26| Si quieres tener el trono en tus manos, piensa con la cabeza.

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Una vez pisé tierra otomana, evadí todas las preguntas que pudieran tener Hurrem y Mihirmah hacia mí

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Una vez pisé tierra otomana, evadí todas las preguntas que pudieran tener Hurrem y Mihirmah hacia mí. Raziye, a su vez, también intentaba sacarme información, pero nadie lo conseguía. En su lugar, fui en busca de mi hijo, él cual estaba junto con la niña griega en el jardín.

Al verme, hizo una reverencia y volvió al harén para que yo pudiera quedarme a solas con mi hijo, el cual me miraba con una sonrisa. No dudó en darme un abrazo.

──Padre, me alegro de que estés bien; mi madre tenía miedo de no volver a verte.──Dijo él con una sonrisa.

──Mehmed.──Hablé serio.──Vas a casarte dentro de un mes.

Decidí darle la noticia directamente, pues no quería adornarla ni siquiera darme muchas vueltas con esto. Sabía que si quería que Mehmed cumpliese con esto, debía ser directo.

──Yo sabía que tenía que ser Sultán para casarme con Nasia.

──No estoy hablando de la niña griega, hablo de una mujer que te va a asegurar el camino al trono.

Con eso pareció entender lo que se le venía. Claro que intentó negociar conmigo y enojarse por esto, sin embargo, yo no daría mi brazo a torcer. ¿Qué creía que iba a lograr enojándose conmigo? Nada, así de simple, nada.

Esperé a que este niño terminase de exponer sus puntos y explicar que él no podía casarse porque amaba a la concubina griega. A estas alturas del partido, a mí me daba igual si la quería o no. Estaba pensando en el futuro de mi hijo, por lo que agarré su hombro con suavidad y lo miré.

──Si quieres tener el trono en tus manos, piensa con la cabeza.──Dije mientras él se calmaba.──Con Anastasia no vas a lograr nada. Ella no te puede brindar ni un poco de poder en este juego otomano. Eres el tercer hijo varón, el que menos posibilidades del trono tiene. Estoy pensando en ti, en tu madre y en tus hermanas al tomar esta decisión. Yo no voy a vivir eternamente.

──Pudiste casar a Raziye o Mihrimah si de poder se trata.

──Ellas elegirán con quien casarse. Tú tienes que pensar en el futuro, tu futuro y de esta dinastía. Si no te casas, se casará o Mahmud o Korkut. ¿Y sabes qué pasará después de eso?

Lo miré a los ojos buscando cualquier señal de respuesta, pero en cambio, en su mirada solo encontré dolor.

Sí, mi hijo era lo suficientemente consciente como para saber qué ocurriría si Mahmud o Korkut se casaran con la hija del Sah. Él mismo firmaría su sentencia de muerte y la de las mujeres a su alrededor.

──Somos hombres otomanos, en nuestra sangre estamos obligados a pensar en el futuro del imperio y el nuestro. Nosotros no tenemos tiempo para llorar o siquiera detenernos a pensar en la decisión correcta. Nosotros estamos obligados a pensar ya en el futuro.

──¿Quién es mi futura esposa?──Preguntó Mehmed mientras levantaba la vista con determinación.

──Es la princesa Rabia, hija del Sah Safavida.──Sonreí. Sabía que mi decisión rompería el corazón de una niña, pero, ¿Qué me iba a importar a mí si el futuro de mis hijos y mi esposa estaba en juego?

 Sabía que mi decisión rompería el corazón de una niña, pero, ¿Qué me iba a importar a mí si el futuro de mis hijos y mi esposa estaba en juego?

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──No me mires con decepción

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──No me mires con decepción.──Dije intentando no mirar a mi adorada esposa.──Estoy pensando en el futuro de todos al hacer esto.

──Sé que en el juego otomano ni el amor ni la amistad son importantes, pero me hubiera gustado que te hubieras puesto siquiera dos minutos en los zapatos de esa pobre niña. Ella estuvo con Mehmed cuando estuvo envenenado, se quedó a su lado y no se separó hasta que llegamos.

──Lo sé, y se lo agradeceré siempre, pero también agradeceré ver en el más allá a mi hijo como Sultán otomano.

──No me gustaría que Mehmed se casara por poder, al igual que a ti no te gustaría que ninguna de nuestras hijas lo hiciera por poder.

──Quizás en otro mundo ellos se conocieron y él se casó con ella desde el primer instante.

──Ojalá, sean felices en otro universo.──Hurrem suspiró y tomó mis manos con las suyas.──Supongo que esa niña vendrá aquí.

──Sí, en dos semanas estará aquí. Quiero que prepares todo, que no le falte nada.

──Como ordenes, mi Sultán.──Respondió ella no muy entusiasmada.

¿Ahora soy Suleiman?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora