ᴘɪᴊᴀᴍᴀᴅᴀ

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Ambas bolsas desbordantes las cuáles sujetaba con fuerza — evitando que aquel delgado plástico no se rompiera — , las dejo reposar sobre el mueble que estiliza junto a la puerta y exhalar de mis labios un grato suspiro de alivio. Mis manos permanecían entumecidas luego de hacer las compras, me despojo mi calzado con delicadeza y desarmo la coleta de mi cabello para dejarlo en libertad. Está claro, estoy en mi hogar.

— Estoy en casa — Grité con dulzura tratando de evitar poder molestar a alguien con mi voz.

Esperé un tiempo mínimo ante una posible aparición, de algún miembro de la familia. No obstante, nadie se da a conocer. Haciendo memoria, divago no haber afirmado ningún acuerdo con mi esposo de alguna tarea en especifica. Por lo tanto, todos deben estar en esta casa. Debido a la escuela de mis hijos y el trabajo tanto de mi esposo como mío,  se nos hacía muy difícil coordinar un momento en familia con todos unidos. Me mantuve sigilosa por si alguien se pudiera encontrar durmiendo o estudiando, volví a tomar las compras y lleve estas hasta la cocina. En el trayecto encuentro un largo rastro de purpurina azul hacía la sala de estar — En esta casa saben perfectamente las rígidas reglas que el padre impuso ante la limpieza y de mí parte, no hay cosa que mas deteste limpiar como la purpurina — frustrada vuelvo a dejar las cosas en el primer mueble que veo y me adentro a la sala. 

— Tu madre me matará — La voz de mi esposo se hace presente apenas logro entrar. 

— Mamá nunca matará a papi.

— No lo digas en voz alta que puede cumplirse — Susurra el azabache. 

Nuestros dos hijos decoraban varias hojas, muchos conllevaban purpurina y Levi en su rostro ya asimilaba mi profunda frustración. Mis dos retoños no captaban mi presencia aún a diferencia de su padre que me observaba con cierta amargura, suponía que no era a la única que le molestaba tener que limpiar este desastre. Captando la atención de mi pareja hago un gesto con mi cabeza para reunirnos un momento ajenos a los niños.

— Con razón nadie apareció para saludar — Dije ofendida apoyando mi cuerpo sobre la pared. 

— No alzaste tu voz lo suficiente. 

Ambos nos observamos. Podía notar cierto cansancio en sus ojos, parecía mantenerse en un estado equilibrado entre el sueño y lo real; seguramente volver del trabajo y tomarse el tiempo de jugar dos horas seguidas con sus hijos lo tenía un poco exhausto. No podría culparlo. Para ser una persona responsable y estricta con su vida laboral, el tiempo que toma para estar con los niños es un gesto muy lindo de su parte. 

— ¿De donde sacaron tanta purpurina? — Pregunté. Al mismo tiempo, él me ayuda y toma las bolsas.

— Kuchel debió esconderla por algún lugar de su habitación.

Ambos nos adentramos a la cocina. La lucha contra el orden no fue complicada, apenas nos llevó unos minutos guardar todo donde se proponía. Mientras esto lo llevamos a cabo, permanecíamos en silencio alertas a los niños.

— ¿Has comido bien? — Indago, irónicamente como una pregunta con una respuesta segura. Diría que no. Y ahí es cuando es mi momento de hacerlo capacitar. 

— Estuve haciendo cosas importantes, no tuve tiempo.

Al estar a su lado, mi codo ejerce cierta fuerza en su costilla. Casi ni se queja, pero me mira de costado con cierta culpa. Sabe lo que pienso.

— Si tienes tiempo para trabajar, también para comer — Me quejo. Me molesta, pero no pretendo decirlo con un tono agresivo — Haré de cenar. Por favor come.

Casi al igual que sus hijos no transmite ninguna palabra y solo asiente. Finalizo mi parte y tomo rumbo hacía la sala principal para saludar a mis hijos. Como se encuentran de espaldas solo me permito entrar con completo mutismo y abrazarlos con fuerza.

— Cuanta purpurina — Ante mi tono sarcástico ellos ríen con temor, bastante temor.

Los abrazo con fuerza antes de que pudieran escapar. Reparto varios besos en sus rostros.

— ¿Cómo estas amor? — Como Kuchel ( la menor ) escondía su pequeña cabeza entre mi cuello aprovechaba para acariciar su corto cabello azabache. 

— Bien — Comenta somnolienta — con sueño. 

— Tranquila. Pronto cocinaré algo — Beso su frente.

Ella mientras frota sus ojos color miel me observa sonriente. Al comienzo devuelvo el gesto, luego, cuando capto sus intenciones permanezco seria.

— Suelta lo que quieres — Agarro su cachete y lo aprieto. 

— ¿Podemos hacer pijamada? — Mueve sus pies emocionada.

Antes de poder contestar observo a mi esposo entrar a la sala, pasar a un lado nuestro y sentarse en el sofá. Ambos nos miramos cuando la niña pregunta. 

— Papá ama las pijamadas — Digo con cierto entusiasmo al ver la expresión del padre.

Levi odia las pijamadas. No por culpa de alguno de nosotros, en cierto modo, suele dormir mejor cuando estamos todos juntos. Pero aún así, prefiere dormir conmigo. Solos. Es mimado, en conclusión.

🍥

Ya hecho cada tarea, tanto colectiva o individual nos propusimos a ordenar la sala para llevar a cabo la pijamada. Comimos, todos incluyendo el azabache mayor. Miramos una película sugerida por el hermano mayor,  Kuchel había caído en un profundo sueño inmediatamente el botón se colocó encima de la portada de la filmación, sin más, ambos habían caído en un profundo sueño.

— Tu familia tiene una genética increíble — Hablo a un lado de él.

— No lo suficiente — Dijo mientras acariciaba la mejilla de la pequeña azabache — ella tiene tus ojos.

— Y todo el resto de ti — Solté un risa.

Tomé la mano del azabache y hice que se acostara a mi lado, me acurruque entre su cuello y metí mis manos por debajo de su buzo para abrazarlo por la cintura. Levi apoya su mentón en mi cabeza y comienzo a acariciar mi espalda.

— Te extraño tanto — Susurro.

Suelto aquello, y en cierta forma comencé a sentirme culpable por decirlo. Era consciente que su falta en la casa era su trabajo y no porque él lo deseaba. Siento como me aparta para verme a los ojos y me observa con cierta tristeza.

— Lo sé mocosa — Deposita un breve beso en mis labios cosa que me sorprende viniendo de su parte.

Unos minutos después de seguir aquel beso totalmente entretenidos con los labios del otro, sentimos un gran peso en medio de ambos que hace que rápidamente nos separemos. Ambos niños se acomodaron entre nuestros brazos completamente cómodos y alejando a sus padres casi por completo. Sonrío cuando Levi parece recibir contento el abrazo de ambos niños, me devuelve la mirada y antes de poder cerrar los ojos siento su mano abrazar mi mejilla. 



























𝐄𝐒𝐂𝐄𝐍𝐀𝐑𝐈𝐎𝐒 | ʟᴇᴠɪ ᴀᴄᴋᴇʀᴍᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora