Una desdicha

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Al despertar, La Catrina se encontraba sola en la habitación de Xibalba, miraba por todas partes tratando de encontrar a Xibalba, no estaba allí. Salió y lo busco por todo el palacio y por toda la Tierra de los Olvidados. Al final, no lo encontró, llegando a la conclusión que lo que había visto había sido sólo un sueño, estaba tan triste de no tener a Xibalba que su inconsciente debió hacerle creer que había vuelto a su lado, convirtiendo el sueño en una realidad, aunque fueran por unos pocos minutos.

Fue a buscar al Hombre de Cera a su hogar en la Cueva de las Almas, sin embargo, tampoco estaba allí. Que extraño, se preguntaba si estaba soñando o de verdad el Hombre de Cera se había ido, se tocó la cara y sintió el dolor punzante de la herida que le había dejado el Chakal, si aún le dolía, significaba que no estaba dormida, y nada de eso era un sueño, Xibalba no estaba con ella, eso la preocupaba demasiado.

—Xibalba, ven pronto, te necesito—se decía a si misma-No quiero quedarme sola-

Luego de unas horas se fue a la Tierra de lo Desconocido a ver a su hermana, quizás esté ahí el Hombre de Cera, esperaba a que así fuera. Llegar hasta el hogar de La Noche no le fue fácil, en el camino sentía que su cabeza le estaba dando vueltas, esto le dificultó el trayecto que se volvía muy lento al tener que detenerse cada vez que sentía un vértigo. Una vez llegado al castillo de su hermana, se quedó estupefacta al ver lo que estaba pasando: La Noche, el Hombre de Cera y el Chamuco trataban de lo posible de detener al Chakal que intentaba librarse de sus cadenas y resistiendo al poder de sus captores, se resistía, no deseaba irse a la Tierra de los Malditos, La Noche intentaba dormirle de nuevo, entonces, el rompió esas cadenas y golpeó a cada dios, incluyendo a La Catrina que le dio un golpe en el estómago, ella sintió un dolor agonizante, tanto que se agarró el abdomen como si estuviera teniendo un cólico. 

—¡Te mataré! ¡Te mataré!

Esto hubiera ocurrido de no ser por la aparición de Xibalba, llevando su espada en mano atacó al Chakal, la herida que le causó fue suficiente para hacerlo caer al suelo como si estuviera muerto, Xibalba soltó la espada enseguida, sabía que eso no lo mataría, no se puede matar a lo que ya está muerto. Ni él ni su hermano conocían la magnitudes del poder de esa espada que le perteneció a su padre, ellos jamás reconocerían la magnitud de esa arma, por suerte, el Chamuco logró llevarla devuelta a su hogar, con ayuda de algunos sirvientes suyos. Rápidamente, el Chamuco convocó unas cadenas que ataron al Chakal, estas eran distintas, ardían en llamas y estaban al rojo vivo.

—Llevará esas cadenas toda la eternidad, sufrirá tanto dolor que deseará haber sido olvidado en lugar de ser condenado—comentaba el Chamuco antes de desaparecer con el Chakal en un tornado de fuego.

Los tres dioses presentes captaron su atención en La Catrina que caía al suelo, el dolor que sentía era tan fuerte que la dejó convaleciente...

Así eran como habían ocurrido las cosas. Xibalba, había entrado en batalla con Chakal, el Chamuco no quiso interferir porque no la veía como su pelea, su alma le pertenecía, pero su batalla era con su hermano por lo que hizo alguna vez en vida, prácticamente, Xibalba estaba teniendo una especie de revancha con aquel criminal.

Xibalba siempre había sido muy fuerte, y el Chakal le doblaba en fuerza, algo que no pasó desapercibido para el dios de la Tierra de los Olvidados. Su pelea dejaba destrozos por todo el palacio, éste trataba de escapar para ganar algo de aire por los golpes que le daba el Chakal y él no le dejaba detenerse por un minuto, lo último que pensaba era en como lo detendría, pensaba en su esposa, debía estar preocupándose tanto, el pensar en ella le daba un motivo para detener a toda costa al Chakal. Entonces, el acero tocó su abdomen, podría sentir un fuego intenso que le quemaba el interior, cayó al suelo soltando su báculo que se volvió serpiente y se escondió en el brazo de su dueño, sintiendo que cerraba los ojos, el Chakal veía esto como una señal de muerte para el dios, podía haber atacado al Chamuco, pero no lo hizo, él ya tenía una cosa en mente, y eso era, recuperar la medalla de la vida eterna, desapareciendo de la vista de Xibalba que yacía como muerto y del Chamuco que aparecía para socorrer a su hermano. Estaba herido, perdía mucha sangre a cada momento, en otras circunstancia lo habría dejado morir, no le importaría lo que le ocurriera, pero ahora, las cosas eran distintas, no deseaba perder a su único hermano, su hermanito, como siempre le decía, quizás por los grandes cambios que había sufrido con La Noche, o quizás era debido simplemente a que en el fondo él si quería a su hermano, por eso era que lo llevó rápidamente a que fueran a curarlo, no era sencillo recorrer a gran velocidad para encontrar a uno de los dioses que practicaba la medicina. Tzapotlatnena se encargó de curar la herida con hierbas y proporcionarle a algunas que le ayudaban a recuperar sus fuerzas.

El azúcar y alquitrán se mezclanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora