ꜰʀᴇꜱᴀꜱ ɪɪɪ

499 47 11
                                    

El tiempo duele. Los recuerdos también; he acabado mis estudios y eso no hace más que asustarme. Siempre me creí lo suficientemente buena como para tronchar el sistema y desviarme del ciclo maquiavélico del vivir por y para el trabajo. Pero que ridiculez, lo admito con un terrible nudo en la garganta; porque amaría ser capaz de hacerlo. Trabajar en todos los trabajos del mundo porque sé que yo no soy para un solo labor. O directamente apiadarme de la vida laboral y simplemente vivir pacífica entre mis locuras. Imposible, lo sé. Doy una vuelta completa para lucirme sobre mi reflejo, donde observo con apreciación mi vestido de graduación. Es completamente de lentejuelas color azul marino, llevo unos tacones negros que he decorado yo misma con similares brillos del vestido y mi cabello se arremolina todo enrulado, tan enrulado que de mi cabello hasta un poco antes de la cintura quedó a la altura de mis hombros. Antes el acontecimiento me engendraba una evocación bellísima, y ahora solo me enerva. Algunos les alegra celebrar esta etapa, y a otros como yo, nos gusta fingir que nos tranquiliza haber finalizado, cuando temblamos en la oscuridad. 

— ¿Exagerado o simple? — Atrapo sus ojos grises en el mismo reflejo del espejo.

Hace casi media hora que se encuentra despachado en la orilla de su recamara; le pedí ayuda y que opine pero no hace más que mirarme. No irá conmigo, pero no obstante, prometió asegurarse de llevarme y traerme a la vuelta. Viste con ropa de casa que aseguro que ayuda mucho más a resaltar su cuerpo que el traje cotidiano del instituto. Que igualmente, le queda bien de todas formas. Se ajusta los lentes ligeramente y lo piensa con cautela.

— Es simple pero lo haces lucir exagerado, en el buen sentido. 

— ¿Y el cabello? — Me volteo por completo para tenerlo de frente.

 — Está bien. 

Suspiro ante su frágil ayuda. Volteo una vez más a verme y dejo de hacerlo porque pronto tendré que irme; y temo que de tanto observarme se me ocurra cambiar algo. Entre ambos nos ayudamos para orden todo el desastre que ocasioné en su habitación y guardarlo en una maleta donde traje todo de mi hogar. Más que la fiesta, me emociona el hecho de que hoy me quedaría a dormir en su casalicio. Evidentemente siendo idea mía y no de él, que no tengo la mínima idea de porque accedió. En el intento de guardar todo correctamente pero de manera fugaz chocamos y casi caigo por los malditos tacones, si no fuese por su mano en mi espalda. 

— Perdón — Inquiere por el breve golpe de chocarnos.

— Estaba distraída. No hay problema. 

Han pasado meses; casi años en mi mente. No nos hemos permitido ser más íntimos, más afectuosos. No podría evitar saber que tal vez le genere rechazo tocar a una mujer que al fin y al cabo fue su alumna, y que para colmo, la pasa por casi once años. Es una diferencia abrumadora, incluso haciéndome cuestionar si será posible que entre ambos nos estemos arrebatando etapas. Él a su edad por cuestiones sociales, tiene la carga de estar en buen estado para tener un hijo e incluso, ya estar casado hace años. Y a mí me faltan más años de lo que me gustaría para ello. Es como si nuestro afecto viviese descoordinado. Su mano baja a mi cintura y la aprieta un poco. Pero es solo eso. Nada más. Tomo el valor de acercarme más, se aleja. Sigo dando pasos hasta él porque en cada taco que suena contra la madera, su cuerpo se va distanciando del mío. Llega un momento donde su espalda toca la puerta cerrada y ahora si, estamos completamente adheridos. Nos observamos fijamente y en un instinto de valentía beso sus labios de manera fugaz. Literalmente creo que no ha sido ni un segundo. Su expresión no cambia, no obstante se relame los labios. Vuelvo a posar sus labios sobre los míos, ahora un par de segundos. No corresponde, pero no se aparta esta vez. Me alejo como si nada y salgo de la habitación. 

🍥

Es una gran fiesta. No esperaba nada bochornoso, pero más que serlo es espléndidamente coherente. Los colores principales de la decoración son el blanco, negro y plateado. Por fuera simula algo sencillo pero por dentro es un detonante novedoso. El viaje hasta aquí como el resto de tiempo en la casa del azabache fue incómodo y silencioso, de manera literal. No hubo más palabras de él que "Llámame cuando todo termine. Cuídate". De repente la emoción de alojarme por una noche en su casa se ha ido por completo, incluso haciendo qué, un sentimiento de ajenidad se entusiasme a hacerme la noche imposible de disfrutar. ¿Hice algo mal?, ¿Será que salió de cuentas y se percató de nuestra situación?. ¿Se enamoró de una persona de su edad?, ¿Se sentirá poco hombre por estar conmigo?. Ya no sé que mas esperar últimamente. Lo amo. Pero el hecho de no comunicarme que pasa por su cabeza me atormenta los días. 

𝐄𝐒𝐂𝐄𝐍𝐀𝐑𝐈𝐎𝐒 | ʟᴇᴠɪ ᴀᴄᴋᴇʀᴍᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora