Entre la Noche y la Despedida

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El tiempo, cómplice de su amor, tejía días de risas y abrazos para Max y Charles, que encontraban en cada momento compartido un refugio contra la rutina. Charles, feliz por saber que al fin era novio oficial de Max y habiendo compartido la noticia con su madre en una videollamada el día siguiente, tenía la expectativa de visitarla en unas semanas para poder hablar más a fondo.

El día de la romántica velada en la playa, Max le había pedido a Charles que fueran novios, entregándole un pequeño anillo como símbolo de que Max estaba dispuesto a que en un futuro cercano se volvieran mas cercanos entregándole en algún momento el anillo de verdad.

Mientras el crepúsculo pintaba la sala con tonos suaves, Max y Charles se acomodaron en el sofá, buscando la comodidad en los pliegues de la intimidad compartida. Max, a medida que se sumía en el sueño, se vio arrastrado a un remolino de imágenes delirantes.

En su ensoñación, la voz apesadumbrada de su hermana resonaba, implorándole que regresara, prometiéndole su consuelo. Otra voz, sutil y desconocida, lo llamaba a despertar. La transición entre los reinos de los sueños y la vigilia resultó tumultuosa para Max, como si las fronteras entre lo real y lo imaginario se desdibujaran.De repente, el tono penetrante de un teléfono cortó el silencio de la noche.

Era el teléfono de Charles, quien se tuvo que parar de la comodidad que le daban los brazos de Max, que al agarrar el celular, y contestar, recibió la noticia desgarradora de un accidente.

La voz de Arthur, quebrada por el pesar, narró que su madre no había logrado sobrevivir, ya que Arthur la iba a llevar a un lugar que había encontrado y le iba a encantar a su mamá pero un camión los choco y de alguna manera Arthur salió casi intacto pero todo lo malo le paso a su madre.

Las lágrimas de Charles, densas y amargas, caían en cascada por sus mejillas, acompañadas por sollozos entrecortados que parecían brotar desde lo más profundo de su ser. Cada lágrima parecía llevar consigo un peso insoportable, como si el dolor de su corazón roto se materializara en cada gota salada que se deslizaba por su rostro.

-¿Por qué me arrebatas a todos? ¿Por qué quieres dejarme solo, haciéndome sufrir?-, murmuró Charles entre sollozos, su voz quebrada resonando en la penumbra de la habitación. El eco de su dolor llenaba el espacio, tejiendo una atmósfera melancólica que se adhería a las paredes.

Mientras su cuerpo temblaba con el peso de la pérdida, Max lo envolvía en un abrazo firme, tratando de ser el ancla en medio de la tormenta emocional que amenazaba con consumir a Charles por completo. -No puedo soportar esto... ya no puedo aguantar mas perdidas Max por favor no me quiero quedar solo....-, sollozó Charles, su voz quebrándose con cada palabra.

Las palabras de dolor se colaban en el silencio de la habitación, como un eco triste que resonaba en las paredes. Max, con voz suave pero cargada de una tristeza compartida, respondió: -Charles, estoy aquí para ti. No estás solo. Te voy a ayuda a enfrentar esto, pero nosotros estaremos juntos no importa si en lo materia o espiritual yo se que nos protegeremos mutuamente.-

Cada palabra pronunciada llevaba consigo la promesa de apoyo incondicional, pero también la aceptación de que el camino que tenían por delante estaría marcado por el dolor y la tristeza, hasta que en algún punto la felicidad regresa a iluminar nuevamente a cada alma.

Con delicadeza, Max ayudó a Charles a alistarse, sus manos actuando con ternura mientras intentaban reconfortar a un alma herida. Juntos, se encaminaron hacia el hospital, donde la noche se volvía testigo mudo de su dolor compartido. El rugir del motor del carro resonaba como un lamento melancólico en la oscuridad, un eco de la desesperanza que se esparcía en el aire.

Un golpe por la espalda   (Lestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora