Capitulo 38: Devuélveme A Marco.

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Juliet cortó la llamada, dejándolo atónito. No podía creer que esa mujer pudiera ser tan cruel con su propio hijo. A pesar de sus insistentes ofertas de ayuda para que entrara en rehabilitación, ella siempre había preferido a sus amantes por encima del bienestar del niño. Ahora, con el pretexto de vengarse por haber estado con Abigail, deseaba llevarse al pequeño.

No iba a permitirlo. Lucca tomó su teléfono y llamó a su abogado y amigo.

—Hola, Giaco, ¿cómo estás? —saludó con una voz tan cargada de tristeza que el abogado notó de inmediato que algo no estaba bien.

—¿Qué pasa, Lucca? —preguntó con preocupación.

—Acabo de cortar con Juliet...

—¿Qué quiere ahora esa mujer? ¿No se había ido para siempre? —dijo, furioso por el daño que había causado.

—Lo mismo pensé yo, pero no. Ahora quiere llevarse a mi hijo y alejarlo de mí. Dime que no puede hacerlo.

—Como poder, puede. Pero Juliet tiene graves problemas de adicción. No creo que la justicia falle a su favor. Te recomendé que la denunciaras por abandono de hogar.

—Lo sé, pero nunca imaginé que regresaría. Pensé que estaba satisfecha con el dinero que me robó y su amante.

—Seguramente necesita más y está usando al niño para acercarse a ti.

—Creo lo mismo, pero no puedo permitirlo. Necesito tu ayuda para llevar esto a la justicia. Marco no puede irse de mi lado; sabes que está enfermo y su madre nunca lo cuidó.

—Todos sabemos qué gran padre eres. Hay muchos testigos. No te preocupes, tienes todas las de ganar. Mañana mismo iré a los tribunales y la denunciaremos por abandono de hogar.

—Gracias, sabía que podía contar contigo.

—Eres mi amigo, Lucca. Estoy aquí para lo que necesites. Dime, ¿cómo estás con lo de Abi? Vi en las noticias que en dos días se casa con un senador norteamericano.

—Estoy destruido, pero ella misma me confesó que ya no me amaba, así que la dejé para siempre. Ahora lo importante es mi hijo.

Abigail no podía creer que solo faltara un día para su boda. Tenía los nervios a flor de piel. Todo estaba listo para el evento; solo faltaba la llegada de Isabella y Phillip, que llegaban hoy de Italia.

Beca, Bella, Abi y Amy fueron al aeropuerto a recibirlos. Apenas bajaron del avión, se encontraron y se fundieron en un fuerte abrazo. Todos habían hecho una gran amistad, incluido Phillip.

—No puedo creer que estén aquí, Isabella, Phillip —saludó Abi emocionada.

—Estamos aquí para evitar que cometas el peor error de tu vida —dijo su amigo, secundado por las mujeres.

—¿Cómo? —preguntó Abi, confundida.

—Es una broma. Vinimos a acompañarte y  a dejarte más hermosa que nunca para tu boda —respondió Isabella.

—Gracias, mi bella amiga, te adoro.

—Y sabes que yo tampoco podía faltar, aunque no estoy de acuerdo con esta locura —acotó su amigo.

—Lo sé. Luego te contaré lo que pasó con tu primo —exclamó en voz baja para que las niñas no escucharan y no hicieran preguntas.

—¿Cómo están las niñas de la tía Isabella?

—Muy bien, tía —respondieron con el cariño de siempre, y también abrazaron a Phillip, quien las estrechó contra su pecho.

—Siempre tan buenas, mis niñas. Están tan grandes.

—¿Por qué no vamos a merendar de camino al conservatorio? —preguntó Abi para hablar a solas con sus amigos y ponerse al día.

—Claro que sí, tengo mucha hambre —manifestó Isabella.

—Entonces, vámonos.

Abi subió al auto con sus acompañantes y se dirigieron al conservatorio de las niñas. Allí se despidieron, y Bella y Beca se fueron felices a su clase de piano.

Abi, Isabella, Phillip y Amy se dirigieron a una cafetería para merendar. Tenían mucho de qué hablar, incluido el regreso de Lucca a su vida.

—No puedo creerlo... Lucca Chiaraviglio rogándote por amor. Es increíble, y tú quedándote con John. Necesitas un buen golpe en la cabeza para que se te acomoden las neuronas.

—No seas así, Isabella. No quiero lastimar a John.

—¿Y crees que no lo haces casándote con él, estando enamorada de otro hombre? Sabes que John se da cuenta de todo... —exclamó Phillip, tratando de convencerla de que pensara en su propia felicidad—. Jamás he visto a mi primo tan enamorado de una mujer. Sufrió mucho, Abi. Merecen ser felices.

—Sí, lo sé. John se da cuenta de que amo a Lucca porque me lo dijo, pero no quiero dejarlo. Además, Lucca y yo nos despedimos para siempre.

—No puedo creer que seas mi amiga y que seas tan tonta. No me entra en la cabeza que te cases con alguien que no quieres y dejes ir al amor de tu vida —dijo Isabella indignada.

—Chicas, están aquí para ayudarme a prepararme para la boda. No me hagan esto.

—Tranquila. Aunque no estemos de acuerdo, apoyamos tu decisión.

Mientras tanto, Lucca estaba en las empresas Chiaraviglio firmando unos documentos en su oficina cuando el teléfono sonó. En la pantalla apareció el número de Antoine, quien recogía a Marco en la escuela.

Al contestar, escuchó la voz llorosa de su primo y se preocupó de inmediato.

—¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?

—Lucca, no vas a creer lo que pasó. Si tienes que golpearme o desheredarme, hazlo, pero llegué a tiempo. No sé cómo ocurrió —exclamó desesperado.

—¿Qué sucedió? —preguntó, al borde del colapso.

—Juliet acaba de llevarse al niño de la escuela —Lucca no podía creer que esa mujer se hubiera atrevido a tanto. Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos sin control.

—Dime que no es cierto... Llamaré a la policía. Quédate ahí, no te muevas, que ya voy a buscarte.

Lucca estaba preparando todo para irse cuando su celular volvió a sonar.

—Juliet, devuélveme a mi hijo, por favor —ruega desesperado.

—No lo haré, mi querido Lucca. También es mi hijo y se viene conmigo.

—¿A dónde lo llevas?

—No te importa a dónde, pero me lo llevo lejos de ti.

—Sabes que está enfermo, Juliet. Por favor, déjalo que vuelva conmigo.

—No te preocupes. Sé cómo cuidar a mi hijo. Tú vas a sufrir estando lejos de él. Esa será mi venganza —contestó con frialdad y resentimiento.

—No puedo creer que uses a tu hijo como parte de una venganza. Devuélvelo si no quieres terminar en prisión.

—¿En prisión? Jajaja, si es que logran encontrarme. Que te quede claro, Lucca, no volverás a ver a tu hijo nunca más.

—¿Y si te ofrezco un millón de pesos? —Un silencio se hizo presente del otro lado del teléfono. Juliet lo pensó muy seriamente y finalmente respondió:

—Es una propuesta demasiado atractiva. Un millón es mucho dinero. Dime, Lucca, ¿tanto quieres a tu hijo como para darme ese dinero y quedarte con él?

—Sí, Juliet. Lo amo porque es dulce, bondadoso, tiene todas las cualidades que un buen niño puede tener.

—Estaré mañana a las 10 de la mañana para organizar la entrega del dinero y de Marco —dijo Juliet con frialdad, mientras le daba la dirección donde se llevaría a cabo la entrega.

Un Matrimonio Por Conveniencia #PGP2024 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora