Capitulo 19: Frente A Frente.

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Abi se levantó muy temprano. Como todos los días, llamó a su padre para ultimar los detalles de la exposición que se celebraría la próxima semana. Sin embargo, a pesar de estar muy ocupada, no podía dejar de pensar en la llamada de Juliet. ¿Por qué querría hablar con ella? ¿Por qué insistía en que se conocieran personalmente? Probablemente tenía que ver con Lucca. Sabía que debía asistir porque se había comprometido, pero su intuición le decía que algo andaba muy mal.

Abi lo encontró en el comedor desayunando. Era extraño que aún no se hubiera ido a trabajar; quizá hoy lo haría desde casa. Intentó dirigirse a la cocina, pero su esposo la detuvo en seco.

—Ven a desayunar conmigo, Abi. Por favor, necesito hablar contigo —dijo Lucca con tanta dulzura que ella no pudo negarse y se sentó a su lado.

—¿Qué quieres? —preguntó, sorprendida por la actitud de su esposo.

—No estés a la defensiva, Abi. Solo quiero desayunar contigo y hablar como lo hacíamos antes.

—¿No tienes trabajo que hacer? La exposición es la próxima semana.

—Sí, pero estoy cansado y quiero quedarme en casa contigo. Quiero que por un momento nos llevemos bien, ¿puede ser? —Abi percibió tristeza en su esposo. Podía verlo en sus ojos. ¿Había pasado algo? Por un instante vio al Lucca que conoció en el pasado.

—¿Estás bien? —preguntó preocupada.

—No, Abi, no estoy bien. Estoy agotado, necesito descansar y, sobre todo, no quiero pensar en que mi abuelo está muriendo.

—¡Dios mío! ¿Le pasó algo al abuelo?

—Lo llevé ayer a hacerse nuevos estudios y el tumor se ha esparcido por todo el cuerpo. Ya no queda nada por hacer. Solo le quedan semanas, quizás dos meses, de vida —Abi, sensible por el embarazo, comenzó a llorar. El abuelo tenía tantos deseos de conocer a sus bisnietos, y no llegaría a hacerlo.

—Abi, por favor, no llores. Sabes que soy vulnerable a tus lágrimas.

—Lo siento, Lucca. De verdad lo siento. Quisiera que todo esto fuera diferente. Haberlo conocido antes y que tú no estuvieras pasando por este dolor.

—Mi querida Abi —Lucca, con sus dedos, secó las lágrimas de Abi en forma de caricias—, eres tan sensible, pero a la vez tienes ese carácter que me vuelve loco.

—Lucca, por favor...

—Lo siento, no quise incomodarte —Abi vio lágrimas de tristeza en los ojos de su esposo. Sin pensarlo, se levantó de la mesa, se acercó a él y lo abrazó por detrás. Lucca se dejó contener.

—Estaré aquí para ti, pase lo que pase —confesó Abi.

—Tú no sabes lo importante que es para mí el abuelo. Cuando perdí a mis padres, quería morir, Abi. Me sentía culpable por su muerte, por haber sido el único en sobrevivir. Lloraba noches enteras pidiendo que Dios me llevara con ellos. Por eso me convertí en la persona que soy: fría, sin sentimientos, solo viviendo para adorar a mi abuelo y manejar sus finanzas. Por eso me importa tanto el dinero, porque es lo único que me queda de mi madre y de él.

—Sé que he sido cruel contigo, pero no es verdad que no tienes sentimientos. El abuelo me contó toda tu historia, la muerte de tus padres, tu sufrimiento, y déjame decirte que no es tu culpa. Eras un niño de 11 años que no podía hacer nada. El abuelo me dijo que tienes el corazón más grande que esta casa, pero escondes tus sentimientos para no volver a sufrir.

—No puedo creer que pienses eso después de todo lo que te hice. Te obligué a casarte conmigo.

—Pero yo acepté, Lucca, y tenemos que poner lo mejor de nosotros para que este año tengamos un buen matrimonio.

—Abi... — no pudo terminar porque se acercó a ella y le dio un beso en los labios, apasionado, increíble, un beso como los del pasado. Abi no pudo evitar responder. Fue un beso tan dulce y apasionado que Lucca subió a Abi encima de él y siguió besándola y acariciándola. El cuerpo de ella estaba en un descontrol total, entre las hormonas del embarazo, el deseo y la angustia por el abuelo. Sin embargo, no sabía qué hacer. No quería volver a entregarse a él, no quería volver a destruir su corazón otra vez, ahora que estaba sanando poco a poco. Además, recordaba que tenía una charla pendiente con Juliet, la amante de Lucca.

—Lucca, espera, por favor... —exclamó, agitada por el deseo.

—Abi, sabes que nos deseamos. ¿Por qué detenernos?

—Porque solo quieres estar conmigo para tener un hijo, nada más.

—Te equivocas, mi amor. No es solo por un hijo. Te deseo desde la primera vez que vi tu foto en la oficina de tu padre. Ni hablar cuando te sentaste a mi lado en el avión y la semana que pasamos en Italia. No puedes olvidarte de todo lo que vivimos.

—Lo peor es que no puedo olvidarlo y por eso me lastimas, porque quisiera que fueras el Francesco Capelli del que me enamoré —manifestó, con lágrimas en los ojos.

—No quiero lastimarte, nunca querría lastimarte, pero sé que es lo único que hago. Eres hermosa, Abi, y como te dije esa vez por teléfono, pase lo que pase, siempre voy a amarte.

—Yo también te amo, Lucca, pero interpones entre nosotros el dinero y esto jamás llegará a buen puerto.

—Lo sé, por eso después de un año te dejaré ir. No quiero retenerte a mi lado. No quiero seguir lastimándote. Solo quedan 11 meses, mi amor, y luego serás libre.

Abi se sentía muy mal por Lucca. Era la primera vez que él abría su corazón de esa manera. ¿Sería verdad lo que dijo su abuelo, que ella era la única capaz de sanarlo con su amor? No quería quedarse a comprobarlo porque ahora en su vida estaban sus hijos y ellos eran más importantes que cualquier otra cosa, incluido su amor por él.

Después de desayunar, ambos tenían cosas que hacer. Lucca se dirigió a la empresa y Abi se preparó para encontrarse con Juliet. No quiso decirle a su esposo que se encontraría con su amante; de lo contrario, no la dejaría ir.

Abi subió a su auto y se dirigió al bar en el que había quedado con Juliet. Cuando llegó, se encontró con una mujer morena, delgada, de ojos cafés, una belleza de mujer. Ahora sabía por qué Lucca estaba enloquecido con ella y no podía dejarla ir.

—Hola —saludó Juliet muy amablemente.

—Hola, Juliet.

—Siéntate, por favor. Necesito hablar contigo, Abigail Moreno.

—Te escucho... —respondió, mientras tomaba asiento frente a su acompañante.

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