Bajamos del carruaje a las doce del mediodía del día siguiente. No sé cómo hizo el que manejaba, pero sin duda le voy a subir el sueldo. Normalmente, llegar a Manisa toma entre siete a diez días.
Hurrem y yo comenzamos a correr por los jardines para entrar al palacio. Todo el harén se reverenció ante nuestra presencia. Yo corrí a los cuartos de mis hijos, mientras que ella se quedó hablando con la favorita de Mehmed; la griega se veía en un estado lamentable.
──Padre.──La voz entrecortada y las ojeras de mi hija hicieron que mi preocupación aumentara.
──Mihrimah.──Corrí a abrazarla con fuerza.──Cariño, ya estoy aquí; papá está aquí y se encargará de todo.
──Lo sé.
Mi adorada Sultana cerró los ojos y se desplomó en mis brazos, dejándose caer. Su piel blanca estaba pálida, su cara se veía demacrada.
──Mi alma.──La voz de Diana me hizo entender todo. Sin más que decir, le entregué a Mihrimah.
──Llévala a sus aposentos a que descanse.──Le pedí amablemente a Hurrem.──Yo me encargaré del resto.
Ella simplemente asintió y cargó a Mihrimah hasta sus aposentos, donde ella se quedó hasta que se despertara. Por mi parte, entré a los aposentos de Mehmed. Gracias a Allah, ambos estaban allí.
Me acerqué hasta mi hijo y lo toqué; todavía había calor y color en su rostro. Él estaría bien, se levantaría en algún momento.
Por otro lado, estaba Raziye. Llevé una mano a su rostro...
Estaba frío...
Ella estaba fría...
No había color alguno en su piel...
──¡Doctores!──Grité asustado y al borde del colapso. No, no, no, de ninguna manera, ella no podía....
Los médicos entraron y se dispusieron a revisar a mi hija. Yo me mantuve estático en mi sitio, mirando con cierto nerviosismo.
Si Raziye muriese, yo iba a matar a medio imperio hasta encontrar al responsable. Mi mente estuvo en blanco durante segundos que se convirtieron en minutos, y esos minutos se convirtieron en horas.
No sé cuánto tiempo me mantuve de pie, solo sé que todo volvió para mí cuando oí su voz.
Su voz me había devuelto cualquier tipo de esperanza que cualquiera podría tener.
──Padre...──Llamó suavemente ella.──Me duele un poco la cabeza.
──Raziye.──La envolví en un fuerte abrazo.──Allah, me tenías preocupado.
──¿Y Mehmed?──Preguntó débilmente.
──Aquí.──El Sehzade sonrió a su hermana.──Ya saben, hierba mala nunca muere.
──Ustedes dos realmente saben cómo preocuparme.──Sonreí dejándome caer en el sofá que estaba al lado de la cama.──Díganme, ¿Qué fue lo que pasó?
──Lo único que recuerdo fue que en la cena una criada nos trajo té.──Informó Mehmed como si intentara recordar algo.
Antes de que mi hijo pudiera decir algo más, tres mujeres entraron en la habitación, pero una se abalanzó a los brazos de Mehmed; era la misma chica rubia de antes.
De alguna manera me incomodaron sus muestras de afecto, qué empalagoso, Allah, yo con mi esposa no era así...creo.
Sin embargo, a Diana parecía resultarle agradable ver cómo dos jóvenes se profesaban amor eterno. De hecho, a él único que parecía incomodarle era a mí.
──Como decia.──Interrumpi a todos ganandome una mirada molesta de Hurrem.──¿No recuerdan nada más?
──Lamentablemente no.
Suspire, si, creo que por una parte era mejor que no recordaran eso, pero por la otra realmente no deseaba que se olvidasen de esas cosas, podria ser util para un futuro.
──Me quedare unos dias en Manisa.──Dije, sorprendiendo a todos los presentes.──Quiero asegurarme de que todo este bien, y ademas ver si la persona que hizo esto todavia esta aqui, este es un crimen que no puede ser perdonado.
──Opino lo mismo que su padre, niños, este es un tema serio.──Hurrem se sento a mi lado y tomo mi mano entre las suyas.──Despues de todo no se que pueda pasarles y quiero tenerlos en observacion algunos dias.
──Claro.──Dijo Mehmed con una sonrisa.──Como desees madre.
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¿Ahora soy Suleiman?
Historical FictionMateo, un joven que es considerado el nerd del salón, no tiene vida social, mucho menos amigos, bueno, si hay una, pero no es muy relevante para él. Su único pasatiempo es leer libros e investigar sobre la historia otomana, su favorita admiraba much...