Capitulo 5: Un Encuentro Casual.

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No sabía qué hacer. El taxista le había robado todo: su celular, dinero, ropa y documentos. Por suerte, ya había pagado por adelantado el hotel; de lo contrario, habría tenido que pasar la noche en la calle.

Conocía tan poco de la ciudad que no se atrevió a ir a la policía a denunciar el robo. Si tan solo hubiera aceptado la propuesta de Francesco, no estaría viviendo este momento tan calamitoso.

Tras pasar por recepción y recibir su llave magnética, entró en su habitación de hotel. Era un cuarto amplio, con una cama grande y cómoda, y un cubrecamas de seda. Cerca de la ventana, había un minibar. Necesitaba un trago, así que se sirvió un poco de whisky, se sentó en el sofá junto a la cama y comenzó a llorar.

Siempre tan positiva y alegre, no solía ser sentimental. Pero ahora, solo quería llorar. No sabía qué hacer: no tenía dinero ni siquiera para tomar un taxi e ir al consulado español a pedir ayuda, mucho menos para hacer paracaidismo. Si tan solo pudiera encontrarse con Francesco otra vez y pedirle ayuda... Tenía la impresión de que Francesco tenía dinero, basándose en su porte, su ropa, su educación y el hecho de viajar en clase ejecutiva, por lo que podría pedirle prestado para pagar el boleto de regreso. Pero ni siquiera sabía dónde vivía.

Después de llorar y terminar su vaso de whisky, decidió tomar una ducha. El agua caliente y el alcohol en su sangre la tranquilizaron y disfrutó de la ducha, aunque tuvo que ponerse la misma ropa.

Salió del baño y decidió salir a caminar. Conocía muy poco la ciudad, así que se limitó a los alrededores del hotel. Siempre se movía en taxi, pero ahora no tenía dinero ni siquiera para comprar comida, lo que le recordó que estaba hambrienta.

Caminando, se acercó a un banco en la calle y se sentó a admirar la noche. La gente iba y venía, el tráfico era ajetreado; era sábado por la noche, y las familias salían a cenar y a pasear por la ciudad.

***

Tras visitar a su abuelo y cenar con él, Lucca verificó que Abi tenía razón: su abuelo mejoró solo con verlo. Decidió salir a tomar algo a un bar y encontrarse con Juliet, su amante desde hacía años. No sabía qué haría con ella una vez casado, pero necesitaba hablarlo con ella cara a cara.

No podía dejar de pensar en su futura esposa. Nunca una mujer lo había dejado tan consternado. Su belleza, su carácter fuerte y su dulzura la hacían única. No podía olvidar el beso, un pequeño beso que solo sirvió para dejarlo con ganas de más.

Cuando estaba llegando al restaurante en su auto, vio una figura conocida sentada en un banco con la mirada perdida. "¿Qué hacía Abi a medianoche, sentada en un banco, lejos de su hotel?", pensó Lucca, quien no dudó en detener el auto y acercarse a ella. Al verla, sus ojos estaban llenos de lágrimas y tenía las manos sobre la cabeza.

-Abi... -Ella levantó la cabeza al escuchar su voz, y no podía creer lo que veía: era Francesco. Sin dudas, el destino había querido que se reencontraran. Se levantó del banco y, sin pensarlo, lo abrazó con fuerza, buscando su apoyo, y siguió llorando en sus brazos-. Abi... dime, ¿qué pasa? ¿Por qué estás así? No me asustes... -Ella no respondió, solo siguió llorando. La ruina de su familia, el matrimonio con Lucca Chiaraviglio y el robo de sus pertenencias habían colmado el vaso. Necesitaba sacar toda su tristeza y volver a ser la chica positiva. Después de unos minutos, finalmente se calmó y se apartó de Francesco-. ¿Te encuentras mejor, Abi? -preguntó preocupado.

-Gracias, Francesco -respondió con una hermosa sonrisa-, no sabes lo afortunada que me siento de encontrarte.

-Cuéntame... ¿Qué ha pasado? ¿Por qué lloras así? ¿Por qué estás en la calle?

-Son muchas cosas, pero el taxista que me llevó al hotel me robó todo: ropa, documentos, dinero, y estoy muerta de hambre.

-Dios mío... Gracias a Dios que te encontré. Ven conmigo, vayamos a comer algo.

-Ya debes haber cenado, es tarde.

-No importa, pero tú tienes hambre. Dime, ¿tienes dónde quedarte?

-Sí, estoy en el hotel. Hice la reserva desde España, así que al menos no duermo en la calle.

-Gracias a Dios. Si no, podrías venir conmigo. Pero, por favor, no andes sola tan tarde.

-No lo haré de nuevo. Muchas gracias de verdad, Francesco.

-No me agradezcas, estoy aquí para lo que necesites.

-No me equivoqué al decir que eres una buena persona.

-Las apariencias engañan a veces, Abi, y tú eres muy confiada.

-¿Por qué lo dices? -preguntó confundida.

-Olvídalo, es solo para que aprendas a no confiar tanto. Vamos a comer.

Lucca la ayudó a subir al auto y se dirigieron a un restaurante cercano. Luego, envió un mensaje a Juliet para avisarle que no podría ir.

En el restaurante, pidieron carne de res, ensalada César y una botella de vino.

-Francesco, prometo devolverte todo el dinero que gastes.

-No te preocupes, Abi, tómalo como regalo de un amigo.

-Gracias-exclamó, emocionada-¿Quieres una copa de vino?

-No, muchas gracias. Ya tomé en casa, además debo manejar.

-Es cierto que has ido a ver a tu abuelo. Dime, ¿cómo está? Imagino que se alegró mucho de verte.

-Tenías razón, Abi. Se puso muy contento, cenamos juntos.

-Me alegro mucho por ti, Francesco. Tu abuelo se recuperará, ya verás.

Pasaron alrededor de una hora hablando sobre la empresa de la familia Moreno y deportes extremos. Eran tan parecidos que podrían conversar durante horas. Sin darse cuenta, Abi había tomado toda la botella de vino, y al no tener mucha tolerancia al alcohol comenzó a sentirse mareada.

-No me siento bien...

-Has tomado mucho alcohol, Abi. Vamos, te llevaré a tu hotel.

-¿Serías mi guía de turismo por la ciudad? Conozco muy poco de ella.

-Es un poco tarde y no te sientes bien. ¿Qué te parece si mañana paso por ti y te llevo a hacer paracaidismo?

-No tengo dinero -Abi hizo un puchero, y Lucca comenzó a reírse.

-Eres tan bonita-le confesó.

-Será mejor que vaya a mi hotel. Estoy muy mareada - intentó levantarse, pero cayó nuevamente en la silla.

-Creo que no toleras mucho el alcohol -comentó él, riéndose.

-Así es. Pero no te burles de mí.

-No lo hago, solo me hace gracia -Lucca seguía riéndose y ella también lo hizo-. Tienes una hermosa sonrisa, Abi. No quiero verte llorar de nuevo.

-Tú también, Francesco, tienes una sonrisa muy tierna. -no sabía qué sentía por Abi, por qué deseaba tanto protegerla, besarla y hacerle el amor. No le gustaba el efecto que ella tenía en él. Lucca sabía que era conocido como el demonio en los negocios y no podía mostrar su lado sensible, lado que Abi sacaba a relucir sin intención oculta, o al menos eso creía él. Pero ahora, ella lo necesitaba. No podía dejarla sin dinero y vagando por la calle.

Perdido en sus pensamientos, no se dio cuenta de que Abi se había quedado dormida en la mesa sin darle la dirección ni el nombre del hotel. Intentó despertarla, sin éxito. Entre el cansancio, la tristeza y el alcohol, se había quedado profundamente dormida. No le quedó más opción que llevarla a su hotel.

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