dudado por un momento que de verdad se unirían como marido y mujer, hasta lo fueron aceptando, parecían la pareja perfecta a pesar de ser de materiales incompatibles. Durante los siguientes siglos lo demostraban cuanto se amaban, no podían vivir sin el otro.

Compartían los momentos que los cuales se permitían estar juntos. Aunque hubieron muchas disputas sobre ciertas diferencias entre ellos y sobre todo por algunas actitudes negativas que tenía el dios hecho de alquitrán hacia los seres mortales y las trampas que empezaba a hacer en las apuestas porque tenía tan grande el ego que no quería perder; sin embargo, La Catrina se lo perdonaba por el amor que le tenía, incluso intentó convencerlo varias veces para que él no siguiera haciendo trampa en vano, siempre rompía su palabra y ya se había cansado de intentarlo, dejó sus esperanzas en el tiempo para que dejara de tener esos malos hábitos.

Parecía que iba a ser perfecto pero no fue así, el matrimonio de los dioses tenía sus altas y bajas, el amor que se tenían era tan atesorado para ellos que por eso se reconciliaban y aceptaban los defectos del otro y lo que implicaba ser marido y mujer.

Lo peor llegó cuando ninguno de los dos se percató de que habían caído en la maldición de la rutina matrimonial. Se le estaba poniendo fastidiosa la vida a Xibalba, levantarse, comer, gobernar su reino, volver a comer, atender las peticiones de los muertos para ser un poco placentero lo poco que les quedaba en la Tierra de los Olvidados antes de volverse polvo, convertirlos en polvo los que ya deberían ser olvidados al instante, visitar al Hombre de Cera con La Catrina para admirar cada acontecimiento en el mundo que se escribía en el Libro de la Vida y llegar a dormir con su esposa todo agotado.

Ya no hacían el amor como antes.

La Catrina también se agotaba por su trabajo como reina, complacer a cada habitante le estaba agotando sus poderes para que las fiestas fueran más coloridas y alegres, todos se los concedía, más que todo una de sus familias favoritas en todo el reino los cuales eran los Sánchez por tener en la mayoría de sus miembros toreros. Adoraba tanto a los toreros, esa valentía y fuerza que mostraban en las corridas que nunca se sabía si iban a sobrevivir para luego morir siendo estocados por los toros era lo más fascinante, también porque no dejaba recibir los grandes elogios que le hacían en todas sus participaciones en la plaza.

Xibalba estaba bastante celoso por la actitud de los toreros, por aquello de los toreros "coquetean con La Muerte" lo hacía hervir de rabia. No tenían ningún derecho en hacerle eso a su esposa y ella lo aceptaba como si olvidara que tuviera marido, parece que olvidaba que relación tenía con él y que no debía de posar sus ojos en otros hombres, sean dioses o mortales; eso hizo que su odio hacia ellos aumentara porque tenían tantas atenciones de su esposa que no era justo para él.

Era como si lo relegaran a segundo puesto.

Cansado de esa horrible rutina y la casi ignorancia de su esposa, Xibalba se escapaba por las noches a escondidas del reino para irse hacia un nuevo bar que habían creado en el mundo de los dioses; ahora que el mundo estaba cambiando los dioses también se adaptaban a los cambios, por eso les gustaba todo lo que podrían inventar los mortales para su conveniencia, el bar fue algo que disfrutaron mucho cuando se inauguró, beber licor hasta la hora que quisiera y escuchar las tonterías de los demás les parecía algo tan entretenido que todos los dioses que entraban al bar se volvieron adictos a esa costumbre.

El dios de la muerte era uno de los que les fascinaba frecuentar en aquel lugar, se la pasaba toda la noche bebiendo grandes cantidades de licor que su sistema podría asimilar más que un simple mortal, bromeaba con otros dioses que por la borrachera no les importaba ni un pepino que estuvieran hablando con el dios que alguna vez habían despreciado. Y cuando llegaba casi la madrugada, regresaba a la su hogar o a la Tierra de los Recordados y se acostaba a dormir, cuando lo hacían con La Catrina era con suma delicadeza sin que ella se diera cuenta de que no había dormido con ella.

El azúcar y alquitrán se mezclanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora