Capitulo 8: Una Noche Especial.

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Abigail y Lucca vivieron la mejor noche de sus vidas, entregándose completamente el uno al otro. Ella dejó atrás su vergüenza y en ese momento no pensó en su futuro esposo, ni en la empresa, ni en los empleados, ni siquiera en su familia. Solo quería estar con Francesco y demostrarle cuánto lo amaba. Ahora sería más difícil separarse de él.

Lucca nunca se había sentido así con ninguna mujer, y eso que había estado con muchas. Pero Abi se había entregado a él con tanto amor y dulzura que se sentía culpable por engañarla y obligarla a casarse. Sin embargo, necesitaba una esposa, y ella era la indicada, ahora más que nunca, al saber que era virgen y que fue su primer hombre.

Los dos estaban acostados en la cama, abrazados, sin poder creer la hermosa experiencia que habían compartido. Minutos antes, ambos habían llegado al clímax y lo disfrutaron al máximo.

—Te amo, Abi —confesó Lucca sin reservas, dejando salir todos sus sentimientos.

—Yo también te amo, mi amor —respondió ella, acercándose más a él.

—Abi... ¿por qué no me dijiste que eras virgen? —La muchacha se puso colorada de vergüenza; no pensó que él se daría cuenta.

—Lo siento, Francesco. Estás enojado conmigo, ¿verdad? Debería habértelo dicho, pero me dio mucha vergüenza.

—Eres increíble, Abi. No estoy enojado contigo, todo lo contrario. Me siento honrado de ser tu primer hombre. Estoy celoso de Lucca Chiaraviglio.

—No lo nombres, por favor. No arruines el momento. Además, solamente será un año. Si aún estás soltero después de mi divorcio, tú y yo podemos estar juntos.

—¿Tú lo crees, Abi? ¿No te enamorarás de tu esposo?—preguntó, mirándola a los ojos.

—Jamás podría enamorarme de él, Francesco.

—No lo conoces. Quizás cuando lo veas y sepas realmente cómo es, te enamores.

—Te amo a ti. Nunca me enamoraré de un ser insensible que obliga a una mujer a casarse con él solamente por dinero.

Las horas pasaron y, durante la noche, siguieron haciendo el amor y hablando de reencontrarse un año después del matrimonio, cuando ella estuviera separada.

Lucca se levantó muy temprano; no pudo dormir en toda la noche. La culpa lo invadía por engañar a Abi. Ella era una buena mujer y no se lo merecía. Sin embargo, lo hecho, hecho está, y no hay vuelta atrás. Necesitaba casarse antes de que su abuelo Francesco falleciera. Era la única manera de quedarse con la fortuna familiar. Sabía que si tenía que elegir entre Abi y el dinero, elegiría el dinero. Pero tampoco quería hacerla sufrir, aunque cuando ella se enterara de la verdad, sufriría mucho.

Se dirigió hacia la cocina y, sin hacer mucho ruido, comenzó a preparar el desayuno para despertarla. Su avión salía en cuatro horas y quería disfrutar el poco tiempo que le quedaba siendo Francesco Capelli. La próxima vez que se encontraran, sería Lucca Chiaraviglio y no sería el mismo sentimental de ahora.

Preparó unos huevos revueltos, exprimió unas naranjas para hacer jugo fresco y sirvió una taza de café para cada uno. Acomodó todo en una bandeja y lo llevó a la habitación. Cuando entró, vio que Abi no estaba en la cama, pero escuchó el agua de la ducha correr. Seguramente se había despertado cuando él salió. Lucca dejó la bandeja en la mesa, se quitó la ropa y entró en la ducha con Abi. Al verlo, se le iluminaron los ojos y le dedicó una tierna sonrisa.

—Buenos días, mi amor —lo saludó, dándole un beso en los labios.

—Buenos días, mi bella Abi. ¿Puedo bañarme contigo? —preguntó Lucca, con sus ojos colmados de deseo, observando el cuerpo desnudo de Abi. Era una mujer increíble.

—Por supuesto que sí, Francesco. Hazme el amor por última vez —le rogó. Él, sin pensarlo, le hizo el amor de la manera más tierna e increíble. Ambos llegaron al clímax total y se abrazaron, pero ella comenzó a llorar.

—Voy a extrañarte mucho, Francesco. No quiero separarme de ti.

—Debes hacerlo, Abi. Tu familia depende de ti —Lucca se sentía cada vez más culpable y se le rompía el corazón al verla llorar—. Dejemos de pensar que estamos separados. En un año volveremos a estar juntos.

—Así será, mi amor —respondió con ternura, abrazándolo.

—Vamos a desayunar. Disfrutemos las últimas horas juntos.

Ambos desayunaron en la cama, charlando, dándose besos, planeando encontrarse en la Toscana una vez que ella estuviera divorciada de su futuro esposo.

Después de vestirse y guardar las pocas pertenencias que Francesco le compró, la acompañó al aeropuerto. Abi saldría en el avión privado de la familia, ya que sin los documentos no podría viajar. Solamente esperaba que ninguno de los empleados dijera su nombre y ella se enterara de la verdad. Menos ahora; era preferible decírselo cara a cara cuando se presentaran a firmar los papeles del contrato matrimonial.

La pareja estaba en el aeropuerto, tomados de la mano, esperando la llegada del avión. Abi se sorprendió al saber que el vehículo era propiedad de Francesco.

—Nunca imaginé que tuvieras tanto dinero. Tienes un avión privado.

—Es de la familia. Pero soy el que más lo utiliza para viajes de negocios. Y ahora tú, porque es una emergencia.

—Gracias por todo lo que has hecho por mí. Siempre estaré eternamente agradecida. Si no fuera porque te encontré, no sé qué habría sido de mí.

—Fue el destino, Abi. El destino quiso que nos volviéramos a encontrar.

—¡Sí! El destino quiso que nos conociéramos. No me olvides, Francesco. Volveré por ti, lo prometo —manifestó, Abi con su corazón en la mano.

—No lo haré. Nunca podría olvidarme de ti, de la mujer que me robó el corazón. Pase lo que pase, siempre te amaré —sabía que siendo Lucca o Francesco, de ambas maneras, la amaría con locura. Sin embargo, las empresas Chiaraviglio y su fortuna eran más importantes.

—Toma. Quiero que te quedes con esto para que recuerdes nuestra promesa —Abi sacó de su cuello un pequeño dije en forma de trébol de cuatro hojas, regalo de su abuela, y se lo entregó a Francesco, quien lo escondió en su mano y lo apretó fuertemente.

—Prometo que lo cuidaré con mi vida. Dentro de un año, cuando nos volvamos a ver, te lo devolveré.

En ese momento, el avión apareció y Abi lo abrazó con mucha fuerza y tristeza por la despedida.

—Adiós, mi amor. Aquí nos volveremos a encontrar dentro de un año—exclamó Abi, que salió corriendo hacia el avión, sin escuchar las palabras de Francesco. Ella odiaba las despedidas y ese momento le causaba mucho dolor.

—Adios, mi querida Abi. Quizás nos encontremos mucho antes que eso.

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