28| Handan y Mükerrem..

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──Handan

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──Handan.──Sonrió la circasiana cuando estuvo en sus aposentos y vio la figura de la pelirroja.──Qué sorpresa, ¿Me has extrañado?

──Claro que sí.──Respondió la pelirroja de forma sarcástica.──Te extrañé tanto que hasta me aburría de no tener a alguien a quien molestar.

Las dos se dieron una sonrisa, para que luego Mukerrem le ofreciera un sitio a su lado, dispuesta a escuchar sus peticiones.

──Hagamos una tregua.──Sonrió Handan.──Quiero de tu ayuda para entronar a nuestros hijos.

──Justo quería contarte de un plan que tengo.──Mukerrem sonrió.──Necesitamos un nuevo sultán, y quiero que sea tu hijo.

Aquello sorprendió a Handan, ¿Por qué su hijo y no el de ella? Sin embargo, se dedicó a escuchar con atención el plan de Mukerrem, el cual se le hizo más que tentador. El plan consistía en que ellas dos harían una revuelta, y así tendrían un nuevo sultán, se desharían de toda mi descendencia con Hurrem y todos ganarían.

Handan fue lo suficientemente tonta como para aceptar eso. No se había puesto a pensar que esto no más era una trampa de Mukerrem, pues si el plan funcionaba y lograban poner a Korkut en el trono, ella misma lo derrocaría y pondría a su hijo. Y si el plan no funcionaba, sabía cuál era la consecuencia, la muerte.

Por lo que si su plan no funcionaba, eliminaría a Handan y Korkut del juego otomano, y solo quedarían ella y su hijo contra Hurrem.

Aunque vieras por donde lo vieras, esto ya era una partida perdida, Hurrem ya había ganado desde hace mucho.

Pero aún así siguieron con su plan como normalmente lo harían, solo que ahora Hatice ya se encontraba de nuevo en la capital, por lo que como sea intentaron defender a la familia imperial otomana.

Su plan podría haber salido bien de no ser por la carta que me envió Diana, en la cual narraba toda la situación actual del estado.

Durante esa semana que se demoró en llegar la carta, estas dos mujeres ya habían arrasado con la vida de una cantidad significativa de mi pueblo; cualquiera que se mostrara en su contra era eliminado.

No les importaban si eran niños, hombres, ancianos o mujeres embarazadas; les arrancaban la vida a todo aquel que se le ocurriese decir que su causa estaba mal.

Mi familia corrió a esconderse en un palacio alejado, deseando que todo esto pasara rápido y que yo llegase con el ejército a poner orden.

Llegué con mi ejército justo al momento en que Korkut se iba a sentar en el trono. Ordené rápidamente su encarcelamiento y la de Handan, luego me dirigí al otro palacio en donde se encontraba toda mi familia y regresé con ellos a Topkapi.

Hurrem comenzó a relatarme cómo había empezado todo este problema. Aunque claro que no sabía de quién había sido esa brillante idea, por lo que no esperé más y caminé hasta los aposentos de Ayse Hafsa con Hatice detrás mío.

Una vez que se abrieron las puertas, el grito que salió de la boca de Tica me heló el alma; lo siguiente que vimos fue a Ayse Hafsa en el suelo con los ojos bien abiertos y llena de sangre a su alrededor.

Hatice corrió hacia el cadáver y se abrazó con fuerza mientras gritaba y lloraba. Pese a que yo no compartía ni sus sentimientos ni su dolor, sí entendía que esto era lo peor que podía ver a una hija: el cadáver de su madre muerto de la peor manera posible.

Abracé con cuidado a Hatice por la espalda, suplicándole que se calmara y que no hiciera ninguna locura, que íbamos a encontrar a los culpables y vengaríamos la muerte de su madre.

A mi hermana no pareció gustarle mucho mi idea, pero no dijo nada, simplemente escondió su cabeza en mi cuello como si de una niña se tratase. La abracé con fuerza.

Así como se sentía Hatice, se sentía un montón de gente. Cuando llegué, las calles estaban llenas de gente llorando a sus muertos, pidiéndole a Allah que los llevara con ellos.

Este estado era un mar de lágrimas en estos momentos, por lo que mi trabajo era darles el consuelo que necesitaban, y qué mejor modo que darles a los traidores.

¿Ahora soy Suleiman?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora