04: Obsession ²/³

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Era él. Simon estaba en la ventana del cuarto de Jade.

________ sintió su pecho agitarse y apretó a su pequeña contra sí misma.

— Agárrate fuerte, Jade. — susurró, saliendo rápido de la habitación con el pequeño bolsito de la niña.
No sabía a dónde mierda ir, pero solo podía pensar en salvarla, en salvar a su pequeña hermana.

Corrió, pero sabía que la única salida era la puerta de la entrada, por lo que decidió intentar salir por una ventana, pero antes de poder hacerlo la puerta se abrió de un golpe.

— ¡Calaveda! — chilló Jade al ver al hombre, señalandolo con su dedito.

— Sube al auto. — dijo serio, acercándose a ella. __________ estaba paralizada, no por ella, sino por Jade. Somos se agachó un poco, hablando justo en su oído. — No quieres que la niña sepa lo que tengo en mi bolsillo. Sal de la casa en silencio y súbete a mí auto.

— Simon... — susurró, comenzando a llorar. — Por favor, p-piensalo... Po-Podemos empezar de cero, olvidaré todo esto, Pero-

— Sube al auto ahora. — ordenó demandante, y bajó la cabeza cuando sintió algo duro apoyarse contra su cadera.
Simon tenía un arma en su chaqueta.

Salió de la casa en silencio y caminó al Jeep del hombre.
De sus mejillas caían lágrimas, y no tardó en sentir las manitos de su hermana en sus mejillas.

¿Po qué llodas? — preguntó inocentemente, todavía confundiendo la pronunciación de las palabras. Solía confundir mucho la letra R con la letra D, y siempre le daba ternura, tanta ternura que podía mantenerla tranquila incluso en aquella situación.

— Nada, amor... — susurró, dibujando una sonrisa en su rostro para no asustarla.

Simon abrió la puerta del auto y ella subió.

¡Guau Guau! — dijo emocionada, señalando al cachorro de pastor alemán sentado en el asiento trasero.

— Él viaja atrás. — dijo Simon al subirse al auto, colocando al instante el seguro en todas las puertas. Se quitó la máscara y se la entregó a la niña, que la tomó asombrada.

Calaveda...

— Ese soy yo. — dijo para la niña que rió, sin poder ignorar los sollozos de la mujer. Dió un suspiro y encendió el auto.

— ¿A dónde va-vamos? — preguntó bajo, y el militar apretó los labios.

— Lejos, muy lejos. Donde nadie pueda lastimarte a tí ni a ella.

Apretó los labios. ¿Con qué derecho lo decía después de drogarla y atarla con unas malditas esposas? ¿Cómo podía siquiera pensar eso luego de matar a todos los malditos chicos con los que había salido?

Simon era un enfermo mental.

— Sabes... — susurró él ante el silencio de la muchacha. — Me lastimaste.

— E-Estaba asustada. — dijo, sintiendo miedo por él. — Lo siento...

—Lo sientes... — dijo divertido. — Lo sentirás.

— Simon...

Él miró de reojo a la niña, que no los escuchaba a causa de que estaba entretenida jugando con aquella tela.

— ¿Por qué no entiendes que quiero que seas solo mía? Saliste con tantos chicos, ¿por qué no puedes salir conmigo?

— Salí contigo, Simon, y me drogaste.

— Fue porque te amo. — dijo enojado. — Siempre te he amado. Desde la primera vez que te ví supe que ibas a ser mía, pero tú seguías saliendo con esos idiotas... Ellos solo te querían por tu cuerpo.

Call of Duty [one shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora