ꜰʀᴇꜱᴀꜱ ɪɪ

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Han pasado los meses restantes de aquella epifanía; de ese momento revelador que cambio ligeramente con brusquedad ( lo sé, dos extremos muy diferentes ) mi vida. Esencialmente mi entorno académico. No, no somos pareja. Sin embargo, ambos somos plenamente conscientes de nuestro cariño y ello nos ha vuelto más unidos. Mas conocedores del otro. Somos reservados, no pretendemos presumir ni dar un ejemplo posiblemente equivocado. Aunque tampoco nos privamos de ciertas acciones, hay que admitir de todos modos que con el hombre que me encariñe no es muy afectuoso. Por ahora, no es más que pequeños gestos como llevarme a casa o a otros eventos fuera de su alcance, un beso en la frente o una sutil caricia de nuestras manos. No lo culpo, no es una situación cotidiana fomentar un romance con su alumna. Mayor de edad, sí. Pero sigue siendo su alumna. Por otro lado, nuestra graduación está a pocos pasos. En realidad podría afirmar que ella ya nació y solo falta que llegue la fecha esperada. Me agrada la idea, es cerrar un ciclo. No obstante, se abre uno nuevo. Y con ello no tengo idea de como será. Menos con el azabache a mi lado. 

— No me está agradando esto de que aparezcas cuando te de la gana — Habla recostado en el marco de su puerta de entrada. Me mira serio, intentando posiblemente intimidarme para saber que estoy en lo incorrecto. Ahora, cuando suspira sé que le fascina un poco de compañía — Más vale que vengas con el estómago lleno porque no hay nada de comer.

— ¿No has cenado?

— Mucho trabajo.

Entro a su hogar. Huele exquisito, irreal. Poco a poco acostumbraba a terminar por aquí a media noche. Después de todo él no suele dormir mucho, y mientras no lo haga me gusta acompañarlo. 

— ¿Compraste nuevas cortinas?

Acaricio el nuevo producto con cuidado. Es tela cara. Gruesa, bastante buena para espantar la luz solar. ¿Profesor o vampiro?.

— Hace mucho no lo hacía. De joven tenía muy mal gusto, faltaba un cambio aquí. 

Como su casa conecta la cocina con la sala de estar, yo me acomodo en el sofá que se encuentra frente a una mesilla larga llena de documentos y útiles de trabajo, mientras él prepara té. Mientras espero observo ciertos trabajos, especialmente las entregas de mi aula. Veo mi nombre y con delicadeza observo mi calificación. Me ofendo.

— Estás muy distraída — Responde ante mi intención de criticar. Se encuentra detrás de mí, inclinado en el respaldo del sofá esperando a que el agua de la tetera sea apta para el té — No porque tengas algo conmigo seré bondadoso. La calificación se gana con esfuerzo.

— He puesto esfuerzo — Levanta su ceja, esperando a que me rinda y acepte mi postura — Puede ser que por ser las últimas clases me distraiga con facilidad. 

— Siempre fuiste distraída.

— La distracción no puede quejarse. Si quieres que mejore entonces — Nos estamos mirando fijamente. Me guardo las palabras antes de continuar. Él sonríe porque sabe lo que pienso, y que detesto admitirlo. No sonríe por cosas buenas y si por estas. Es un imbécil.

— Sea tu distracción o no, es tu problema. Pon más esfuerzo y concentración para la próxima. 

— Que te jodan. 

El agua suena armónica desde la cocina, por lo tanto se despoja de responder mi comentario y va a por ella. Momentos después él acerca dos tazas de té y me alcanza una sábana para taparme. Mientras se enfoca en rellenar los papeles, mantenemos una conversación afable.

— Me enteré que no irás a la graduación — Tomo un sorbo de té. Me quemo toda la boca pero permanezco en silencio.

— No me apetece. Y tampoco creo que algún alumno este emocionado por que el profesor gruñón vaya a una ridícula fiesta — Me señala una pila de papeles y se la alcanzo.

— Nadie te dice gruñón.

— Es cierto. Lo que dicen es peor, pero prefiero evadirlo.

— ¿Eres de esos que escuchan todo? — Me río ligeramente.

— Todos los docentes escuchamos. Fingir que somos imbéciles es lo más fácil. 

— ¿Qué fue lo último que has escuchado?

Me mira de reojo. A veces siento que él no puede creerse lo muy chusma que resulto a mi supuesta madurez. Al instante, toma un poco de té y prosigue.

— Galliard, el chico dos asientos detrás de ti. A contagiado de gonorrea a Pieck Finger. 

De repente mi carcajada se hace sonora. No era tanto por lo sucedido entre ellos dos, si no que, realmente él si escucha todo.

— Tampoco es noticia nueva — Parafraseo luego de terminar de carcajear. 

🍥

Abro mis ojos. Por sonido deduzco que aún es de noche. Mis manos acarician mi rostro y me siento sobre el sofá. Me quedé dormida. La mesa está limpia y no veo rastros de Levi. No al instante. Así que junto conmigo, llevo la sábana arrastrando por su casa. Me hundo en el largo pasillo que desemboca en su habitación y antes de entrar choco con él. Me toco con suavidad mi cabeza y luego lo observo preocupada por si le duele algo. 

— Justo iba a buscarte. 

— ¿Por cuanto tiempo dormí?

— Cerca de tres horas — Mis ojos se abren bastantes. No le acompañé en casi nada — ¿Planeas irte?

— No. Aunque si molesto puedo irme.

Niega con la cabeza y me observa de reojo. Acaba de salir de la ducha, lo noto por su cabello. Lo habría notado antes si no fuese tan similar a la noche. Iba a hablar, como siempre. Cuando me sujeta de la cintura y me acerca a él lentamente. Nunca mi corazón había estado tan fuera de sí como ahora. De su cabello caen con cariño gotas en mi rostro, ya que, nuestras frentes están unidas. Mis manos con timidez apenas están cerca, ni siquiera llegan a rozar su piel. Me flaquean las piernas. De repente su labio superior roza con el mío y me descontrolo. Pierdo el tiempo, donde estoy, me pierdo en mi misma. La sábana cae al suelo. Y aún así lo único que nuestras miradas atrapan son nuestras bocas.

— Te quiero. De verdad mocosa. 

Lo miro a los ojos y ellos ya me observaban. Ese azul, ese gris. Este hombre me quiere matar. 

— Yo también.

Se separa y yo quedo embobada frente de él.

— Después de la graduación. Luego de que afirmen que terminaron las clases.

— ¿Qué sucede con eso?

— Que inmediatamente debes venir a mi casa. 

𝐄𝐒𝐂𝐄𝐍𝐀𝐑𝐈𝐎𝐒 | ʟᴇᴠɪ ᴀᴄᴋᴇʀᴍᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora