Las reglas

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La tranquila mañana del primer día de clases, Félix se preparaba meticulosamente en su habitación, alineando sus útiles escolares y acomodando su uniforme impecable. Mientras hacía esto, su madre entró con una sonrisa en el rostro—Félix, cariño, no tienes que ser tan rígido, ¿sabes? Puedes relajarte y divertirte un poco también—le dijo suavemente.

Félix levantó la mirada, con una expresión determinada en su rostro—Pero mamá, papá siempre dice que está bien ser responsable y seguir las reglas—respondió con convicción, ajustando cuidadosamente el nudo de su corbata.

Su madre suspiró suavemente y le dio un beso en la frente, lo miró con ternura y le dio un abrazo reconfortante—Sé que lo hace, pero también es importante divertirse y ser uno mismo.

En el bullicioso salón de primer grado, Samantha se sentó con su amiga Ari, una niña de coletas trenzadas y sonrisa radiante. Emocionadas por el primer día de primaria, las dos conversaban animadamente sobre sus juguetes favoritos y las aventuras del verano.

Mientras tanto, Félix, el chico de lentes redondos y mochila meticulosamente organizada, se encontraba en un rincón, observando la algarabía con creciente incomodidad. Finalmente, su paciencia llegó a su límite cuando Samantha y Ari estallaron en risas estridentes.

Dejando de lado su timidez, Félix se puso de pie con determinación y se acercó a la mesa de las chicas—¡Por favor, cállense! ¡Están haciendo demasiado ruido!—exclamó con firmeza, con los ojos entrecerrados y la ceja fruncida.

Samantha se dio la vuelta y miró a Félix con la ceja alzada—Ok, ¿y tú eres...?

—Soy José Francisco Félix, tu compañero de clase, y está prohibido hablar dentro del salón, así que cállense.

—Ay, ya vete a sentar, José Francisco, eres bien aburrido, por eso estás sentado solo.

Félix se sintió humillado por el comentario de Samantha, su mandíbula apretada revelaba su frustración mientras se volvía hacia su escritorio. En un silencio cargado, dirigió una mirada fría y cargada de desdén hacia Samantha, quien continuaba su animada charla con Ari, ajena al malestar que había provocado. Una sensación de desamparo y rabia se anidó en el pecho de Félix, quien se prometió a sí mismo encontrar una forma de vengarse de la insolente niña.

Tres días después, Félix se encontraba sentado en el tobogán mientras observaba cómo los otros niños actuaban como "animales". Mantuvo su mirada fija en un grupo de niños que jugaban al fútbol de manera agresiva. Aunque no lo admitiera, quería ser uno de ellos; amaba la paz y el orden, pero también amaba el fútbol. Soltó un suspiro y volteó la mirada hacia el precioso jardín de flores; todo parecía estar en orden allí. De repente, vio a un chico alto con lentes junto a la rubia bajita que le causaba tanto conflicto en el salón, jugando entre los arbustos del patio.

Félix se deslizó silenciosamente hacia abajo del tobogán, asegurándose de no hacer ruido. Miró de reojo hacia el lugar donde Samantha y su amigo jugaban entre los arbustos, asegurándose de que no lo notaran. A pesar de su impulso de correr directamente a la maestra para informarle, decidió actuar con cautela esta vez. No quería alertar a Samantha de sus intenciones y darle la oportunidad de escapar antes de que pudiera hacer algo al respecto. Con paso sigiloso, se alejó en busca de la profesora, con la determinación de resolver la situación de una vez por todas.

Félix se acercó rápidamente a la maestra y le explicó la situación en detalle, detallando cada infracción que había presenciado. La maestra escuchó con atención, asintiendo de vez en cuando para mostrar que estaba siguiendo su relato. Sin perder tiempo, la maestra y Félix se dirigieron hacia el lugar donde los niños estaban jugando.

↳ one shots ༉‧₊ ❝[Riverduccion] ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora