Arreglar un corazón

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Xibalba había ido a la Tierra de los Malditos, el Chamuco no podía creer la ira que tenía, de como golpeaba todo lo que había a su alrededor, y al llegar a la prisión del Chakal le agarró de sus cadenas sin importar el dolor que sentía al tocarlas.

—Ahora verás con tus propios ojos el dolor que le causaste a mi esposa, te haré pagar por haberle quitado la vida a mi hijo nonato—

Mirando fijamente con sus calaveras a los ojos de Chakal supo enseguida como le haría pagar por eso. Vería como se sentía perder un hijo cuando le quitara la vida a su hija.

—Tu hija perderá la vida esta misma noche.

—¡No te atrevas a tocar a mi hija! ¡Aléjate de mi bebé!

—¿Cómo tú, que atacaste a una mujer embarazada e hiciste que perdiera a su bebé? Por favor, alguien como tú jamás le importa la vida de nadie. Pero descuida, pronto estarán los dos juntos si es que ambos tienen la misma alma llena de maldad, es tu hija después de todo, lástima que su vida se vuelva tan corta.

Xibalba desapareció ignorando los gritos de Chakal, su hermano, que había sido espectador de todo, se le dibujaba una sonrisa maliciosa, finalmente, había vuelto a ser el de antes, aquel con quien compartió haciendo maldades en todo México. Como añoraba aquellos tiempos, cuando los dos estaban causando tanto caos en la Tierra de los Vivos, aquellos gritos y llantos eran su canción de dormir todas las noches. Cuanto deseaba hacerlo, claro que, estaba condenado a no volver a pisar la Tierra de los Vivos por un largo, largo tiempo.

Llegando a la Tierra de los Vivos, por fin pudo localizar a su presa. Una joven pelirroja que en lugar de vestido llevaba puesto un traje de dos piezas que consistían en una camisa roja y pantalones muy cortos que dejaban ver la daga que llevaba amarrada a su pierna y con botines marrones, se estaba escapando de un pueblo montada en un caballo que se había robado. Todo indicaba que era una bandida, igual que su padre, y una muy sexy, pensaba Xibalba, inmediatamente se dio una cachetada a sí mismo al tener ese pensamiento, él respetaba a su esposa, jamás en la vida se fijaría en otra mujer, aunque María fue simplemente algo normal que podría haberle pasado a cualquiera, bueno, no podía negar que ella estaba atractiva, pero sólo fue un simple vistazo que él hizo, nunca le interesó como mujer. Aunque debía admitir que Chela, la hija de Chakal, tenía sus encantos particulares.

«Concéntrate Xibalba» pensaba él. «Rápido, hazlo, solo un toque y es el fin.»

Ella se había detenido a dormir acampado entre algunas rocas, estaba dormida entre una manta que había en la alforja amarrada al caballo. Era el momento indicado, matarla mientras dormía, le indicó a su serpiente que la mordiera, ella se arrastraba hacia Chela, Xibalba sonreía con malicia al ver como estaba cerca de verla morir.

—¡No lo hagas!

Era La Catrina, que lo miraba con una gran tristeza, en sus ojos se veían lo hinchados que estaban de tanto llorar. Agarró a la serpiente y la volvió un báculo.

—Tengo buenas intenciones, mi amor. Chakal pagará por lo que hizo con la vida de su hija.

—No, Xibalba—sollozaba La Catrina- Los hijos no deben pagar por los pecados de los padres. Sé que lo haces porque crees que así Chakal pagará por lo que me hizo, yo también estoy muy mal de haber perdido a mi bebé, mas esto no es correcto, nunca envenenaría mi alma con la venganza. ¿Qué ganaría si le arranco la vida a esa niña que fue criada por el peor bandido que haya existido? ¡Nada!—. Mientras hablaba su voz se alzaba.—¡Matar a Chela no me devolverá a mi hijo! ¡A nuestro hijo! Por favor, no dejes que tu dolor te domine.

—Tengo que hacerlo, así verá el dolor que sentimos. Lo hago más por ti que por mí.

Iba a tocar a Chela, pero la mano de su mujer lo detuvo, su miraba era muy triste y suplicante, él podía observar como unas lagrimas rodaban en su mejilla manchandolo del maquillaje de sus ojos.

El azúcar y alquitrán se mezclanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora