¡Mi hijo no fue!

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Samantha se despertó de golpe al sonido insistente del despertador. Parpadeó con incredulidad al ver la hora en el reloj digital parpadeando en rojo: 7:45 a.m. ¡Se había quedado dormida! El corazón le latía con fuerza mientras saltaba de la cama y corría hacia el baño. Escuchó el murmullo de Valentina desde la habitación contigua y una oleada de culpabilidad la invadió. ¿Cómo podía haber permitido que esto sucediera?

Con manos temblorosas, se apresuró a vestirse, dejando caer prendas aquí y allá en su prisa. La pequeña Valentina, con su mochila rosa brillante y su entusiasmo contagioso, la miraba con ojos expectantes mientras Samantha trataba de abrochar su chaqueta.

—¡Vamos, mamá! ¡Me voy a perder el círculo de canciones!—exclamaba Valentina, saltando de un pie a otro en su impaciencia infantil.

Samantha se apresuró a peinar los rizos rebeldes de Valentina mientras intentaba encontrar las llaves del auto.

—Lo siento, cariño—murmuró Samantha con un suspiro de frustración—Mamá se quedó dormida, pero vamos a llegar a tiempo, lo prometo.

Con un nudo en la garganta, Samantha tomó la mano de Valentina y se apresuró fuera de la casa, asegurándose de no olvidar la mochila de la niña en el proceso. Mientras corrían hacia el auto, el sol de la mañana iluminaba el rostro sonriente de Valentina, y Samantha se prometió a sí misma que mañana sería más organizada.

Samantha llegó a la escuela justo a tiempo, con el corazón aún palpitando por la carrera apresurada. Respiró hondo antes de entrar al salón de clases, donde la maestra de Valentina la recibió con una mirada seria.

—Señorita Rivera, ¿sabe que es la décima vez este mes que llega tarde para dejar a Valentina?—dijo la maestra con tono firme.

La rubia bajó la mirada, sintiéndose avergonzada y culpable—Lo siento mucho—murmuró, luchando por encontrar una excusa válida—La universidad últimamente me ha tenido muy ocupada, apenas he dormido.

La maestra suspiró, visiblemente frustrada—Entiendo que estés ocupada, pero la puntualidad es importante para el buen funcionamiento de la clase. Dos llegadas tardías más y Valentina será suspendida por un día.

Condujo apresurada hacia la escuela, su clase se había alargado media hora más. Cuando salió, se dio cuenta de que estaba a tiempo justo para ir a buscar a Valentina a la escuela.

Se apresuraba por los pasillos de la escuela, con Valentina agarrada firmemente de su mano. Justo cuando estaban a punto de salir por la puerta principal, escuchó una voz masculina a sus espaldas.

—Qué horrible la irresponsabilidad de las madres de hoy en día, ¿verdad?—La voz resonó con desdén y Samantha se detuvo en seco, congelada por el comentario.

Volvió la cabeza lentamente para encontrarse con la mirada de un hombre que acababa de entrar al salón con su hijo. Era Felix, el padre de David, el compañero de Valentina. La rabia se encendió dentro de ella, pero antes de que pudiera responder, la maestra intervino con su propia opinión.

—Esas son las consecuencias de embarazarse siendo unas chamacas—dijo con tono de reproche, como si estuviera impartiendo una lección de moral.

Sintió como si un nudo se formara en su garganta, la indignación y la vergüenza luchaban dentro de ella mientras luchaba por mantener la compostura frente a los comentarios despectivos. Con Valentina mirándola con curiosidad, Samantha decidió no dejar que los prejuicios de los demás la derribaran. Respiró profundamente y, con la cabeza en alto, tomó a Valentina de la mano y se marchó, determinada a demostrar que su valía como madre no se definía por los juicios ajenos.

↳ one shots ༉‧₊ ❝[Riverduccion] ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora