CAPÍTULO 15 "SENTIMIENTOS"

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Narra Robert
Quería tocar la puerta y verla una vez más, pero no sabía que excusa poner, ¿Qué le puedo decir? "Barbara tus ojos me tienen loco" o "Quiero quedarme contigo un rato más" "¿Pedimos algo de cenar y vemos una película?".
No sabía que decirle, que excusa poner. Pero nada me venía a la mente, entonces un impulso me hizo ir a su puerta.
Me pare frente a la puerta y estuve a punto de tocar, pero la puerta se abrió.

Narra Barbara
Puse la mano en la manija y estuve a punto de girarla... Y lo hice.

-Robert.

-Barb.

Al abrir la puerta ambos dijimos el nombre del otro, pero al vernos nos quedamos petrificados.

-Dime. -Dije con una sonrisa a cusa de los nervios.

-No... Tú primero. -Sonrió.

-Emmm...Quieres que... -Pensé un segundo y hablé. -¿Llevé mañana los poderes del notario Córdoba?. -Dije con los nervios de punta y la mente en blanco, no sabía que decirle.

-Si... Por supuesto, mañana... Te veo. -Sonrío. -En la oficina.

-Claro. -Asentí levemente.  -En el trabajo.

Vi como estaba nervioso y se notaba que quería hacer algo, pero se contenía; y de repente se acercó y me dio un beso en la mejilla, muy cerca del labio.

-Buenas noches. -Dijo para después irse, casi corriendo.

Me quedé para ahí como idiota, algo dentro de mí exploto de alegría.
Cerré la puerta y sonreí, brinque de la felicidad por el beso. Me sentía dichosa y a la vez victoriosa. Tomé un cojín de mi sofá y hundí mi cara en el y grité de alegría.
Estaba más que feliz, tenía las emociones a full.

Narra Robert
Me quedé en el auto asimilando la locura que acababa de hacer hace unos minutos. No tuve el valor de besarla en los labios, ni mucho menos algo más, probablemente no le pareciera o se molestaría, así que debía ir paso a paso, poco a poco.

Tomé mi celular y busque en mis contactos un número de un viejo amigo y cliente.

-Cody. Hola, que tal. Soy Robert. Necesito pedirte un favor. -Dije mientras manejaba rumbo a casa.

Narra Barbara
Me puse la pijama y mientras me desenredaba el pelo vi en mi cama un bulto extraño, lo tome y era la camisa de Robert.
La mire y sonreí al saber que era de él y que previamente yo la había usado.

-Robert. -Dije poniéndola debajo de mi nariz. -¿Qué me está pasando, por qué tengo esta sensación por ti?. No puedo enamorarme de ti... No debería. -Dije en voz baja.

Me acerque a la ventana y miré a través de ella, las luces de la ciudad y el silencio me daban paz.
Quería pensar bien las cosas y con claridad pues no sabía que estaba despertando Robert en mí. ¿Amor?
He trabajado con él más de dos años, desde que me gradué de la universidad y decidí empezar como su secretaria y no he ejercido como abogada, probablemente ganaría más, como Carly o Riri, ella ya son muy buenas en lo que hacen, pero yo me quedé siendo la mano derecha de Robert y aunque ganó bien se que podría mejorar si ejerzo en mi profesión.
Aunque si lo hago ya no estaria el noventa porciento de mi día con Robert, ahora sería un veinte... Dios, que dilema.

Narra Robert
No podía dormir. No dejaba de pensar en Barbara, estaba en mi mente y no podía salir de ahí.
Me levante de la cama y fui a la sala, miré por la ventana y me hundí en mis pensamientos... Claro, sobre Barbara, Barbara... Mi Barbara.
Eso quiero que sea mía y que me quiera como yo la quiero, no solo como mi mano derecha si no como mi esposa.
Es loco, porque solo con ella he llegado a querer dar ese paso, ni siquiera Olivia me hizo sentir con las ganas de unir mi vida.
Barbara es diferente a todas las que se me han acercado y no me ve con los mismos ojos... O bueno, eso creo. Pero yo quiero que me vea con ojos de amor.

Narra Barbara
Me recosté en la cama y quise pensar ya en otra cosa, nada que involucre a Robert, pero me era imposible... Ya estaba sintiendo algo por él.

(...)
A la mañana siguiente, desperté como de costumbre, Alexa encendió la música, me levanté y estaba a punto de ir a la ducha, pero tocaron el timbre. Me sorprendió oír el timbre tan temprano y fui a abrir la puerta.
Había un hombre con un ramo gigante de orquídeas lo cual me dejó boquiabierta y no podía creerlo.

-¿Usted es la señorita Barbara Lewa... Lewandowski Campbell?. -Me miró con el ceño fruncido.

-Si. Soy yo. -Sonreí.

-Le mandaron este arreglo.

-Por aquí. -Le cedí el paso.

El hombre dejó el ramo en mi mesa de centro y se fue.

LA CITA DE MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora