ᴛᴀᴛᴜᴀᴊᴇ

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Levi había desaparecido el día completo, del amanecer hasta el más profundo alba. Cuando es de trabajo no es de extrañar, y cuando no está emocionalmente estable tampoco. Sin embargo, parecía todo concreto y firme la última vez que estuvo conmigo. Había despertado por la mañana sin su cuerpo a mi lado, sin su té en la cocina y su aroma en la sala. No había más nota que aquella que me deseaba un buen día y que recita por mí cuidarme. Más tarde en mi consumo de preocupación mande un mensaje, apenas contestó con que no me preocupara que su presencia estaba ocupada. Así que me desviví en nuestro hogar, en nuestro supuesto día libre ordené, limpie para mi sorpresa y comencé unos documentales, cosa aburrida pero los añoro ante su lejanía. A la noche luego de alimentarme me ducho por bastante tiempo, luego me encierro entre las sábanas y mis ojos más que segundos no resisten. 

Es de madrugada. Unos besos húmedos en mi nuca me despiertan, luego unas manos acariciando mis piernas es lo que confirma que él llegó. Somnolienta emito un quejido, porque las palabras aún no son coherentes en mi lengua. 

— Te escapaste de mí — Traté de sonar despierta. 

— Ojala.

— ¿Quién es la nueva mujer? — Me río al molestarlo — debo felicitarla.

— Tsk.

Para callarme me besa. Siento sus dígitos asomarse por debajo de mi blusa. 

— Veo que me extrañaste.

— Tal vez. 

— Yo te extrañé mucho — Acaricio sus mejillas — tanto que limpié.

— Tendré que irme más seguido.

Niego con la cabeza. Lo abrazo lo más que puedo, mis piernas sujetan su cuerpo desde su cintura y mis brazos pasan por todo su torso. Al momento de unirnos siento su cabello mojado, lo que me da a entender que no hace breve había llegado a casa. Sus dedos aún contra mi piel me acarician suavemente y con gentileza.

— ¿Está todo bien, verdad?

— Si. Tranquila, estuve haciendo algo importante. 

Ante la falta de una camisa sobre su cuerpo aproveche para sentirlo más de cerca, en ese movimiento subo hasta su nuca, un poco antes de ella entre sus omoplatos siento un papel. Era uno más elástico de lo común. 

— ¿Te lastimaste la espalda? 

Nerviosa por su salud me aparto y a la fuerza lo obligo a darme la espalda, él se negaba pero fue intensamente obligado a dejarme ver. Cuando su "situación" estaba a mi vista no lo podía creer. 

— Es un tatuaje. Mierda Levi, te tatuaste mi nombre. Estás loco.

En un golpe que pretendo darle ante su tontería me abraza para que no le duela.

— ¿Por qué? — Pregunté sin entenderlo.

— Me apeteció.

— Pero es mi nombre, es terrible tatuarse el nombre de alguien.

— No eres alguien. Eres mi esposa. Si juramos estar juntos hasta la muerte con unos anillos, ¿por qué no llevarte conmigo para siempre en mi piel?

Callé. Hace mucho no lo escuchaba decir algo así, y había quedado embobada. Si es cierto que temo que pueda arrepentirse, pero parece muy seguro de su decisión.

— Ahora que sigue. ¿Un piercing? — Imito a las madres modernas.

— No estoy tan maniático — Me mira intrigado — ¿Te parece raro?

Un poco con cierta evocación culpable me siento sobre su regazo y le planto un dulce beso en los labios.

— No. Si es cierto que fue algo bastante sorpresivo, pero es bello. Lo siento si no reconocí con amabilidad tu gesto. Te amo.

— Yo igual.

Me levanta y me recuesta sobre donde permanecía dormida minutos atrás, nos cubre a ambos con las sábanas y nos acomodamos juntos. Antes de cerrar mis ojos recito.

— ¿Pero si fuiste con otra mujer?

— Duermete. 

𝐄𝐒𝐂𝐄𝐍𝐀𝐑𝐈𝐎𝐒 | ʟᴇᴠɪ ᴀᴄᴋᴇʀᴍᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora